Javier Pagazaurtundua jamás ha olvidado las historias que le narraba de pequeño su aita José María cuando, por falta de edad para alistarse en el ejército vasco y convertirse en gudari, sí que logró, como tantos otros vecinos, que le contratara el Gobierno Vasco de correo para hacer llegar las ordenes a la jefatura de fortificaciones de Kamaraka, que allá por noviembre de 1936, estaba asentada en el Caserío Isusi de Llodio. Era la fecha en la que se comenzó a construir el único tramo que atraviesa terreno alavés del Cinturón de Hierro o Burdin Hesia, el muro defensivo que fue levantado para intentar evitar el avance y llegada a Bilbao de las tropas franquistas durante la Guerra Civil, así como el más alto, ya que se sitúa en la zona de Ganekogorta-Gazteluzar-Kamaraka-Goikogana, a unos 800 metros de altura sobre el nivel del mar.

A otros vecinos, bien por juventud o por veteranía no apta para portar un fusil, se les reclutó como constructores, haciendo zanjas y portando tierra con sus carros de mulos, de asentamientos de ametralladoras, también denominados nidos o blocaos. Kilómetros de trincheras, parapetos de mampostería, abrigos activos y pasivos, puestos de observación, refugios para tropa y multitud de campos alambrados, de los que aún hoy día quedan restos que Javier Pagazaurtundua, actual técnico de Patrimonio del Ayuntamiento de Llodio, se conoce como la palma de la mano y que lleva la friolera de veinte años intentando poner en valor.

“Toda esta área, de unas 400 hectáreas, engloba una riqueza abrumadora en etnografía, historia, naturaleza y patrimonio arquitectónico, como la ermita de Santa Lucía, el santuario de Nuestra Señora del Yermo y el castillo de la baja Edad Media, que por fotografías vía satélite en las que se aprecia la silueta de seis torreones sabemos que existió en la zona de Gazteluzar, y posiblemente hasta un castro celta que, a raíz del plan especial de rehabilitación de Santa Lucía, están comenzando a salir a la luz. Pero queda mucho por excavar. Al menos, la parte de la ruta de senderismo por nuestro tramo del Cinturón de Hierro ya es una realidad desde 2011”, explica Pagazaurtundua, a quien no se le escapa que “además de los mil y un despachos que llevo pateados para que me escuchen, hemos tenido mucha suerte con el hecho de que el 90% del terreno en el que están asentados los restos del Burdin Hesia sean públicos, así como el 70% del resto del parque”. “No obstante, queremos llegar al 100% a través de permutas y que sea compatible con la actividad agropecuaria que desde tiempos remotos se realiza en este entorno”, apuntilla.

De la testarudez de Pagazaurtundua da fe Guillermo Tabernilla, de la asociación para el estudio de la Guerra Civil en Euskadi, Sancho de Beurko. “Nosotros andábamos trabajando en el tramo del Cinturón de Hierro de Galdakao cuando nos llamaron del Gobierno Vasco informándonos de una llamada un tanto airada, recibida desde Llodio. Se trataba de Javier y era el año 2010. Desde entonces trabajamos codo con codo. Es sentimental, vehemente y una persona con energía suficiente para tirarse esta locura a la espalda. No se si habrá algún pueblo que tenga un vecino que haya dedicado dos décadas de su vida a recuperar su pasado. Ha logrado convencer a sensibilidades políticas de muy diversa índole, y tiene un gran mérito”, apunta Tabernilla. Si no que se lo digan a las decenas de empresas del entorno a las que llamó Pagazaurtundua. “Igual que un mendigo, hasta que logré fondos de Vidrala para restaurar la ermita de Santa Lucía”, recuerda.

Y es que con este hombre, más inclinado a encuentros cara a cara, no hay medias tintas ni excusas que valgan cuando de su pasión y amor por mantener viva la memoria histórica de su municipio se trata. “Ver el nombre de mi padre en el listado de trabajadores que contrató el gobierno de Euskadi para construir el tramo del Cinturón de Hierro en Llodio, en uno de los documentos que conserva Sancho de Beurko, fue emocionante”, relata para, a renglón seguido, centrar su mente en otro tema. “¿Sabías que en la Guerra Civil Llodio acogió hasta un campo de aviación del ejército republicano? Pues así es. Estuvo en lo que actualmente ocupa Eroski, la Ertzaintza y los Bomberos, y hay tanto fotografías como vestigios, pero están tapados. De todo ello está pendiente hacer una exposición, pero con tiempo”, matiza.

