Gasteiz - Lleva 15 años dando vida a uno de los personajes centrales de Amar es para siempre. Con la serie de Antena 3, antes estuvo en La 1, ha recorrido décadas que van desde la República, pasando por la guerra civil española, la posguerra hasta llegar a los años 70.

Toda una vida como Manolita.

-Va a hacer quince años que comencé en Amar en tiempos revueltos y aquí sigo, como Manolita en Amar es para siempre. Estoy encantada, ser actriz y que un personaje dure tanto tiempo y haya sobrevivido al paso de la serie de La 1 a Antena 3, es algo muy difícil de conseguir.

¿No se aburre de su personaje?

-Imposible. Es un personaje tan bien escrito y tan lleno de complejidades que resulta muy difícil cansarte de él. Es una serie tan llena de complicidades, de historias, de traiciones... Manolita vive su vida con la misma intensidad que la vivieron las mujeres de la época. Ha vivido un tiempo difícil, muy difícil si eres mujer, sobre todo en la Guerra Civil y la posguerra.

Manolita era poco más que una adolescente cuando comenzó esta serie.

-Sí, mi personaje tenía 18 años y yo tenía 25. Ahora Manolita tiene 57 años, le ha pasado de todo. Comenzó la serie soltera y despreocupada y ahora es madre de ocho hijos con todo lo que eso conlleva y la dureza de sacar a todos adelante en unos tiempos difíciles. Es imposible aburrirse de Manolita.

Le ha superado en edad, usted tiene 41 años y su personaje le saca 16.

-Sí. Ella ha ido más rápido en la historia y su vida ha sufrido muchos más cambios que la mía.

Con su personaje ha recorrido la moda de la mujer a través de varias décadas.

-Y tanto. En los 70, aunque a ella le ha pillado mayor, la moda es más luminosa que la de los 40 que era oscura, esa oscuridad de posguerra pura y dura que había se notaba también en el vestuario.

Supongo que le es más cómoda la ropa actual.

-Me gusta mucho la que llevo en la serie, es imprescindible para meterte a fondo en el personaje, pero evidentemente es mucho más cómoda la ropa que llevamos ahora, es una moda más libre.

¿Qué relación tiene con Euskadi?

-Mucha. Mi abuela es de Bilbao, hemos veraneado siempre en Zarautz y tenemos mucha relación con el País Vasco. La mayoría de mis mejores amigos son de allí. Voy muy a menudo, suelo ir a casa de un amigo mío a Getxo y a Gorliz. Me gusta acercarme siempre que estoy por ahí arriba a tomarme un besugo a Getaria porque me recuerda mucho a mi padre y a las cosas que hacía con él.

Su vida ha crecido de forma paralela a la de Manolita en la serie, ha sido madre y sus hijas hasta han aparecido en alguna ocasión en determinadas secuencias.

-Cuando llevaba un tiempo en la serie quise ser madre y la productora me apoyó, también Atresmedia; no solo me lo permitieron sin problemas, sino que me animaron a hacerlo. No solo para una actriz, para cualquier mujer ese momento de su vida es muy complicado.

¿Le fue difícil abandonar la serie en un momento en el que estaba en la cima?

-No tanto por estar en la cima o no. Llegas, en cualquier trabajo, a un punto muy interesante y tienes que decir si lo estancas o, por lo menos, lo paras durante un tiempo. Me lo pusieron muy fácil, me he sentido muy afortunada como mujer. Lo que ha hecho Diagonal TV y Atresmedia es un ejemplo de lo que tenía que ser en todos los trabajos.

Es un reto que aún es difícil de asumir en muchas empresas.

-No solo me ayudaron a que ser madre fuera mucho más fácil, me respetaron mis meses de permiso maternal y la lactancia. No tenía a mis hijas en la serie por capricho, ni porque me hiciera ilusión que ellas saliesen en la tele, les he dado pecho a demanda hasta los catorce meses de cada una.

Manolita es uno de los tres personajes supervivientes de ‘Amar en tiempos revueltos’.

-Yo no hablaría de personajes supervivientes, la serie está pensada así. Está creada con un eje central, una familia que vive en una plaza y son un poco el núcleo de todo porque tienen un bar, es el centro de reunión, ocurre en cualquier barrio. Es una plaza por donde pasan diferentes personajes, desaparecen unos y aparecen otros. No creo que sea una cuestión de supervivencia, es más un planteamiento de serie.

