madrid - Era el momento más esperado de la investigación y no defraudó. El presunto cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, decidió ayer tirar de la manta y reconocer los hechos ante la Audiencia Nacional. Su declaración adquiere un valor adicional por ser él quien habría liderado la red y, de ser cierta, apunta a una trama de intermediación entre un conglomerado de empresas y administraciones gobernadas por el PP, con la finalidad de favorecer a esos grupos empresariales y conseguirles contratos públicos. La intermediación la desarrollaban él mismo y el extesorero del partido Luis Bárcenas, y se repartían entre ellos las comisiones con las que premiaban su labor los empresarios. Admitió haber entregado sobres de dinero a políticos que colaboraban y, según su versión, la idea de la trama partió de Bárcenas. Pero, sobre todo, lo que provocó un seísmo en la sala fue la confesión de que el entramado alcanzó al mismísimo gobierno español durante la etapa de Aznar, donde se habrían amañado grandes obras como las autopistas o el AVE. Correa aseguró haber pagado unas comisiones del 2 o 3% a Bárcenas por esos conceptos. La cantidad se la entregaba siempre a Bárcenas, en su casa o en la sede el PP, y señaló a los ministerios encargados de las infraestructuras o el medio ambiente.
“Venía un empresario y nos daba la licitación, a ver si podíamos conseguir que la obra fuese para nosotros. Yo se lo pasaba a Luis Bárcenas, y Bárcenas la gestionaba con el correspondiente ministerio y, si conseguíamos la adjudicación, el empresario entregaba un porcentaje del 2 o el 3%, y luego yo se lo llevaba a Génova”, relató. Cabe recordar que la Policía ha señalado varias veces a lo largo de la investigación a Francisco Álvarez Cascos como el mayor perceptor de fondos de la trama. Fue ministro de Fomento cuatro años y vicepresidente durante otros cuatro. Correa extendió ayer la sombra de la sospecha sobre las grandes infraestructuras, al citar las carreteras, autopistas y al AVE. En un momento de su intervención dijo que ahorró al PP mil millones, aunque después se desdijo. Su declaración continuará hoy en el tribunal.
Su versión supone una enmienda a la totalidad de la tesis que han tratado de proyectar los populares, que han dicho que este caso es un episodio local ceñido a los ayuntamientos de Majadahonda y Pozuelo de Alarcón, y que el partido no se lucró ni tuvo nada que ver. Correa implicó ayer a Bárcenas y llegó a asegurar que la sede de Génova era su segunda casa. El señalamiento de Bárcenas fue especialmente intenso, puesto que se refirió a él como la persona que le introdujo en el PP y en la organización de mítines. Eso sí, ciñó los acontecimientos a la época del expresidente José María Aznar. Libró de toda culpa a Mariano Rajoy que, según su testimonio, puso fin a esa relación simbiótica y provocó que la trama fuera desterrada a Valencia, donde continuaron los negocios con Francisco Camps.
Rajoy recibió ayer una de cal y otra de arena. Por un lado, Correa expandió la trama al corazón del PP y el gobierno de Aznar pero, por otra, dio la razón a la actual dirección del PP cuando trata de poner tierra de por medio asegurando que el caso es de otra época y se limitó a la era del expresidente. Un Aznar con el que, además, el PP ha cortado todos los lazos afectivos y políticos. La fundación Faes se ha desvinculado de la formación, y Aznar lleva años distanciado ideológicamente del PP, al que acusa de falta de rumbo y de haber renunciado a principios básicos del liberalismo como la bajada de impuestos. En cualquier caso, queda el cabo suelto de Bárcenas, hasta hace poco protegido por el manto del presidente en funciones cuando le envió aquel célebre mensaje pidiéndole que se mantuviera fuerte. Cuando se complicó la causa de la presunta contabilidad B, pasó a ser un delincuente para el PP. Desde entonces, el partido ha asegurado que cualquier negocio de Bárcenas, como el cobro de comisiones, era estrictamente personal y en su beneficio.
