nahiane nació encerrada en el cuerpo de un niño. Pero sus aitas, como no eran conscientes del problema, aquel día celebraron por todo lo alto no sólo su llegada al mundo, sino también que junto a su hermana mayor ya tenían a la parejita. Un momento de inmensa felicidad que, poco a poco, a medida que Nahiane fue creciendo, se convirtió en preocupación y tristeza para todos. Cuando comenzó a tener uso de razón, el niño no dejaba de llorar porque sus aitas le compraban ropita y juguetes de chico. Siempre lo tuvo claro, era una niña aunque sus características físicas dijeran lo contrario.
Cuando sólo tenía tres años y llegó la Navidad, Nahiane le dijo a sus padres que quería convertirse en niña y que le regalasen juguetes y vestidos. Pero tras celebrar la Nochebuena, el Olentzero no le trajo nada de lo que deseaba. “Yo he sido muy bueno, ¿por qué no me ha traído nada de lo que le he pedido?”, le preguntó a su ama. Su hermana y sus aitas estaban cada vez más angustiados, le veían muy triste. No dejaba de llorar, sin comprender por qué no podía ser lo que su verdadera identidad sexual dictaba.
Cuando se fue a dormir, todavía sin poder reprimir el llanto, debajo de su cama encontró otro regalo. No pudo parar de gritar de alegría cuando le quitó el papel y descubrió lo que había en su interior. “¡Bien! ¡Por fin! ¡Un vestido de princesa!”, exclamó corriendo por todos los rincones de la casa. Rápidamente se lo puso, se peinó, y cuando se miró en el espejo por primera vez descubrió, por fin, lo que significaba la felicidad plena. “¡Mirad mi cara, estoy guapísima!”. Desde entonces, cada vez que llegaba a casa del cole se ponía su disfraz y jugaba contenta, como cualquiera de su edad.
El niño siguió creciendo y no dejó de pedir más juguetes y ropa de niña. A sus aitas y a su tata siempre les decía lo mismo, que era una chica y no un chico y que quería que sus amigos también lo supieran. A ellos no les importaba que jugara con muñecas o que se pusiese su vestido de princesa, pero le insistían en que era un niño. Cuando un día se derrumbó y lloró con tanto desconsuelo que incluso le dijo a su ama que se quería morir porque no podía ser lo que realmente sentía, fueron al médico para contarle lo que el pequeño les había dicho. Y éste les respondió: “¡Lo siento mucho! Cuando nació os dije que era un niño, pero me equivoqué. Es una niña y cuando sea más mayor su cuerpo cambiará. Ahora lo que tenéis que hacer es cambiarle su nombre y tratarle como lo que es, una niña”.
Sólo tenía cuatro años, pero mejor pronto que tarde para que Nahiane no tuviese de niña únicamente su nombre. Agur Nahier, hola Nahiane, para siempre. A partir de ese día, todo el mundo comenzó a tratarle como lo que era, una niña, y fue muy feliz para siempre.
Este cuento reinterpretado es una historia tan real como cercana, la de una familia gasteiztarra que tuvo que pasar por el duro trance de despedirse de su hijo para darle la bienvenida a lo que siempre habían tenido, una hija, aunque atrapada en el cuerpo que no le correspondía. Una historia de superación, de miedos y de aceptación que han seguido también de cerca las profesionales del centro sexológico vitoriano Emaize, siempre volcadas con la familia. La aceptación y la normalización del caso de su hija incluso ha animado a la madre de Nahiane a escribir un cuento, Yo soy Nahiane, en el que se han basado las líneas anteriores. Una historia que primero sirvió para explicar a los niños de la clase de Nahiane que su hasta entonces compañero realmente era una niña y que en un futuro también podría servir como material didáctico para otros escolares.
Hoy, día del Orgullo LGTB, es un buen momento para recordar a un colectivo, el transexual infantil, que durante décadas ha sido completamente invisible por la incomprensión social pero, sobre todo, por la negación de sus propias familias, traducida en una autonegación que ha convertido la infancia y la adolescencia de estas personas en auténticos infiernos. Ana Ramírez de Ocáriz, sexóloga de Emaize y también socióloga, repite de forma insistente el titular de este reportaje para explicar lo que significa ser transexual. “La identidad sexual no se aprende, sino que se nace con ella. Se descubre en la infancia y no se construye, aunque haya profesionales de la Psiquiatría que no lo entiendan así”, apunta Ramírez de Ocáriz, acompañada por sus compañeras de gabinete Lourdes Pérez y Miren López de Arregi Lakuntza. Emaize acaba de cumplir recientemente 20 años de vida, pero el caso de Nahiane ha sido uno de los primeros de estas características que ha pasado por sus manos, pese a tratarse, lógicamente, de una realidad que siempre ha estado ahí. “En general, hasta hace pocos años, la transexualidad no se consideraba como presente en la infancia, pero desde que los adultos han comenzado a salir cada vez se ven más casos”, certifica la especialista.
