tolosa - Enhorabuena y mucho ánimo, que le va a hacer falta para seguir en el cargo en estos tiempos de crisis.

-Pero tengo la confianza de que los últimos cinco años, que ya los he sufrido, hayan sido los peores. Espero realmente que cambie la situación y, de hecho, aunque no lo note la ciudadanía, está cambiando algo a nivel de litigiosidad. En el tema laboral, que es el que a mí me ocupa, ha descendido. En Bizkaia un 20% y en Gipuzkoa más, un 30%.

Dijo usted en 2013 que los juzgados de lo Social estaban desbordados.

-Literalmente desbordados. Si los números son aproximadamente de un ingreso de 800 asuntos por año de entrada en cada juzgado; pues en Donostia estaban entrando casi 1.200; en Bizkaia 1.500 y en Araba en torno a los 1.000. En Bizkaia prácticamente eran el doble. Estábamos desbordados en número y en dificultad de trabajo, porque trabajar con unas reformas laborales tan profundas es muy complicado. Creo que se ha hecho un trabajo importante.

Se les ha llegado a acusar a los jueces de estar entorpeciendo las medidas necesarias para salir a flote.

-Hay gente que se ha atrevido a decir que prácticamente estábamos dando un golpe contra las decisiones legítimas del Parlamento. Y quienes dicen eso olvidan que la ley precisamente se termina de redondear con la aplicación al caso concreto. Incluso se ha dicho que hemos tomado decisiones esperpénticas, pero la mayor parte de las resoluciones, no solo en número, sino en el fondo de lo que se ha resuelto en el País Vasco, han sido confirmadas por el Tribunal Supremo. Los partidos políticos y la mayoría parlamentaria no puede olvidar nunca que la ley no puede aguantarlo todo.

Sí se ha percibido, por contra, como si ustedes hubieran bajado un escalón situándose algo más cerca de los ciudadanos.

-Es verdad que probablemente el poder más oscuro, más alejado de la ciudadanía y más desconocido, ha sido el poder judicial. Sin embargo, en este momento ha habido una implicación de la justicia con algunas cuestiones muy claras. La justicia social, con el tema de la reforma laboral, se ha implicado mucho. Y ha habido otro tema absolutamente terrible para la ciudadanía...

¿Los desahucios?

-Efectivamente, los desahucios y ejecuciones hipotecarias. Ahí la justicia ha hecho bastante más de lo que nadie podía esperar ni pretender. Creo que se ha hecho un trabajo realmente importante. Ahí sí que ha habido una muestra clara de malestar. Pero no de malestar reactivo de reproches, sino de negarse los jueces a ser unos autómatas que hicieran las ejecuciones sin poder cuestionar nada sin que el litigio fuera realmente un litigio. Y eso la ciudadanía lo ha percibido.

¿Se refiere a otorgarles un mero papel de verdugos?

-Es que la ejecución hipotecaria había sido así siempre. Ya en el tema de la reforma laboral, si se lee la exposición de motivos del decreto, se dice claramente que los jueces basta con que analicen los hechos y punto pelota. Y ese ha sido una de las claves de la interpretación de la reforma laboral. Si una ley puede tratar de limitar esa función judicial.

Hablemos de presiones políticas...

-El final de 2014 en ese sentido ha sido tremendo. Pero a la vez muy ilustrativo. Se han visualizado perfectamente algunas de las cosas que estaban ocurriendo. Por un lado, la dimisión del fiscal general del Estado, Torres Dulce y, por otro lado, ese escrito tremendo de los trece magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Eso ha generado esa sensación de sentirse realmente presionados en unas cosas muy concretas.

¿Usted se siente independiente?

-Absolutamente. Existe un sambenito, con razón, sobre la intervención de la política en la justicia, pero ese sambenito es mayor de lo que realmente luego es en la red judicial.

Usted ha llegado a admitir que la han presionado. ¿Cómo se hace eso? ¿Se llega a levantar el teléfono?