Según declaró ayer Correa en la Audiencia Nacional, él se encargaba de contactar con las empresas, y Bárcenas se ocupaba de las relaciones con los políticos. Por lo visto, el dinero que cobraba lo llevaba a Suiza para mantener la “opacidad”. La estrategia de defensa de Correa, sobre el que pesa una petición de cárcel de 125 años y que tiene otras causas abiertas, consiste en tratar de aliviar su carga colaborando con la justicia, pero sin complicar su situación procesal. En ese sentido, trató de restar importancia a los regalos a políticos asegurando que los presentes son una práctica habitual en la empresa privada, que firmas de prestigio como Loewe también tienen un departamento de obsequios, y que todo el mundo regala cestas en Navidad. Fue tan prolijo en ejemplos, que tuvieron que cortarle para que no se fuera por las ramas. “¿Cómo no voy a hacer un regalo a una persona que me está dando un trabajo importante?”, remató. Llegó a decir que, cuando el juez Garzón destapó la causa, tendría que haberse limitado a darle un tirón de orejas o imponerle una multa, porque el caso no es tan importante. Pidió perdón y añadió que nunca tuvo intención de delinquir, y que las adjudicaciones se producían en el seno de un concurso con otras empresas.
La Fiscalía imputa a Correa haber liderado un entramado societario dirigido a enriquecerse ilícitamente con fondos públicos y con la colaboración de una serie de políticos a los que compensaba con pagos en especie. Según Anticorrupción, cobró más de 40 millones en adjudicaciones irregulares y lo ocultó al fisco. Lo que se está juzgando en el tribunal es la primera época de la causa, desde 1999 hasta 2005. Correa, no obstante, explicó que los contactos comenzaron a partir de 1996, cuando Aznar ganó las elecciones. La relación cesó con la llegada de Rajoy a la presidencia del PP. El presunto número dos de la trama, Pablo Crespo, “no tenía buena relación” con el nuevo líder, y Bárcenas los despachó con “no muy buenas maneras”.
Correa sostuvo que Bárcenas se había embolsado 1,6 millones de euros y regalos en forma de viajes a Reino Unido y Suiza, algo que negó ayer el extesorero. Habló también de un pago al exconsejero de la Comunidad de Madrid Alberto López Viejo, un 3% por la adjudicación de un servicio de limpieza. Admitió haber dado sobres a políticos y cargó con toda la culpa, exonerando al resto de la red. En la causa serán juzgadas 37 personas, y el PP está implicado como beneficiario, pero no como parte activa. En cuanto a los empresarios, Correa citó al antiguo dueño de Constructora Hispánica, Alfonso García-Pozuelo, aunque avisó de que hubo más casos.otra vez sepúlveda Si hay alguien que salió malherido de su declaración, además de Bárcenas, fue el exalcalde de Pozuelo de Alarcón y exmarido de la exministra Mato, Jesús Sepúlveda, a quien otros acusados han señalado también de manera clara como una pieza clave en la trama. Según dijo, trabajaban casi codo con codo, en la medida en que por aquel entonces Sepúlveda era el encargado del área electoral y los mítines a nivel estatal. Él y Bárcenas eran sus contactos para organizar actos. “Le hicimos algunas atenciones, a las que aquí se ha dado importancia y que a nosotros no nos costaban dinero, como payasos, globos, castillos hinchables, en cumpleaños y en la comunión, una práctica habitual”, resumió. Ese vínculo con la dirección electoral a nivel estatal vuelve a apuntar al conocimiento de la cúpula. “Yo me pasaba el día en Génova, yo estaba más tiempo en Génova que en mi propio despacho (...). Era mi casa, vamos”, dijo.
Correa dice que Bárcenas fue quien le introdujo en el PP, y que ambos se repartían las comisiones. También fue quien puso fin a la relación por orden de Rajoy.
El acusado relata que la relación con el PP comenzó en la etapa de Aznar, y describió al yerno del expresidente, Alejandro Agag, como un “íntimo amigo” suyo.
Correa dice que la relación acabó con Rajoy, y que Bárcenas los despachó con cajas destempladas. La trama se trasladó a Valencia de la mano de Álvaro Pérez, ‘El Bigotes’.