Los invitados iban entrando en el Palacio de la Provincia sin mirar atrás. La lengua de fuego lamía los escalones. Dentro, se respiraba algo más de frescura. Pero no la suficiente. Y cada cual la buscaba a su manera. Americanas fuera y camisas desabotonadas entre quienes no se habían atrevido a abandonar el protocolo del traje. Abanicos. Botellines de aquí para allá. Mucha sed. De agua, pero también de triunfo. La mayoría de los políticos, amigos y familiares que se acercaron al Pleno para arropar a los suyos compartió siglas y postulante: PNV y Ramiro González. El pescado llevaba tiempo vendido. Y había muchas ganas de devorar al fin hasta las raspas. Sin embargo, los más madrugadores no resultaron ser los seguidores nacionalistas. Tampoco hacía falta. Lo bueno para ellos llegaría a media tarde. Cuando, terminadas las dos agotadoras rondas de discursos, a eso de las seis y media, su candidato prometería el cargo, rodeado de unas impertérritas sotas de bastos, y aferraría con ojos brillantes e indisimulada sonrisa la esperadísima makila de diputado general.

Fue el final de una sesión horneada a fuego lento e intenso desde las nueve de la mañana. A esa hora, el concejal de Irabazi en Vitoria, Óscar Fernández, ya estaba en la estancia contigua a la sala donde se celebraría lo gordo, sentado frente a una gran pantalla de televisión. Se había acercado hasta el Palacio de la Provincia para respaldar a Damián García, el único representante de la coalición de izquierdas en las Juntas Generales, el único procurador que había decidido seguir adelante con la presentación de su candidatura a diputado general, aun sabiendo que no recibiría apoyos. Un gesto que convertía su intervención en la primera del día. Al poco llegaron también varios chavales de las Juventudes Socialistas. Y después el presidente de la Asociación de Concejos de Álava, Javier Argote. Con la mañana ya enfilada, terminados los Plenos del Parlamento Vasco y del Ayuntamiento de Gasteiz, entraron en el edificio Idoia Mendia, la secretaria general del PSE en Euskadi, y Peio López de Munain, el portavoz municipal, con un generoso abrazo para la juntera Cristina González.

La sesión se reanudó a las cuatro de la tarde y el goteo de visitantes empezó a intensificarse. A los quince minutos, el servicio de Protocolo y Comunicación hacía pasar al padre de Ramiro González y a su esposa, Nati, a una gran sala donde, poco a poco, fueron concentrándose todos los simpatizantes y dirigentes nacionalistas que no habían querido perderse el gran momento. Se vio a la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, al alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, al exdiputado general Xabier Agirre, a junteros de la anterior legislatura, a miembros de la Ejecutiva del ABB, a representantes de Rioja Alavesa, al presidente de la Cuadrilla de Añana y a algunos parlamentarios. Mientras, cuatro maceros buscaban refugio en la otra estancia, la del televisor donde por la mañana Irabazi Gasteiz había aplaudido el discurso de su colega. Tres de ellos no habían podido aguantar la chicharrina y se habían quitado el sayo.

Con el resultado de la votación, volvió la compostura. Los escoltas de terciopelo regresaron a las escaleras, mientras en el salón de plenos estallaba la alegría tras el recuento de votos. Pilar García de Salazar achuchó a González sin poder contener las lágrimas. Y cuando terminaron las muestras de cariño de los compañeros de partido, Javier de Andrés se acercó rápidamente a dar un abrazo al nuevo líder foral. Fue el primero en hacerlo de toda la oposición. De predecesor a sucesor. Con mucha clase. Luego pasó la socialista Cristina González, clave por los cuatro votos de su partido a la candidatura jeltzale. Y siguieron Kike Fernández de Pinedo (EH Bildu) y los portavoces de Podemos, Ciudadanos e Irabazi. Así, poco a poco, el nuevo diputado general fue saliendo al vestíbulo, donde le esperaba su gente. Y luego volvió a entrar, para cumplir con el protocolo. Lo hizo sobre un libro de leyes y ordenanzas de 1536, sin cruces ni biblias. Despuès cogió el bastón y el público respondió con aplausos. Sólo algunos junteros de la izquierda abertzale y del PP se olvidaron de dar palmas. Pero él no se dio cuenta. La mirada emocionada de Ramiro padre eclipsó la sala. Lo emborronó todo.

Arrope nacionalista. El PNV acaparó el grueso de invitados. Era su día. La mayoría llegó por la tarde para el momento feliz. Se pudo ver a la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, al alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, el exdiputado general Xabier Agirre, el exedil Unai Grajales, a junteros de la anterior legislatura, a miembros de la Ejecutiva del ABB, representantes de Rioja Alavesa, al presidente de la Cuadrilla de Añana y a algunos parlamentarios.

Asistentes socialistas. Por la mañana, finalizados sus deberes en los plenos ordinarios en el Parlamento Vasco y el Ayuntamiento de Vitoria, dos figuras socialistas acudieron al Palacio de la Provincia: Idoia Mendia, secretaria general del PSE en Euskadi, y Peio López de Munain, portavoz del PSE en el Consistorio gasteiztarra. También se vieron a varios miembros de las Juventudes Socialistas.

El apoyo de Irabazi. A las nueve de la mañana, puntuales como clavos, entraron en la sede de la Diputación el concejal de Irabazi Gasteiz, Óscar Fernández, y varios compañeros de partido para seguir el discurso de su colega en las Juntas, Damián García. Aplaudieron la primera intervención con ganas y dejaron huella de sus impresiones en las redes sociales.

Otros. Por la mañana acudió al Palacio de la Provincia el presidente de la Asociación de Concejos de Álava, Javier Argote, que siguió con gran atención las intervenciones tanto de quienes presentaban su candidatura a diputado general como de los portavoces del resto de grupos. Por la tarde, cuando finalizaba el acto, se vio también a Fernando Palacios, responsable de la Federación Alavesa de Pelota charlando animadamente con los ganadores.