-No, no; yo nunca he recibido una llamada de teléfono y no creo que un presidente tenga un teléfono rojo para llamar a un magistrado del Constitucional. Hay otra presión que es terrible, aparte de la política oficial, que es la política no oficial: es la que pueden hacer los medios de comunicación. A un juez o una juez la pueden destrozar en dos horas de radio o televisión.

Por cierto, ¿los jueces tienen rostro o solamente lo tiene usted?

-Es algo que a mí me da mucha pena.

Dígame, ¿quién es el raro aquí, usted que habla con naturalidad sobre cuestiones de interés general o sus colegas que se parapetan y esconden?

-En ese sentido, la rara soy yo. Soy la que hago lo que no hace la gran mayoría, pero a mí me parece bueno que participemos como ciudadanos. Pero supongo que será más cómodo no hacerlo.

¿Lo dice por experiencia propia?

-Yo tengo varios expedientes disciplinarios. No han llegado a nada pero ahí está la lupa. No debemos negar que tenemos ideología y opinión.

Conclusión: sí son raros los jueces.

-A mí me parece que eso es ser raro pero responde mucho a lo que es la ciudadanía en general. A la gente no le gusta que se sepa qué piensa.

¿Es usted una persona normal?

-Normalísima.

¿Conoce o tiene cerca gente que haya perdido su empleo y tenga problemas económicos?

-Claro. Sí, sí. Y tengo hijos... Y sé lo que es ser joven y no tener visos de tener empleo; o al menos un empleo de cierta calidad. Hasta ahora, incluso los trabajos económicamente menos retribuidos permitían, con sencillez, pero vivir. En estos momentos, sin embargo, hay bolsa de empleo que no garantiza eso. El otro día leía que una de cada cuatro personas que recibe Renta de Garantía de Ingresos (RGI ) tiene empleo.

¿Qué edad tienen sus hijos?

-25 y 22 años. Así que... momento clave. Todavía están rematando los estudios pero tienen una perspectiva difícil, como el resto de jóvenes.

¿Y los jueces que se esconden en el anonimato son gente normal?

Cada vez más. Yo creo que el estrato social de la mayor parte de la judicatura hoy es media: clase media. A diferencia seguramente de otros tiempos. Los apellidos se repiten ya muy poco. Antes se repetían mucho. Y los jueces y juezas que están ingresando ahora tienen unas retribuciones que no son altas y sufren la parálisis de plazas.

¿Cuánto gana un juez nuevo?

-Ahora no te sé decir, pero vamos, que estamos moviéndonos con la gente perfectísimamente normal. Dentro de ese nivel alto de funcionariado, que es un funcionariado alto; pero sin más.

¿Un caso que la haya marcado o impactado especialmente?

-No sé... Pero impacta mucho ver la cara de la gente en los juicios laborales. La verdad es que veo pocos porque en la sala la mayor parte de nuestros asuntos son recursos y estos llegan por escrito y no vemos a la gente. El juicio se celebra en el juzgado de Donostia, por ejemplo. Pero con la reforma laboral, los juicios de despido colectivo los hacemos nosotros, en la sala directamente; y claro, van muchas personas. Y ver a ciento y pico personas que sabes que en el momento están en la calle, con la cara verdaderamente angustiada. Es duro, porque sabes lo que es dejar de cobrar el salario y tener obligaciones de todo tipo. Eso impacta en general. Y te impacta la responsabilidad que tienes.

Si el ministro Catalá le concediese tres deseos...

Primero: un replanteamiento de la planta judicial. Hay que replantearse cuantos órganos judiciales hacen falta en todas las jurisdicciones, en la Civil, Penal, Social, Contencioso-administrativa. Para responder con resoluciones razonadas, con calidad y pensadas con suficiente sosiego.

Es decir, más recursos.

-Sí. Si no se hace, es imposible tener una justicia de calidad. Es mejor tener un médico por cada 300 pacientes que uno por cada 500. El segundo deseo sería que retirara la reforma de la ley orgánica del poder judicial e impulsara otra en la que la descentralización de las comunidades autónomas sea bastante mayor de lo que es en cuanto al Gobierno del poder judicial. Esto creo que es posible y que no es inconstitucional. Que se permitiera crear más consejos territoriales autonómicos y tuvieran más competencias en la designación de los jueces: oposición, plazas y méritos.

