vitoria. Olatz Simón responde sin dudar que lo que más echa de menos "es a la familia y los amigos, pasear por Bilbao y los pintxos de tortilla para desayunar". Lo que más le desespera de China es la dificultad para acceder a la información y para concretarla en un reportaje.

¿Se orienta en la ciudad o va perdiéndose por los barrios?

Me oriento en general, pero cuando se trata de direcciones concretas es muy difícil. Cuando voy a una entrevista o a una grabación, el primer trabajo es saber cómo llegar.

¿Cómo lleva el aprendizaje del chino? ¿Es lo más difícil que ha estudiado en su vida?

Sí. Rotundamente. Aprender chino, incluso con la inmersión que supone vivir aquí, es todo un trabajo. Requiere un tiempo que yo no le puedo dedicar, y es una pena. Aun así, estoy muy contenta con mis pequeños avances.

¿Tiene que trabajar con traductor?

Aquí siempre necesito uno, para hacer entrevistas, para todo. Cuando llegué me sentía pintada en la pared. Yo, que hablo hasta con las piedras, no podía comunicarme. Ahora puedo explicarle a la persona a la que voy a entrevistar cómo me llamo, qué reportaje estamos haciendo y que mi compañera va a hacer las preguntas porque mi chino no es muy bueno.

¿Su profesora se desespera o cree que tiene posibilidades?

Un chino difícilmente te dirá que no vales para algo, así que las profesoras han sido siempre muy amables. Paciencia infinita.

¿Se siente alguna vez como el protagonista de "Lost in Translation"?

Sí. Claro que a mí no me pasa en ciudades que me sean extrañas, me pasa en casa. En Bilbao y en Pekín. Cuando llego a Bilbao, con ganas de ver a todo el mundo, me duermo por las esquinas y vuelvo a casa la primera. A cambio, cuando a las seis de la mañana ya no aguanto más en la cama, salgo a la calle y la ciudad parece sólo para mí durante unas horas. Cuando vuelvo a Pekín me paso días y días con el sueño cambiado. Pero no es el insomnio o el jet lag lo que me recuerda a la película, sino el explorar las ciudades de noche.

¿Qué quiere decir?

Que cuando tenemos una cobertura fuera de China, y podemos permitírnoslo, nos obligamos a salir a la calle por tarde que sea, y es entonces cuando vemos la ciudad o el pueblo en el que estamos trabajando. Ahí me recuerdo a la película, ojiplática con la cara pegada al cristal del taxi en Tokio, en Bangkok o en otra ciudad apasionante, alucinando con esto o con aquello.

Usted estaba en Bruselas. ¿Aceptó ir a Pekín sin dudar?

Lo propuse yo. Hablé con mi director de informativos y quedamos en probar un año. Era el gran año para China, el de los Juegos Olímpicos. Se convirtió también en un proyecto de Euskadi Irratia y Radio Euskadi, y aunque el proceso del visado se alargó, de pronto ya estaba aquí.

¿Cómo se quedaron su familia y amigos?

En mi familia ya barruntaban que a casa no iba a volver en un tiempo. Mi pareja se animó y se vino conmigo, así que no he estado sola. Mis amigos o son periodistas y lo entendieron o no lo son pero me conocen bien y saben que esto es lo que me gusta, contar cosas.

¿Ahora están contentos porque tienen alojamiento y guía gratis?

En cuanto al alojamiento, saben que pueden contar conmigo siempre. Lo del guía lo llevan bastante crudo. Me persigue la mala suerte en cuanto a acompañar a amigos o visitas por la ciudad. Ya me pasaba en Bruselas. Siempre que viene alguien tengo que salir corriendo a algún sitio, así que preparo bien su itinerario para que, en un momento dado, puedan arreglárselas sin mí.

¿Pero más fácil o más difícil?

Es difícil y fácil. Fácil porque siempre hay cosas que contar y difícil porque a veces hay muchos problemas para trabajar. No es peligroso, es difícil. Si me entero de un tema que creo que puede ser bonito, por simple que sea, aunque no sea nada controvertido, pueden pasar semanas hasta que las entrevistas y los permisos para grabar se concretan. Pero no hablo de exclusivas ni nada por el estilo, cosas pequeñas, historias que quieres contar sin más y que se convierte en todo un reto pasarlas de tu cabeza a la tele o a la radio por motivos logísticos.