La progresiva visibilidad y aceptación social de este colectivo, pese a que todavía se encuentra a la cola dentro de la normalización de la comunidad LGTB, ha ayudado a que las familias que comienzan a ver comportamientos como los que Nahiane tenía de niño pronto se pongan en manos de especialistas. La juventud de la mayoría de estos padres, más educados en la tolerancia que en generaciones anteriores, también ayuda. “Ven que esto no tiene sólo que ver con juguetes y vestidos, sino con sentimientos de pertenencia e identidad sexual”, certifica Ramírez de Ocáriz.
Los padres de Nahiane acudieron a Emaize hace dos años para iniciar un largo proceso de acompañamiento. Primero hubo que determinar ante qué caso concreto se encontraban para que, poco a poco, la niña -físicamente todavía niño- comenzara a vestirse como realmente deseaba en ámbitos cada vez más amplios, abriendo sus espacios y haciendo conocedores de la situación a cada vez más personas de su entorno. Todo ello con un importante apoyo emocional a los padres, ajustando sus ritmos, escuchándoles, atendiendo en definitiva a sus preocupaciones. “Cada caso es diferente. No hay un patrón determinado”, explica Pérez en este sentido.
La buena disposición de la pediatra de la niña y también de su profesora ha ayudado a que las cosas hayan sido más fáciles dentro de la enorme dificultad. “Tenemos las cosas tan preconcebidas y establecidas que el proceso es largo y en muchos ámbitos. Hay que pasar de la sorpresa a hacerte a la idea, a asumirlo, a contárselo al entorno, a ubicar todo... A creer que es de una manera y resulta que no es así”, analiza de nuevo la psicóloga.
actuar cuanto antes Haber conocido a transexuales adultas que le han contado su historia personal ha ayudado también a la madre de Nahiane a abrir los ojos, a pasar a la acción desde casi el primer momento para que la infancia de su pequeña no se convirtiese en un mal trago, para ayudarla en definitiva a que fuese feliz. A diferencia de muchas mayores trans que, tras una infancia y adolescencia marcadas por la negación y el sufrimiento, además han tenido que afrontar la reasignación de sexo con el organismo mucho más masculinizado.
La aparición de los bloqueadores hormonales ha supuesto también un gran paso para el tratamiento de estos casos desde la edad infantil, ya que la iniciación de esta terapia impide que los cambios hormonales se precipiten y la futura conversión sea mucho más sencilla. Años después se procede a feminizar o masculinizar a la persona, en función de su verdadera identidad sexual, pero siempre una vez superada la pubertad. “Los bloqueadores les ayudarán a no sufrir con el cambio y a estar mucho más a gusto consigo mismos”, certifica por su parte López de Arregi. La apertura de un servicio especialmente dedicado a los niños y adolescentes en la llamada Unidad de Trastornos de la Identidad de Género del Hospital vizcaíno de Cruces, el centro de referencia para estos casos en la CAV, constituye en este sentido una de las reivindicaciones más importantes para las profesionales de Emaize.
La despatologización de la transexualidad, que sigue apareciendo en el listado de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría -como disforia de género-, es otra de las exigencias básicas del colectivo LGTB que las profesionales de Emaize también hacen suya. “La atención a la sexualidad debe estar marcada por el fomento de la diversidad, ni más ni menos”, argumenta Ramírez de Ocáriz. A pesar de que, según confirma la propia sexóloga, “es indudable” que el colectivo trans todavía va por detrás, “también es innegable que se están dando pasos”. La ley autonómica que cristalizó en la apertura de la unidad de Cruces o la norma estatal que ha logrado agilizar el cambio de nombre de las personas transexuales son dos de los más destacados.
Ramírez de Ocáriz desea que la historia de Nahiane, que ya está publicada e ilustrada en formato PDF, pueda extenderse en un futuro no muy lejano por miles de aulas, pero advierte de que la conversión del cuento en un libro de papel será inviable sin la ayuda económica de alguna institución pública, a las que aprovecha para lanzar un guante. “Sería importante para seguir normalizándolo”, advierte Pérez. Un paso fundamental para que la bonita historia de superación de esta familia dentro de unos años sólo sea una historia más.