¿Es usted tan decidida e impulsiva como Manolita?

-Decidida sin duda, creo que también soy un tanto impulsiva. Es verdad que cuando tienes un personaje tantos años, una aprende mucho de él; hay una retroalimentación. Siempre he sido muy decidida, pero mis conflictos personales eran mucho menos universales y menos grandes que los de Manolita.

¿Unos conflictos diferentes por la diferencia de épocas en las que viven ambas, Manolita e Itziar Miranda?

-Exacto. Los conflictos que pueda tener yo distan mucho de los que tenía Manolita cuando no tenía para dar de comer a sus hijos en ocasiones. La persona que está detrás de la actriz aprende mucho de todas esas tramas que ponen a su personaje en situaciones límite. Esa valentía que muestra ella es un símbolo de todas las mujeres, de todas nuestras madres y abuelas. Esa lucha que ellas hicieron durante la dictadura de Franco con una posguerra muy dura, tremendamente dura, ha hecho que yo no sea conformista.

¿Rebelde?

-Si hay que serlo, lo soy. Pero creo que más que rebelde, soy exigente como mujer. Esas mujeres vivieron un tiempo muy difícil comenzaron una lucha muy dura por sus derechos y la igualdad. Fue también una lucha por los derechos y la igualdad de generación futuras de mujeres.

¿Era consciente de ello antes de empezar la serie?

-En parte, pero en una parte muy pequeña, lo que puedes saber a través de tu familia. Además, yo era muy joven cuando llegué a la primera etapa de esta historia. Pero el conocer tan a fondo y tan de primera mano la situación con un personaje como el de Manolita, ha hecho que yo sea mucho más decidida, que luche mucho más por el feminismo, quizá sin Manolita lo hubiera hecho más lentamente. Creo que ella me dio el impulso para que yo publicara mi colección de cuentos, absolutamente feminista, Miranda.

Una colección que ha hecho en familia.

-Sí, con mi hermano. Mi pareja, Nacho Rubio, lo que ha he hecho es uno de los libros que habla de cocina, todas las recetas son de él. Él aparece en los libros como el tío Nacho y es un personaje inspirado en mi marido. Los cuentos los escribo con mi hermano.

¿Por qué escribir juntos?

-Siempre habíamos querido hacerlo. Fue él, mi hermano, cuando acabó la carrera quien se dio cuenta que las mujeres estábamos completamente silenciadas en el mundo del arte, había estudiado Historia del Arte. Decía que después de los años de universidad, no sabía mucho de artistas femeninas.

Tiene suerte, un chef de Canal Cocina en casa.

-Es un lujo, un acto de amor diario.

¿Sabe cocinar usted?

-Sí, cocinaba mucho más antes. Pero es verdad que mi marido cocina tan bien, tan bien? no me cansaré de decirlo. Tiene unos horarios que le permiten hacerlo mejor que a mí, yo me voy a las seis y media de la mañana y vuelvo a las seis de la tarde. Al llegar a casa tengo la nevera llena de cocina hecha con amor y a fuego lento, como debe hacerse la mejor comida y como deben cuidarse las relaciones, a fuego lento.

Volvamos a la serie y a Marcelino, su marido televisivo. ¿No le daría un arreón para que espabilase?

-Es mucho más despierto e inteligente de lo que parece. En una relación los vínculos se estancan y te cuelgan sambenitos. Manolita le ha colgado el sambenito a Marcelino de que es muy lechuguino, cuando es un tío mucho más abierto de lo que parece. Hay que ver más allá de la trama y ya ha demostrado lo que es con toda la relación de Amelia y Luisita. Está mucho más avanzado que cualquier otro hombre de la época, otros no hubieran aceptado una relación homosexual de su hija.

¿Puede hacer otros trabajos?

-Sí claro, de hecho no he dejado de hacerlos. Llevo quince años combinando esta serie con teatro. Lo único que me ha parado han sido los nacimientos de mis hijas. He hecho una película también.

¿Y cómo le da la vida para hacer tantas cosas?

-Creo que soy un poco hiperactiva, aunque nunca me he dado cuenta de ello porque siempre lo he canalizado en el trabajo y en mantenerme ocupada y lo llevo bien. Siempre digo que estoy felizmente cansada, me siento bien cuando llega la noche y digo: Uf, cuántas cosas he hecho.