¿Es fácil acceder a fuentes no oficiales, se está abriendo la mano?

Los que llevan aquí más tiempo aseguran que antes era más difícil trabajar. Lo que te contaba de perseguir durante semanas el reportaje que en tu mente sería el más fácil de hacer, antes debía de ser mucho más complicado. Ahora el Gobierno, en teoría, difunde la idea de que hay que hablar con la prensa. Se supone que ahora pedir una entrevista en Euskadi o en China sigue la misma mecánica. Pero es difícil que esa apertura teórica se refleje de pronto en la sociedad. Nadie quiere meterse en problemas, aunque el tema del que quieras hablar no sea conflictivo para nada.

¿Ser corresponsal en China es como ser para varios países distintos?

China es un continente en sí mismo. El norte y el sur son muy diferentes. Las noticias en Pekín y en Shanghai son distintas. Por no hablar del este y el oeste. El acceso a la información es difícil. Llega tarde, es poca y alguien ha decidido que puedes conocerla, lo que significa que tienes que ponerla en cuarentena antes de creértela.

¿Qué es lo que más cuesta arriba se le hace de su trabajo?

Esto mismo. Enterarte de una historia interesante, hablar con las fuentes, pedir entrevistas, pedir permisos para grabar y que la historia no salga por motivos rarísimos. Aquí es habitual que te digan "no, no concedemos entrevistas a medios extranjeros". O que te pidan dinero por grabar, o que te lo ofrezcan. Todos sabemos que hay temas muy difíciles, políticos o realmente polémicos, en los que será muy difícil ahondar o conseguir imágenes o declaraciones, pero que suceda con cosas más normales o más sencillas, que la más mínima gestión se convierta en toda una odisea, desgasta mucho. Eso y el horario, pero ya sabía donde me metía.

¿Encuentra chinos que sepan quiénes son los vascos?

Pocos. Supongo que hace falta más tiempo. También es verdad que la comunidad vasca más importante está por la zona de Shanghai. Pero se interesan cuando les explicas de dónde eres. Les llama mucho la atención que seamos tan pocos, que todo sea tan pequeño. Interés no les falta. Hace poco estaba en el pabellón de Bilbao en la Expo de Shan-ghai y un chico se acercó a una de las responsables y le pregunto sobre el Athletic y su política de fichajes. Y yo, ¡a cuadros!

Es corresponsal para todo Asia. ¿Viaja mucho fuera de China?

Bastante, fuera y dentro. Siempre quedan cosas en el tintero, países que no hemos visitado y de los que sería interesante hacer una radiografía. Y en China ni te cuento. Hemos estado en Corea, Japón, Tailandia o India y en muchos sitios de China. Habría que coger uno o dos años e ir a hacer reportajes aquí y allá, sin la presión de que haya pasado algo, sólo porque es interesante. Eso es difícil en informativos. Por eso lo mejor de trabajar en Asia es que podemos seguir la actualidad sin que necesariamente haya que hacer muchos directos.

¿Qué es lo que más le piden para los informativos?

Tratamos casi todos los aspectos, porque esta pasando de todo. Sucesos, todos los que quieras; curiosidades mil. Ni en China todo son mineros atrapados, ni los únicos problemas que tienen son el hijo único, ni toda la información debe ser económica. Nos esforzamos en ampliar el abanico siempre atados a la actualidad, y yo estoy satisfecha. Siempre, claro está, como las notas de los chavales en las escuelas: "Bien, pero puede mejorar".

¿Le resulta muy complicada la diferencia horaria? ¿Cómo se arregla con los directos?

Los directos de madrugada no son muchos y están más que justificados. La diferencia horaria la llevo peor en el día a día. Las entrevistas, las grabaciones, las ruedas de prensa, los vuelos, son en horario chino, así que trabajo mientras dormís. Pero luego, cuando son mis tres o mis cuatro de la tarde es cuando hablamos con la tele para ver si se hace este o aquel tema, o para coordinar temas de otros días.