madrid - La crisis interna continúa en Podemos, aunque los llamamientos de algunos primeros espadas traten de apaciguar el terremoto generado por la destitución del secretario de Organización, Sergio Pascual. Hombre fuerte en la tarea de gestionar las estructuras territoriales cuyas disputas vienen desangrando a la formación morada, no haber sabido taponar las hemorragias en comunidades clave como Catalunya o Galicia, o la reciente herida abierta en Madrid, ha desembocado en una fulminante maniobra de la que el líder, Pablo Iglesias, sale vencedor. Sustitución más “táctica” que organizativa, “corregir el rumbo” es el argumento dado para que el secretario general cierre filas haciéndose con la posición de mando total para reforzar el control interno. “Las competencias serán asumidas a todos los efectos” por el máximo responsable, rezaba el escueto comunicado con el que el partido asambleario se quitó de encima al que desde noviembre de 2014 hasta anteayer había sido la llave organizativa para la la cohesión del complejo aparato morado.
“Agradecemos el buen trabajo realizado, pero los últimos acontecimientos dan muestra de una gestión deficiente cuyas consecuencias han dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como es el proceso de negociaciones para conformar un Gobierno del cambio”, señala el texto con el que Podemos dejó caer a Pascual, al que diversas corrientes colocaron la vitola de brazo derecho de Errejón. Relevado de sus funciones, “si bien mantendrá sus atribuciones como diputado por Sevilla”, algunos altos responsables cerraron filas en torno a Iglesias para explicar un recambio organizativo que dota de mayor poder al líder de Podemos.
La maniobra venía gestándose con anterioridad. De ahí el llamamiento anteayer a la unidad, con una carta a la militancia en la invitaba a no repetir los “errores de Madrid y asumir responsabilidades”. Fue todo un aviso. El papel dominante del secretario general se verá así reforzado, ya que las atribuciones de Pascual pasan a ser asumidas por la Secretaría General, al menos “hasta que tenga lugar el nombramiento de un nuevo secretario de Organización por parte del Consejo Ciudadano Estatal”. Elegido por el líder y refrendado por la Ejecutiva del partido, el recambio llegará a finales de abril.
Varios altos cargos como Carolina Bescansa, secretaria de Análisis Político, o Irene Montero, portavoz adjunta en el Congreso y jefa del gabinete de Iglesias, salieron al paso para tratar de arrojar algo de luz a las sombras de la destitución. Partidarios y detractores ya habían dado su opinión para entonces, pero ambas coincidieron en que los motivos se sustentan en una base sólida, asentada sobre todo en la pérdida de confianza del ya destituido por la escasa cintura mostrada en las revueltas por el control de los órganos directivos autonómicos en hasta siete comunidades autónomas. “No creemos que haya desacuerdos políticos, aunque sí existan desacuerdos tácticos. Creemos que tenía que haberlos evitado y en un momento tan delicado como este no lo ha hecho”, evidenció Bescansa. Montero fue más allá, al apuntar que la génesis del asunto está en la Comunidad de Madrid, aunque arrancó en septiembre del pasado año cuando desde Catalunya comenzaron las primeras críticas a que la cúpula se inmiscuyera en las decisiones locales. “Su cese es algo que tiene que ver con lo que entendemos que ha sido una gestión inadecuada e ineficiente en los diversos territorios. Es algo que forma parte de la normalidad de una organización política, que cuando hay un problema organizativo, trata de resolverse con un cese”, agregó la estrecha colaboradora del secretario general.
Poniéndose la venda a la herida que Podemos deberá de sanar durante los próximos días, la formación asamblearia espera “tratar de resolver” sus problemas organizativos. Así lo avanzó Montero, que ahondó en que “el ejemplo de Madrid ha hecho daño y creemos que deben asumirse responsabilidades”. Endosada la enésima crisis a Pascual, cercano a Errejón como los diez miembros dimitidos del Consejo Ciudadano de Madrid, este organismo liderado por Luis Alegre -estrecho colaborador de Pablo Iglesias-, echó ayer a andar nuevamente apelando a que las “dificultades organizativas” que alumbraron el cisma se resolverán sin que haya “ningún conflicto”.
La cúpula podemita confía en que el nuevo rumbo permita que la formación deje atrás las tormentas para centrarse de lleno en pilotar las negociaciones para la gobernabilidad del Estado. “Corregir es positivo”, insistía Bescansa para respaldar la decisión adoptada por Iglesias. “Cuando se cambian los equipos para conseguir mejor los objetivos es una lectura correcta”, profundizó. La mirada está puesta “en el trabajo que tenemos que hacer para formar un gobierno de cambio. Distraer ese objetivo con acciones que tienen que ver con otros procesos internos es hacerle un flaco favor a la organización”, apuntó.
Silencio de errejón En un partido en el que la cohabitación de las corrientes y las disputas entre los diferentes niveles del aparato suele airearse en público, la contundente decisión de Iglesias generó un torrente de comentarios, a la vez que abre interrogantes sobre los efectos que podría tener en algunas sedes territoriales. Al silencio que mantuvo Errejón se contrapuso la voz del influyente exnúmero tres y fundador del partido asambleario, Juan Carlos Monedero que señaló que Pascual, al que calificó como “amigo”, debería “haber dimitido después de esa crisis madrileña; y no habría pasado nada”. También tuvo críticas para los dimitisionarios madrileños próximos a Errejón. Los anticapitalistas, por su parte, apuntaron a la estructura organizativa, al apuntar que “un modelo insuficiente facilita gestiones deficientes”.