vitoria - El hielo sólo debería existir para enfriar las copas, custodiar los productos congelados, descongestionar moratones y preservar los casquetes polares. Lástima que la lógica de la Naturaleza sea otra. Las placas que comenzaron a formarse bajo el edredón nórdico de estos pasados días han asomado a la luz. Y la nieve que no terminó de diluirse con sal se ha entumecido. Estaba claro que iba a suceder. Las temperaturas bajo cero, en combinación con la obstinación del blanco elemento, es lo que tiene. También estaba claro dónde iba a focalizarse el riesgo de patinaje. Ayer, tras una noche gélida, los barrios y los polígonos fueron los puntos más conflictivos para el tránsito. El centro, por contra, amaneció con mejor pinta y recuperó más rápido el tipo. El Ayuntamiento siempre se pone la RAE por montera para limpiar, fijar y dar esplendor a las llamadas zonas nobles.
Total, que en el primer día de esta nueva semana donde, eso sí, al fin resplandeció el cielo, hubo algún que otro traspié y derrapes, pero sin graves consecuencias. Se ve que los vitorianos anduvieron todo lo precavidos que la ciudad les dejó tanto en las aceras, caminando en hilera por los senderos despejados para facilitar los desplazamientos, como en las carreteras, donde la circulación pausada fue la tónica general del día. El parte del HUA sólo contabilizó tres atenciones en Santiago por sendas caídas que no requirieron ingreso y ni una, al menos por la mañana, en Txagorritxu.
Poco tuvo que ver lo de ayer con la caótica semana pasada, especialmente el miércoles, cuando más de 60 personas dieron con sus huesos en el suelo y después en el hospital, muchas de ellas con fracturas. A falta de recopilar todos los datos oficiales, se podría decir que ascienden a más de cien los pacientes que han pasado por Txagorritxu y Santiago durante el temporal debido a las caídas. Una cifra grande que se espera que no engorde mucho más, aunque todavía conviene pisar fuerte y lento. Y, ya de paso, tener cuidado con lo que pueda caer desde las alturas. A la nieve acumulada en los tejados le ha pasado lo que a la que se ha almacenado a pie de calle. Se ha petrificado. Y desde hace varios días, los carámbanos que adornan como pinzas de tendedero los aleros de algunas viviendas amenazan con precipitarse contra el suelo. La mayoría de la gente conoce bien el peligro, pero los Bomberos y la Policía Local volvieron a recordar ayer las pautas para minimizar riesgos. Toda colaboración es poca. Desde los primeros copos, han realizado 200 intervenciones. Noventa de ellas el sábado y domingo, destinadas precisamente a retirar la nieve y los churretones de los tejados y las cornisas que representaban un peligro para los viandantes y para los vehículos estacionados cerca.
El dispositivo llegó a cientos de sitios, pero algunas veces lo hizo tarde, como en el caso de la calle Isaac Albéniz, donde un bloque de nieve causó daños a cuatro turismos aparcados, o en el de Jacinto Benavente, donde el blanco elemento acabó rompiendo una farola. El parte habla además de caídas de cascotes al partirse alféizares de ventanas en deficientes condiciones y desprendimientos de fachadas en diferentes edificios de la ciudad. También se despeñaron cinco tramos de la chimenea de la Escuela Municipal de Música, dos sobre una terraza y tres sobre el tejado. Y en el número 11 de Salvador Aspiazu estalló una tubería, dejando temporalmente sin suministro de agua tanto a ese portal como al 5 de Obdulio López de Uralde y al 4 de Sáenz de Tejada.
Con temporales tan fuertes, hay contratiempos que parecen resultar inevitables, aunque en la calle existen voces discrepantes sobre si se podría haber gestionado mejor o no la nevada. Opiniones que en muchas ocasiones dependen del barrio donde se vive. El propio alcalde tuvo que reconocer ayer que no toda Vitoria ha tenido el mismo trato, pero achacó la discriminación a la “continuidad” de la borrasca. El Plan de Nevadas contempla limpiar primero las vías principales y acudir luego a las secundarias, pero al ser tan intensa la nevada había que volver a actuar en las primeras porque se cubrían de blanco conforme concluía su limpieza, lo que pospuso el cuidado de las demás. Además, según argumentó Javier Maroto, “hay que buscar el equilibrio entre los recursos y las previsiones meteorológicas”.
Eso sí, aun buscando esa optimización, el coste “va a ser elevado”, porque se han movilizado en periodo de preemergencia los medios que antes se activaban en fase de emergencia. Maroto quiso dejar claro que se ha hecho todo lo que se podía hacer y, además, muy bien, como a su juicio lo demuestra la información ofrecida a través de las redes sociales.