xistenciertas fechas en el calendario especialmente negras, en las que parece como si una extraña conjunción planetaria se hubiera dado.

Una de ellas es el 11-S en la que hace 48 años se produjo un hecho que conmocionó el mundo: el golpe de estado en Chile contra su legítimo mandatario Allende.

También hace 20, cifra redonda esta, se produjeron los ataques terroristas contra las torres gemelas de NY, el Pentágono y dos aviones comerciales.

He releído con atención el artículo escrito aquella tarde, aún perplejo, aturdido, en estado de shock por las terribles imágenes de los atentados de ese 11 de septiembre que conmocionaron nuestro mundo.

Recuerdo los interrogantes que me hacía. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuáles son las consecuencias de esta tragedia? Sabiendo ya ahora con certeza las respuestas.

Los EE UU reaccionaron como el niño nuevo rico que enrabietado porque le dan en el cole una colleja, coge un AK-47 y entra en su aula disparando a diestra y siniestra. Eso es fácil en un país con tantas armas por metro cuadrado. A raíz del ataque entraron como elefante en una cacharrería allí donde creían había nacido, o donde suponían, ahora se sabe que erróneamente, se encontraban armas de destrucción masiva.

¿Serán esclarecedores los documentos que Joe Biden asegura va a desclasificar?

Así fueron cayendo uno tras otro Sadam Hussein, Muamar el Gadafi, los talibanes y otros, sembrando de sangre y fuego Irak, Siria, Libia o Afganistán.

Alteraron el orden mundial para siempre, destrozaron países con miles de muertos y millones de refugiados y todo ese sufrimiento para volver de nuevo a la casilla de salida.

Aplicaron esa característica tan innata del pueblo americano que es la necesidad de venganza, que no ha solucionado nada.

Porque ha sido una venganza contra un enemigo invisible, pero que para ellos tenía nombres y apellidos contra los que dirigieron toda la ira de su terrible poder militar.

Esa respuesta ha sido tan criminal como aquellos atentados, provocando la pérdida de vidas humanas inocentes entre la población civil de esos países. Pero lo peor es que ha resultado estéril.

Han cambiado el mundo a peor y de nuevo surge aquél interrogante: ¿Y ahora qué? ¿Qué se puede hacer después de la rabia que habrán acumulado después de su salida de Afganistán con el rabo entre las piernas?

Quizás en esta nueva era que comienza, sólo el papel de equilibrio que debe recuperar Europa puede evitar que EE UU siga cometiendo errores y desmanes. La UE debe evitar activamente una nueva era negra para el mundo.

Mientras tanto solidarizarnos con el pueblo afgano como hace 20 años lo hicimos con el americano y otras veces lo hemos hecho con el palestino, sirio, iraquí, o saharaui, conscientes de que en la historia del mundo ha quedado claro que el humano es una especie capaz de tropezar infinitamente en la misma piedra.

Esperemos que no y este veinte aniversario nos haga recapacitar.

Veremos.

El autor es ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE