en Subijana de Álava las pancartas contra el fracking están a las puertas de casi cada una de las casas del pueblo. En esta pequeña localidad ubicada entre la N-1 y los Montes de Vitoria la vida rural pervive, pues los campos están sembrados de cereal, casi en su punto de cosecha a estas alturas del año, pero la imagen es un tanto engañosa. Quedan agricultores, pero la mayoría de los vecinos trabaja en Gasteiz, o en Nanclares, y la ganadería prácticamente ha desaparecido.

Subijana es el epicentro de la llegada del fracking a Álava, el lugar donde se ubicaron los dos pozos exploratorios llamados a comprobar si hay gas esquisto bajo el subsuelo alavés.

Pero esta localidad, además de ser la principal afectada por la posible implantación del fracking, es también un concejo alavés cuyos vecinos hacen uso del monte, un uso que la tramitación de la declaración de Parque Natural limitó de forma importante.

En el pueblo chocan los dos intereses, que el Pleno del Ayuntamiento de Gasteiz, al que pertenecen Subijana y otros 60 pueblos, trató de conciliar proponiendo la redacción de un Plan de Ordenación de Recursos Naturales que vetara la fractura hidráulica, los parque eólicos o las redes de alta tensión y a la vez permitiera a los concejos seguir siendo los gestores del monte en el día a día. El PORN original limitaba el crecimiento de las localidades y prácticamente impedía la actividad al sector primario.

En Subijana, en todo caso, lo que preocupa a los vecinos es el fracking. "Estamos muy enfadados, somos alaveses y queremos opinar aquí, no que se tomen las decisiones en Madrid", señala Gorka López de Ullibarri mientras cuida su huerta en el centro del pueblo. "El fracking nos preocupa porque las fincas son nuestro modo de vida", afirma Gorka, pesimista pese a la movilización vecinal. "Yo creo que van a hacerlo porque al fin y al cabo la pasta es lo que manda", explica el vecino de Subijana , quien recuerda que "aquí ya hicieron una prueba hace años".

Por otro lado, Gorka siente la valla que separa el pueblo del monte como un puesto fronterizo hacia un lugar, la sierra, que considera suyo, suyo y de todo el pueblo. "Yo no sé para qué la ponen, si no hay ganado ni nada, y el monte está peor que antes. Nosotros subimos y limpiamos la leña, y encima viene el guarda y te dice que adónde vas, que de dónde vienes", se queja el joven, quien resalta el hecho de que tanta restricción no haya podido impedir la construcción de la cárcel de Zaballa, una explanada tan metida en la ladera del monte que impide el paso natural a los animales, señala Gorka. "Para lo que quieren entran hasta donde les da la gana y los de aquí no pintamos nada", afirma.

implicación Nati Barredo dice no saber mucho sobre el fracking, pese a que sus hijos son de los vecinos más implicados en el freno a la fractura hidráulica y a que en su casa, a falta de un cartel contra esta técnica, hay dos. "Si llega el fracking nos quitarán tierra de labrar, y si nos quitan la agricultura, que es de lo que vivimos, nos dejan sin nada", afirma la mujer, quien explica cómo sus hijos y el resto de vecinos se movilizan para impedir que el proyecto prospere. "El concejo se ha movido, ha habido reuniones, han ido a las manifestaciones, pero claro, es un pueblo pequeño...".

En cuanto a los usos del monte, Nati explica que están restringidos estrictamente a labores agropecuarias, pero más allá de la molestia de no poder llevar vehículos no tiene mayor queja.

Félix Alaña vive en Vitoria capital, pero comparte con sus hermanos la casa familiar de Subijana. El pueblo, dice, "se está dando cuenta de lo que significa el fracking", pero a su juicio el carácter pacífico de sus vecinos, el hecho de que la gente haga una vida muy independiente, y que "cada cual tenga su vida ya en Vitoria" juegan en contra de la oposición a la fractura hidráulica. "El pueblo tampoco quería la cárcel, y ahí está", afirma Félix, quien asegura que en su día se ofreció al concejo subir el gas hasta la puerta de las casas a cambio de facilitar las cosas, "y dijeron que no".

Félix cree, por otro lado, que la actividad agropecuaria es fundamental para garantizar el buen estado de los montes, a día de hoy "muy dejados porque ya no hay ganadería".

Gorka trabaja en el campo, y ve con temor la posibilidad de que la fractura hidráulica impida a los vecinos de Subijana seguir con el modo de vida tradicional.

Alaña asegura que Subijana se opone a la llegada del 'fracking', pero cree que la vida independiente de sus vecinos impide una acción más fuerte ante la posible implantación de esta técnica.