El movimiento vecinal tiene en Vitoria dos veteranísimos referentes: Paquita San Bartolomé y Guillermo Perea. La monja valenciana que llegó en 1959 a Abetxuko y colgó los hábitos para trabajar para el barrio como representante vecinal, y el inquieto gasteiztarra de izquierdas nacido para reivindicar. Con metodologías distintas, pero mucho carácter, los dos están dispuestos a luchar por lo que les parece justo. Han protagonizado momentos históricos y desean poner su experiencia al servicio de las nuevas generaciones. Lo primero, un consejo: "Paciencia".

Ésa ha sido la máxima de Paquita desde que hace veinte años aceptó liderar la asociación Uribe-Nogales. "Es una labor que exige mucha dedicación, yo tenía tiempo y vocación de servicio", explica esta mujer, que ha logrado influir en todos los gobiernos municipales "con mucha reivindicación, pero siempre manteniendo una relación de respeto y sabiendo que la autoridad la tiene el Ayuntamiento". Entre los principales logros de la asociación, Paquita destaca la primera cooperativa de viviendas, la segunda fase en Iturrizabala, la creación de la Casa de las Iniciativas y la urbanización de las traseras de las primeras viviendas. "Y la famosa piscina, que tardó diez años en salir adelante", apunta la líder vecinal, una asidua en los turnos populares de las comisiones municipales, la mejor manera de tratar los asuntos con todos los grupos y con los medios de comunicación como testigos. ¿Fracasos? "Ninguno, no nos pueden conceder todo", dice.

Sin embargo, Paquita no puede evitar referirse al tranvía. Aunque su asociación logró el apoyo de la mayoría de partidos para paralizar el proyecto, han surgido voces discordantes dentro de Abetxuko que amenazan con quebrantar la unidad que siempre ha caracterizado al barrio. "Hemos hecho frente al desencuentro con mucho dolor", reconoce.

En su relación con el Ayuntamiento, ha notado grandes cambios en dos décadas. "Falla la escucha y la sensatez. Tras tantos años la relación debería ser más amable, más natural. Antes se discutía, nos acalorábamos, pero se alcanzaban acuerdos", afirma. Un punto en el que coincide con Guillermo Perea, que nunca ha tenido apuro de manifestarse en la calle. "La pelea popular tenía resultados, quizá por la falta de experiencia de los concejales. Ahora hay más cerrazón", sostiene.

La primera etapa de Perea como portavoz vecinal, de 1974 a 1979, fue muy guerrera. "Veinte parejas que entramos a vivir a Aranbizkarra creamos Auzokiden Etxea", recuerda. Pelearon por mejoras en sus casas, edificadas de mala manera: se concentraron ante la Caja Provincial, hicieron manifestaciones... Y lograron que el Ayuntamiento acordara con la constructora el arreglo de los tejados y las fachadas. Un gran hito para este veterano, quien desde 1996 ha logrado sumar con la asociación Zazpigarren Araba otros triunfos. Entre ellos, la paralización del plan Tres Santos, el traslado de un taller que generaba mucho ruido y la conversión de la parcela de la calle Madrid en parking. Sin embargo, la gasolinera sigue en su sitio, así como la torreta que suministraba electricidad al taller desmantelado.

Las peleas de barrio han sido la constante de Perea, pero también las de ciudad. Como miembro de la agrupación Interbarrios, ha protagonizado grandes protestas, como las del IBI. "El movimiento vecinal está vivo y la gente se implica cuando una cuestión le afecta", dice Perea, quien denuncia el modelo de participación ciudadana del Ayuntamiento: "Es una mentira y sólo busca dividir".