Lo que parece que sí va a ser una realidad dentro de poco es la formación de guías especializados en los secretos, no sólo del tramo de Cinturón de Hierro en Llodio, sino de toda la riqueza patrimonial y etnográfica de la zona que lo rodea. “Desde Bilbao están trabajando en la recuperación de la Ruta de los contrabandistas, que también pasaba por nuestro municipio, y ya he hablado con Sancho de Beurko y con la asociación de turismo de la comarca de Ayala (Aiaratur) para unirla a la nuestra, y poder ofrecer visitas guiadas”, adelanta Pagazaurtundua.

La intervención realizada por el Ayuntamiento de Llodio en 2011, asesorado por los expertos en Guerra Civil de Sancho de Beurko, dio como resultado una ruta de senderismo por el Cinturón de Hierro, muy bien señalizada, pero para recorrer motu proprio y sin guías, a excepción de la carrera de montaña que alberga cada último fin de semana de junio.

El itinerario tiene la opción corta de 8,5 kilómetros y una duración de dos horas y media, o la larga de casi trece kilómetros y cuatro horas y media. Ambas parten del conjunto monumental del santuario de Santa María del Yermo y la ermita de Santa Lucía, adonde se puede llegar bien en coche o a pie, desde la calle Lezeaga.

Según se va avanzando aparecen neveros, caleros, ericeras, caseríos, bosques de encinas y robles y un largo etcétera, además de las diferentes fortificaciones y trincheras del Cinturón de Hierro, todo explicado en los paneles didácticos instalados durante el recorrido, en los que se habla hasta de la mitología en el valle. “Llodio fue el primero en adoptar el nombre de Burdin Hesia que, posteriormente, ha sido el indicado como más correcto y oficial por Euskaltzandia para todo el conjunto del Cinturón de Hierro, así como pionero en la puesta en valor de esta ruta circular, al promover una serie de intervenciones”, señala Tabernilla.

El portavoz de Sancho de Beurko hace referencia a que en Llodio no se han limitado a señalizar la ruta con indicadores de madera, sino que se ha retirado el material en superficie que cubría las trincheras para que se vean, “aunque en las excavadas en roca no ha hecho casi falta”, a que se han limpiado y consolidado cuatro nidos de ametralladora, “porque en algunos zonas el revestimiento de los taludes se estaba viniendo abajo”, y a que a uno de estos búnkeres, además, se le ha reconstruido la cubierta semicircular de hormigón. “Es raro que quede alguna, ya que durante la posguerra había gran escasez de hierro, y muchas de estas estructuras se volaron para aprovechar las varillas y ferralla de las estructuras”, explica Tabernilla.

Como anécdota, “durante la limpieza de trincheras aparecieron varias piquetas de las que se utilizaban para sujetar las alambradas perimetrales de protección. Y es raro, porque tras la contienda muchas de ellas fueron extraídas por los residentes del entorno para aprovecharlas en sus caseríos y parcelas”, aclara. También son dignos de mención los abrigos localizados en las cercanías de la cumbre de Kamaraka y que constituían tanto un magnífico puesto de observación como un excelente refugio y posición de tiro para los soldados, mientras se mantenían a cubierto de la vista y del fuego enemigo, “gracias a sus paredes revestidas con muros de mampostería, a las chapas onduladas con las que se cubrían para evitar la entrada de aguas pluviales, o a los rollizos de pino y tepes de hierba con los que se obtenía un camuflaje más eficaz, e incluso la construcción de ventanales que permitían el tiro, la observación y el sostén de la cubierta”, informan desde Sancho de Beurko.

Con todo, estas posiciones de Goikogana y Kamaraka, en las estribaciones del Ganekogorta en Llodio, nunca fueron ocupadas ni defendidas, ya que la dificultad de sostener las alturas que dominaban la villa de Bilbao, a partir del 15 de junio de 1937, provocó el repliegue apresurado de las dos divisiones vascas que habían quedado fuera del dispositivo del Cinturón de Hierro.

Por el camino de Llodio a Okondo se retiraron numerosos batallones vascos y, finalmente, Llodio fue ocupada el día 21 de junio. Bilbao había caído dos días antes. Eso sí, recorrerlas puede ayudar a comprender lo que sintieron sus vecinos cuando oyeron acercarse a la aviación legionaria y la Legión Cóndor, la amenaza de los bombardeos o la cercanía de las tropas sublevadas, e incluso imaginar cómo los soldados, acurrucados y temblando de miedo y frío, se arremolinaban en los refugios y las trincheras como si fueran inexpugnables, sin saber que el enemigo contaba con la ayuda del ingeniero que diseñó el Cinturón de Hierro, el también inventor del tren Talgo, Alejandro Goicoechea, y que la guerra acabaría en un abrir y cerrar de ojos, dejándolos a todos en el bando de los vencidos.