En estos tiempos de pandemia podría parecer imposible que un virus sea una posible herramienta para salvar la vida de las personas. Actualmente, nos encontramos en un momento en que el mundo entero está aterrado de la covid-19 y sus efectos secundarios.
Los virus, según los científicos, son la expresión más simple de la vida. Incluso han llegado a dudar si estos pueden considerarse seres vivos.
Estos microorganismos necesitan infectar a las células para depositar así su material genético. En el cuerpo humano se pueden encontrar 370 billones, que suponen mayor cantidad que las bacterias.
“Lo que hacen los científicos es estimar el número de bacterias en el cuerpo, y aunque no todo el mundo está de acuerdo, se acepta que por cada una de ellas hay unos diez virus” asegura un profesor de Patología de la Universidad de California.
Los expertos explican que en manos, pies, en el abdomen, en la boca y en los dientes hay muchos virus y bacterias.
Como muchos conocen, dentro del cuerpo hay una especie de campo de batalla donde billones de virus infectan a las células y a su vez desarrollan defensas.
En algunas ocasiones, la información que introduce el virus en las bacterias acaba fusionándose con el genoma de estas y así en el futuro se vuelven más resistentes al invasor.
El científico asegura que “no solemos pensar en esto porque se trata de un fenómeno microscópico, que no vemos, pero no se detiene nunca y es omnipresente”.
En esta batalla aparecerán bacterias que sean resistentes a los virus, pero estos buscarán la manera de evolucionar para derrotarlas. Y esto es algo que ocurre una y otra vez. Una lucha incansable que se cree que empezó a la vez que la vida, porque fueron los primeros que aparecieron en la Tierra.
¿La cura está en los virus?
La epidemióloga Steffanie Strathdee lleva varios años especializándose en la lucha contra el virus del VIH, tan temido por la sociedad. Toda su carrera se había basado hasta ahora en buscar estrategias antivíricas.
Sin esperarlo, la vida de Strathdee cambiaría por completo. Durante un viaje con su marido a Egipto, este enfermó gravemente y gracias a los bacteriófagos pudo salvar su vida.
“Mi especialidad es la epidemiología infecciosa, pero lo cierto es que estaba casi ciega en lo que se refiere a las superbacterias, una amenaza de la que creo que no es consciente el ciudadano corriente”.
Los bacteriófagos, también conocidos como fagos, son como máquinas. Estos pueden tener cola o tener largos filamentos, aunque algunos son más bien redondos. Y tienen su material genético protegido por una cubierta de proteínas.
La manera de introducir este tipo de virus en el organismo es mediante una inyección. Una vez dentro, estos recorren el torrente sanguíneo y cuando se encuentra a las bacterias, se adhieren a sus paredes.
Es en ese momento cuando inyectan en el genoma de microbio instrucciones para producir más fagos. Luego la bacteria estalla y libera una gran cantidad de virus.
En laboratorios ya se había realizado una prueba en ratas con una de las peores bacterias superresistentes, llamada Acinetobacter baumannii. Durante el proceso se observó que los fagos fueron capaces de matar a este virus.
El responsable del estudio aseguró que “Strathdee empezó a tirar del hilo y a pedir los fagos específicos a otros laboratorios que los tenían. Gracias a eso salvó a su marido”.
A pesar del buen resultado obtenido en el señor, la terapia con fagos se toma como el último recurso para combatir una enfermedad.