Vitoria. Donde antes había consenso, ahora sobrevuelan las incógnitas. Donde antes había mayorías, ahora huele a soledad. Con la nueva composición del Ayuntamiento de Vitoria, algunos de los grandes proyectos protagonistas de la última legislatura, promocionados por Patxi Lazcoz como los motores para salir de la crisis, están destinados a convertirse en carnaza política, frenarse o mutar. En la lista copa un puesto especial el soterramiento, aunque la palma se la lleva el BAI Center por la polémica que ha despertado dentro y fuera del Consistorio. Una vez que Javier Maroto tome la makila, y si cumple su palabra, será cuestión de semanas que las máquinas que habían entrado en Euskaltzaindia para cavar el parking del equipamiento cultural guarden silencio.

El palacio que impulsó Patxi Lazcoz con el apoyo del PNV -entusiasta al principio, pero tambaleante al salir elegido Gorka Urtaran candidato jeltzale a la Alcaldía- ha perdido la mayoría política. Ya sólo lo quieren seis concejales. Y los veintiún restantes están deseando que llegue la nueva constitución del Consistorio para coger la goma de borrar y dibujar un nuevo futuro. Tanto el PP como el PNV y Bildu coinciden en lo básico: no se puede seguir adelante con este proyecto descomunal sin antes lograr la necesaria financiación externa (de los 157 millones de euros, Vitoria pone por ahora el 80%) ni mantener el actual diseño interior, especialmente el área musical por la imposiblidad de acoger eventos de carácter general que aseguren que el proyecto será rentable.

A partir de ahí, surgen las diferencias. El PP quiere frenar la obras de esta primera fase y ajustar la apuesta en colaboración con los agentes ya implicados para no tener que pagar compensaciones a nadie. El PNV, por su parte, prefiere que finalicen los trabajos del subsuelo y, a partir de ese momento, redimensionar el proyecto. Y Bildu, mientras tanto, apuesta por la paralización inmediata pero no tanto para empezar a limar los inconvenientes económicos y arquitectónicos del BAI Center sino para analizar primero si es que la ciudad tiene esta necesidad cultural y de congresos. En cualquier caso, lo que está claro es que, aunque se mantenga la ubicación de Euskaltzaindia, la ciudad experimentará en cierto modo el deja vu del auditorio de La Senda que impulsó el PP y que el PSE frustró al entrar en el gobierno.

Frente a un proyecto que se toma un respiro para cambiar, a otro que amenaza con echar el freno también por cuestiones económicas: el soterramiento. Al PP y al PNV no les vale con que se firmara el año pasado un protocolo de financiación a cuatro bandas -Ayuntamiento, Diputación, Gobierno Vasco y Gobierno de España- o que se haya creado la sociedad gestora encargada de impulsar los trámites administrativos para que las obras puedan iniciarse en dos años. Las dos formaciones se muestran recelosas de la actitud de Madrid, porque aún no ha fijado un plan de actuación y porque supedita parte de su aportación a la operación urbanística planteada para el corredor liberado. Por eso, Maroto ya ha advertido de que, lejos de esperar, prefiere dejar de lado este proyecto y centrarse en la crisis y el paro. Pero, ¿cómo afectaría esto al proyecto de la estación de autobuses de Arriaga, primera fase de la estación intermodal que estaba previsto que naciera gracias al soterramiento?

El PP y el PNV han dicho que sería una irresponsabilidad construirla mientras se mantengan las largas de Madrid. Bildu, por su parte, no quiere oír hablar del proyecto actual. Cree que, frente a esta operación millonaria, sería mucho más viable y sostenible mantener la actual vía, soterrando en tres fases el trazado actual, y poner la terminal en Renfe.

Salta a la vista que la formación jeltzale se va a hacer notar con sus posturas discordantes. Por eso, ya hay quienes se preguntan si el consenso plasmado en el plan de revitalización del Casco Viejo está a punto de estallar. Algunos de los colectivos más críticos con las actuaciones puestas en marcha en la colina, ya sea por las formas o el fondo, se identifican con la izquierda abertzale.