a Organización de Naciones Unidas, que tiene desplegada una misión de paz en el Sáhara Occidental desde 1991 con el nombre de Minurso (Misión de Naciones Unidas para el referendo en el Sahara Occidental), se ha vuelto prácticamente irrelevante en este conflicto que ha cumplido ya 45 años y que enfrenta a Marruecos con el Frente Polisario.

Pese a la renovación del mandato de la Minurso a principios de noviembre, la inoperancia de este órgano se hace evidente con la violación del alto el fuego firmado en 1991 por parte de Marruecos en el paso fronterizo de Guerguerat.

Con esto, la resolución, casi calcada a la del año anterior y en la que se reproducen buenas palabras y mejores intenciones en la mediación del conflicto, queda en saco roto tras la respuesta del Frente Polisario a la agresión marroquí, una réplica que vino acompañada de la exigencia de la retirada de las tropas de Rabat.

La Minurso llegó con la misión de organizar un referéndum de autodeterminación entre los saharauis que nunca se llevó a cabo por discrepancias sobre el censo de votantes; desde hace más de diez años, el único papel de la Minurso es el desminado de la zona y la comprobación del respeto al alto el fuego.

En este sentido, Naser Burita, ministro marroquí de Exteriores se congratuló por la última resolución del Consejo, que confirmaba que “el Consejo limita su mandato a la observancia del alto el fuego”.

Por su parte, el Polisario lamentó la resolución por “carecer de medidas que hagan avanzar el estancado proceso de paz y que empoderen a la Minurso para que cumpla su mandato. El Consejo ha optado una vez más por la inacción”.

La Minurso es la única misión de paz de la ONU sin papel alguno en los derechos humanos y, además, los vehículos con los que patrullan en la zona llevan matrícula marroquí y no la placa azul de la ONU, también por imposición de Rabat.

La labor de la Minurso como fuerza de interposición es también simbólica: en los últimos incidentes del paso del Guerguerat, territorio desmilitarizado y fronterizo entre Mauritania y el Sahara Occidental, en el que la tensión se ha disparado después de que el Ejército marroquí intentara reabrir con un operativo militar una ruta hacia Mauritania que bloqueaban miles de manifestantes saharauis en protesta por la inacción de la ONU y la Minurso en la consecusión de la paz y por la ocupación de las tropas de Rabat.

Cuando comenzó el conflicto por el bloqueo del Polisario, el papel del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se limitó a pedir a esos simpatizantes que no obstaculizaran el tránsito comercial entre Mauritania y Marruecos, y a lamentar que “sus esfuerzos” por evitar la escalada de tensiones no dieran sus frutos. Por su parte, la Minurso se mantuvo al margen y como mera observadora del conflicto, que informa al ámbito internacional sobre la evolución de las tensiones.

Desde el alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario en 1991, ha habido un Enviado Personal del Secretario General para el Sahara que se ha encargado de propiciar un acercamiento político entre las partes, primero para consensuar el referéndum, y ahora para buscar una salida mutuamente aceptable para las dos partes.

Pues bien: en mayo de 2019 el último Enviado, el alemán Horst Köhler, que llevaba menos de dos años en el puesto, renunció alegando motivos de salud, y desde entonces su puesto está vacante, y no hay indicios que hagan pensar que su reemplazo está cerca.

Köhler logró sentar en una mesa redonda a Marruecos y el Polisario, junto con Argelia y Mauritania, pero Marruecos se cuidó muy mucho de precisar que aquello no eran “negociaciones”, porque no había nada que negociar.

Köhler, como sus predecesores, tuvo además escasa libertad de movimiento para desplazarse por el territorio: en 2015, el Gobierno marroquí reconoció que prohibía al entonces Enviado, Christopher Ross, desplazarse a El Aaiún, después de que un primer viaje -en el que se reunió con sectores independentistas- disgustara a Rabat.

En realidad, ningún Enviado para el Sáhara ha conseguido hacer a las partes ceder en lo más mínimo sus posturas -Marruecos ofrece una autonomía, el Polisario exige un referéndum-, y eso hace que el conflicto esté tan estancado como hace veinte años.

Marruecos ha apostado este 2020 por abrir consulados de países amigos en El Aaiún y Dajla: son hasta ahora quince los países subsaharianos que han inaugurado consulados generales en El Aaiún o en Dajla. Algunos de esos países -Senegal o Guinea Conakry- tienen población allí, pero en el resto de casos no se le oculta a nadie que la decisión es política: son señas de apoyo a la “marroquinidad” del Sáhara, gestos de apoyo a un país aliado.

Marruecos mueve sus fichas diplomáticas ante la inacción de la ONU; el Polisario, por su parte, mueve las suyas en el terreno, en el paso de Guerguerat, donde ha intervenido para proteger a los ciudadanos saharauis que se encuentran desde hace semanas en el paso fronterizo para protestar contra la inacción de la ONU y la Minurso.

Falta por ver si los problemas de desabastecimiento que ya se detectan en Mauritania por el bloqueo de los camiones que traen fruta y verdura de Marruecos no ponen a los mauritanos -siempre en una delicada neutralidad en este conflicto- contra el Frente Polisario y obligan así a terminar el bloqueo.

Por el momento, la tensión continúa con el comienzo por parte del gobierno marroquí de la construcción de una carretera en el Guerguerat, donde varias excavadoras están allanando los cinco kilómetros que unen el puesto aduanero marroquí de Guerguerat con la frontera mauritana, un paso que atraviesan a diario 200 camiones de transporte internacional TIR y 200 vehículos privados y al que el Frente Polisario considera “frontera sin validez legal”, lo que reserva a la ONU el derecho a tránsito.

La ONU se limita a observar el alto el fuego entre Marruecos y el Sáhara y a informar sobre los choques entre ambos contendientes

El Frente Polisario comenzó su bloqueo en el paso del Guerguerat en protesta por la inacción de la Minurso en el proceso de paz