Pocas sorpresas cabe esperar a estas alturas en torno a los relatos de campaña. Los mensajes-mantra de cada cual buscan convencer por reiteración más que por un principio de realidad. Hoy mismo, el que esgrime el PP de Javier de Andrés de que el modelo de gestión de su partido es un éxito frente a los ajenos, se trajo asistencia de cuatro presidentes de comunidades autónomas que gobierna su partido. Llegaron a convencer a la ciudadanía vasca de que ellos lo hacen mejor y que ahí está el “deterioro de Osakidetza” -este mantra es transversal, no exclusivo del PP-. A lo mejor 48 horas antes habrían tenido más éxito. 

Pero es que, hoy, ya llevaban 24 horas publicados los datos del Ministerio de Sanidad de las listas de espera por comunidades que cifran en Euskadi la espera media para consulta de especialidad en 61 días y en 35 los pacientes en lista por cada mil habitantes. Así que cuando el presidente de Andalucía -143 días y 105 pacientes por mil-, Castilla y León -90 días y 83 pacientes-, Baleares -91 días y 68 pacientes- o Galicia -73 días y 81 pacientes- expusieron el modelo de los que están más atrás que Euskadi en calidad del servicio, no suscitan demasiada fiabilidad.

Otro de los relatos reiterados, este desde las fuerzas que se definen de izquierda -federal, confederal, soberanista... según el caso y a veces hasta el día- es el de la “privatización” de los servicios. De nuevo la salud, que es materia sensible para todos, se lleva la palma con eso del desmantelamiento y la contratación de servicios privados por no pagar más y mejor a los propios. La realidad dice que Osakidetza dedica un 6,1% de su presupuesto a convenios con la privada, cuando la media en el Estado es de un 8,8% y en el sistema catalán, gobernado por ERC, poco sospechosa de afán privatizador, alcanza el 23,3%. Los sueldos se llevan el 53% del presupuesto del departamento vasco, el 45,9% en el Estado y el 37% en Catalunya.

Yo sé que los datos son una aburrida forma de conocer la realidad y resulta mucho más cómodo que te la cuenten otros. Si además te dan la razón cuando exiges ser el primero en recibir el servicio y el último en prestarlo, el éxito ahí has hecho un amigo para toda la vida. Ejemplo: Alba García, candidata de Sumar, declaró que lo que hay que buscar es ganar más dinero y trabajar menos, que es la versión de pancarta -que también la reivindica- de la promesa del PP y Vox de bajar los impuestos sin que se resientan los servicios.

“Es hora de de repartir la plusvalía y de que los trabajadores ganemos más dinero y tengamos más horas de vida”

Alba García - Candidata de Sumar a lehendakari

Otro relato que necesita no contrastarse con datos es el de EH Bildu con la industria. Deterioro, pérdida de empleo, menor aportación al PIB... el apocalipsis con el PNV. Dice el último informe completo sobre el sector que recoge el Eustat correspondiente a 2022 (porque el del 23 está aún recopilándose), que la industria vasca creció casi un 2% en empleo, un 27% en actividad, un 15% en valor añadido y un 39,8% en inversión. Y eso sin que la nacionalice y dirija ningún poder público, como volvió a reclamar Oskar Matute, que fue el encargado de explicar la cuadratura del círculo de la coalición sin ningún dato. Al PSE, que ejerce de oposición mientras espera seguir siendo gobierno, le corrigió la vicesecretaria general de su matriz, María Jesús Montero: si Andueza e Itxaso se desgañitan afirmando que con el PNV no se gestiona bien, su jefa admitía que la coalición de Gobierno en Euskadi “ha sido una buena experiencia” (sic).

Pasará la ventolera electoral y estas cometas tocarán suelo. Ahí promete esperarles Imanol Pradales para liderar acuerdos de país.