Treinta años después de la desaparición de la URSS, un viaje en el tiempo cuesta sólo 15 kopeks, esto es, un euro. La nostalgia por la infancia soviética aún sigue viva en un museo de máquinas recreativas de Moscú, que cada fin de semana visitan centenares de niños y adultos.

Nuestro público es de los más diverso. Vienen niños, padres con hijos, abuelos con nietos”, dice a Efe Yekaterina, guardiana del museo, que alberga medio centenar de máquinas de arcade de los tiempos soviéticos.

El pequeño “Las Vegas soviético”, que resume casi toda la industria de ocio infantil de hace unos 30 años, ocupa cinco salas en uno de los edificios del centro de Moscú.

Los dueños del museo han aplicado todos sus esfuerzos para resucitar unos aparatos con los que otrora soñaban con jugar millones de niños en todos los rincones de la URSS, incluso si tenían que sacrificar para eso su paga diaria destinada a comprar un helado o un dulce.

Para recrear el ambiente de antaño, a la entrada en el lugar se puede encontrar además una máquina de gaseosa, otro de los atributos indispensables de la época soviética y que sigue saciando la sed de los visitantes.

CENTENARES DE VISITAS

Los fines de semana el museo está abarrotado como si se tratase de un día libre en la mismísima URSS.

“Solían venir unas 200 personas. Ahora con la pandemia tenemos un poco menos visitas, pero siempre hay mucha gente”, reconoce Yekaterina.

Para empaparse de nostalgia no bastan unos minutos, pues los amantes de las tragaperras soviéticas suelen pasar más de una hora en el museo.

“A veces los visitantes se quedan durante dos o tres horas”, cuenta Yekaterina, quien explica que aquellas personas que no agotan sus monedas de 15 kópeks pueden intercambiarlas por un vale y volver al museo más tarde.

Así, una vez un hombre volvió siete años después y pudo así continuar la visita que había dejado a medias en su momento, explica.

LA BATALLA NAVAL, LA MÁQUINA FAVORITA

“Todas las máquinas tienen su público, pero “Morskói Boy” (la Batalla Naval) es la preferida desde siempre”, asegura Yekaterina, quien dice que los visitantes corren hacia ese aparato nada más entrar en el lugar.

Casi todas las máquinas fueron donadas al museo y algunas fueron recuperadas de campamentos de pioneros abandonados.

Encima de cada máquina los visitantes pueden encontrar un letrero con algunos datos sobre el aparato, incluida su edad y su historia.

Entre los más populares también se encuentran el futbolín y otros juegos para dos personas a cuyo alrededor se concentran tanto niños, como pareja de treintañeros a la espera de su turno para realizar un pequeño viaje en el tiempo.

“No vale hacer trampas, no vale hacer trampas”, exclama Alina, mientras juega con su novio Artiom.

“Vale, juguemos otra”, le responde su pareja con una sonrisa pícara.

Mientras Dmitri, de 38 años, aún no sabe por qué maquina empezar la excursión, en la que le acompaña su hijo Alexéi, de 11.

“Es la primera vez que venimos y me gusta mucho. Creo que me gustará más que a mi hijo”, admite en una conversación con Efe, mientras busca con la mirada a su vástago, que ya parece haber encontrado el aparato que le gusta.

UNA ALTERNATIVA A LOS TELÉFONOS INTELIGENTES

Aunque las risas de decenas de niños que corretean por el museo indica que a los nacidos después de la caída de la URSS los juegos de antaño les atraen tanto y más que a sus progenitores.

“A los pequeños las máquinas les gustan mucho, siempre prestan mucho interés a todo, aún no hemos visto a ningún niño que se haya aburrido aquí”, dice Yekaterina.

La guardiana del museo subraya que entre los aparatos más populares entre los menores están “los que no tienen una pantalla”.

“Los niños ven algo diferente y les despierta mucho interés”, dice.

Y mientras los pequeños descubren nuevos juegos, sus padres se sienten niños de nuevo.

“Es como volver a la infancia. Una sensación increíble”, dice uno de los visitantes del museo, acompañado por sus dos hijas que sacan fotos a su padre, mientras este prueba sus fuerzas en una máquina para practicar el tiro, que también ocupa un lugar destacado en la extraordinaria colección de este museo de los recuerdos, algunas de cuyas piezas se han conservado en un único ejemplar.