Las fiestas en honor a Nuestra Señora del Rosario llegaron ayer a su fin tras siete agotadores días de diversión en la calle. Con la celebración del último día de ferias, los aguraindarras dieron por concluidos los festejos más importantes del año y se despidieron hasta el próximo. La traca final y el entierro de la sardina pusieron el broche de oro a la última jornada, en la que no faltó el buen ambiente que ha reinado en la villa durante la última semana. Y eso que el frío y el viento se convirtieron en protagonistas indiscutibles del día.
Desde primeras horas de la mañana un intenso cielo gris plomizo acompañó a madrugadores y gaupaseros. Sin embargo, esta fea estampa no fue impedimento para que decenas de niños y niñas disfrutaran en la plaza de Dulantzi de su particular rincón de juegos. Castillos hinchables, una goma elástica y unos particulares triciclos hicieron las delicias de los chavales más arriesgados. Con la ayuda de los padres y madres, los más pequeños se fueron deshaciendo de las zapatillas, zapatos y abarcas para lanzarse a los templos de goma. Brincos, volteretas y algún que otro coscorrón se fueron sucediendo a lo largo del día, con chavales de todas las edades dispuestos a despedirse de las fiestas a lo grande. Entre ellos, Xabier, quien estuvo brincando sin descanso amarrado a dos cintas elásticas sujetadas a un arnés. Abajo, su madre se preguntaba "¿Cómo no le dará miedo? Si a mí solo con verlo se me pone mal cuerpo". Tal vez habría preferido que su hijo se decantara por los dos triciclos, entretenimientos algo menos intrépidos pero en los que había que hacer cola para montar.
Mientras los pequeños se divertían en la zona oeste del pueblo, en pleno centro, en la plaza de San Juan, tuvo lugar la concentración de gigantes. El gigante y la giganta aguraindarras recibieron la visita de los Reyes de Navarra, del txistulari y la neska llegados desde la cercana localidad navarra de Olazti. Los más pequeños aprovecharon esos minutos para conocer los entresijos de las figuras que acompañan a las fiestas. "Los de aquí tienen estructura de mimbre, mientras que los de Olazti la tienen de aluminio", explicó Miguel Ángel, uno de los dantzaris de los muñecos.
El mínimo movimiento de las grandes figuras despertaba el griterío entre los más pequeños. "No le gustan nada", reconocía una madre, mientras sujetaba en brazos a una pequeña que no paraba de llorar. El sonido del txistu encabezó la kalejira cual flautista de Hamelin. Txistularis y tamborileros, dantzaris, dulzaineros y gigantes conformaron un colorido desfile entre San Juan y Santa María, que llenaron de sonidos tradicionales las calles de la villa.
Uno de los actos del día que más éxito cosechó fue la exhibición de danzas de Jeiki Taldea y de Jare Dantza Taldea, de Gasteiz, en la plaza de Santa María. A unos minutos de empezar, en los alrededores no cabía un alfiler. Amigos, familiares y vecinos se volcaron, un año más, en un acto "ya tradicional en las fiestas de Agurain", tal y como subrayaron los organizadores del evento. Más de medio centenar de dantzaris de entre 6 y 19 años pusieron la nota de color a la mañana dominical. Los primeros en salir al escenario fueron los miembros del grupo local Jeiki, fundado en los 90. Al ritmo de los txistus, el tambor o la dulzaina, los dantzaris fueron interpretando diversos temas -algunos con más acierto que otros- y arrancando el aplauso del público. Ikurrin Dantza, Txantxo Dantza, Makil Txiki, Aurresku, Zinta Dantza o Espata Dantza compartieron protagonismo con temas más contemporáneos.
Sin tiempo para reponer fuerzas los blusas fueron reuniéndose en sus lugares habituales. Unos en los bares de la localidad, otros en los txokos, pero todos ellos con el ánimo y las ganas suficientes para rendir al máximo en la última jornada festiva. Tras el tradicional poteo, acompañado de cánticos espontáneos por distintos grupos de amigos, la plaza de Santa María acogió un año más la comida popular del último domingo. Ya por la tarde, la animación callejera y los diferentes actos centraron la atención de los aguraindarras a los que todavía les quedaban fuerzas tras tanto trajín festivo. La quema de la traca y el entierro de la sardina despidieron a lo grande los festejos patronales, para los que ya ha comenzado una nueva cuenta atrás.