¿Y el tercero?

-Me daría por satisfecha así.

¿Y las tasas judiciales?

-¡Ah, mira! Podría ser el tercero. Yo no estoy en contra de las tasas. A mí no me parece mal que haya una tasa.

¿Para quién y para qué?

-Pues para todo el mundo que quiera acceder a la Justicia, pero una mínima tasa que no disuada a la ciudadanía, como sucede ahora. Es verdad que hay un número de demandas infundadas que hacen que se tenga que desplegar toda la maquinaria judicial desde el primer momento. Yo creo que las tasas tuvieron dos finalidades. Una pretendida recaudatoria pero creo que esa fue la menos importante. La más importante fue la de reducir el número de asuntos para evitar generar más juzgados. Si a usted le dicen que no puede ir al ambulatorio hasta que tenga 40 de fiebre, pues no hacen falta tantos recursos. Y por lo tanto, eso lo han conseguido. En las jurisdicciones de Contencioso-administrativo y Civil se han reducido en un 25% el número de litigios. Y no creo que haya una cuarta parte de litigios infundados, sino que una parte son demandas que con una tasa menor pero razonable habrían llegado. No sé si deberían ser 60 o 100 euros. Eso no me atrevería a decir.

¿Está preparada la Justicia para responder ante la corrupción y que un delito que la sociedad considera grave no salga barato?

-Lo que sí se ve es una alarma que se está generando por el nivel de corrupción y la necesidad de dar respuesta contundente a esto.

¿Les ha sorprendido a ustedes todos los casos que han salido? ¿Se lo imaginaban?

-No puedo hablar por los demás, pero se podía intuir. Todo el mundo podía saber que no había suficientes filtros y límites. Ahora se ha destapado que era así. Creo que hay una gran responsabilidad colectiva de no haber puesto otros controles, muchos de los cuales pasan por mayor participación ciudadana en la política.

Usted siempre ha mostrado su sensibilidad y el interés por la política. Para Garbiñe Biurrun, ciudadana vasca, ¿qué es más importante ahora mismo: la resolución del proceso de paz o la crisis económica y su afección a la sociedad?

-Yo no veo que sean antagónicos ni incompatibles. Cuando algunos le reprochan ahora al lehendakari, al Gobierno Vasco, que no se ocupa lo suficiente de la cuestión social y económica y que dedica su tiempo a cuestiones identitarias, yo no creo que eso tenga fundamento. En todo caso se podrá decir que no hace lo suficiente en un terreno u otro. Creo que son compatibles ambas cosas. Es más, creo que alcanzar la paz y la normalización política podría permitir mayores cotas de autogobierno. Es decir, lo que este pueblo decida.

¿Sin límites?

-Sí. Ninguno. Y eso podría favorecer otra manera de hacer en el terreno económico y social.

Mójese. ¿Paz o recuperación?

-Es que no puedo. Yo creo que van a ir las dos a la vez y están yendo. Y si esto empieza a ir mejor económicamente habrá también más sosiego para hablar de paz. Y si hablamos de normalización política y hay paz, y no hay distorsión, ni violencia de ninguna clase, también habrá más posibilidad de que económicamente vayamos mejor. Creo que tienen mucha relación.

¿Un deseo para 2015?

-Es un deseo doble. Me gustaría recuperar la ilusión fundada que teníamos el 20 de octubre de 2011 (cese de la actividad armada de ETA), que pensábamos que iba a ocurrir con un ritmo, no inmediatamente, pero sí más rápido. Y en segundo lugar, espero que llegue la recuperación, sobre todo del empleo; y ahí creo que los poderes públicos tienen mucho que hacer y no fiarlo todo a la industria y a la iniciativa privada, sino realmente fomentar empleo público en el terreno social. Esos serían mis dos grandes deseos.