En ocasiones, ese colega gracioso que todos tenemos, al encontrárnoslo a la vuelta de Navidad, suelta a frase "¿que tal las fiestas, bien o en familia?". Aunque suene a a chiste pretenciosamente mordaz, puede encerrar cierta realidad de la que poco se habla: el estrés navideño que más personas de las que parece sufren.

Según datos que maneja la empresa TKE Home Solutions, siete de cada diez españoles padecen estrés y ansiedad durante las Navidades y casi un 40% preferiría saltarse estas fiestas.

Para parte de ellos, la llegada de la Navidad significa el comienzo de la tensión por las numerosas obligaciones típicas como comidas familiares o con amigos, la compra de los regalos, preparar la casa para los invitados, desplazamientos para reuniones con primos u otras tareas ligadas a estas fechas. Si las expectativas son altas, la ansiedad se desata. Y para más agobio, estos dos últimos años se imponen los requisitos y cuidados fruto de la pandemia de la covid-19, que en su versión ómicron está tensando aun más el ambiente.

Pero estos condicionantes ambientales y sociales no son los únicos. La psicóloga clínica Lecina Fernández apunta otros motivos internos, como tener que someterse a ciertas situaciones personales en las que no se está a gusto, vivirlo todo como una obligación o sentir una gran presión para que todo salga bien. También circunstancias particulares puntuales no relacionadas con la Navidad pueden agravar esta situación.

Este estrés que puede sentirse debe ser tomado muy en serio, son síntomas que no deben ser ignorados. Según la Fundación Española del Corazón (FEC), el estrés navideño es un factor importante de riesgo cardiovascular, ya que varios estudios han demostrado que es en estas fechas cuando más incidencia de problemas cardiacos hay. Concretamente el día de Nochebuena el riesgo de infartos de miocardio se incrementa un 37%, en Navidad lo hace un 15% y durante Año Nuevo se llega al 20%.

Las causas son reales

Entre las causas que se barajan para el bajón anímico que puede llevar a este estrés emocional, se encuentra un trastorno estacional típico del invierno al tener que pasar días más fríos y con menos horas de luz y de sol, situación que puede producir cierta falta de energía, desánimo. A ello se puede unir una sensación de pérdida, ya que con el paso de los años echamos de menos amigos y familiares, bien porque estén lejos o porque hayan fallecido. El paso del tiempo nos vuelve melancólicos, los balances de fin de año pueden ser muy duros.

A estos factores más psicológicos, mentales, se unen otros externos, como la falta de tiempo que nuestra rutina laboral diaria nos impone para poder cumplir con autoimpuestas obligaciones navideñas y de fin de año. Si a ello añadimos un aumento del gasto en tiempos de crisis y una pandemia que no da tregua y altera usos y costumbres, el cóctel resultante puede ser venenoso.

Síntomas de este 'envenenamiento', de que la situación nos empieza a superar los podemos notar en malestares físicos como dolores de cabeza , alteraciones del sueño, cansancio excesivo, diarreas o estreñimiento, pero también anímicos como cambios de humor, cierta ansiedad, apatía, tendencia al aislamiento, miedos€

La solución está en la prevención

Aunque parezca contradictorio, y siempre y cuando la gravedad del estado de cada cual no necesite una intervención profesional, la solución está en dejarse llevar por el ambiente navideño. Pero eso sí, poniendo nosotros las condiciones. Si hay que morir al palo navideño, se hará como nosotros queramos.

Lo primero es reconocer nuestras emociones, hablar de ello y localizar su origen. Es normal sentir tristeza porque nos falte alguien. Expresarlo, verbalizarlo ayuda. Así, acabaremos recordando los momentos buenos que pasamos con esa personas y acabaremos sonriendo.

La planificación es una poderosa herramienta contra el estrés, contra el agobio. Los calendarios con las tareas, pensar los menús por adelantado, poder establecer un presupuesto, marcar cuándo hacer las compras. De esta manera los imprevistos serán menos y podremos afrontarlo con más calma.

Hacer planes nos da más ventajas. Nos permite ser realistas y nos evita irnos por ramas idealizadas y poco realistas, esquivando así frustraciones. Nos ayuda a controlar gastos, ajustarnos a nuestras posibilidades económicas reales.

Además es más fácil ver a qué no se llega y pedir ayuda, repartir tareas y compartir obligaciones. Incluso eliminar 'tradiciones' que no aportan nada y obstaculizan otras más satisfactorias. De esta manera, por ejemplo, aunque las comidas y cenas se hagan en casa de uno, al resto se le puede pedir que cocine unos de los platos del menú, que se encargue traer y llevar a algunos de los comensales, o que vengan un poco antes para ayudar a preparar la mesa o quedarse un rato más a colaborar en recoger los restos de la fiesta.

Estas de diciembre suelen ser fechas de grandes expectativas, por lo que simplificar suele ser una buena idea. No complicarse la vida con los regalos, ir a lo sencillo y pedir sugerencias. Un amigo invisible, acordar un tema para los regalos de todos, no pasarse de un presupuesto, compartir el gasto del regalo entre varios€ Hay modos.

Atención a la salud. Hacer ejercicio nunca está de más. Si ya se hace de manera habitual, no abandonarse en estos días. Salir a pasear, mejor acompañado que solo, aunque no es imprescindible ya que encontrar un momento para uno mismo también es necesario, y relajarse.

Dormir lo suficiente y no pasarse con el alcohol harán que el día siguiente se lleve con más alegría. Otra regla importante es tomarse la comida con calma, evitar los atracones y alternar las comidas más especiales y elaboradas con otras más sencillas que compensen los excesos.

Y, por favor, no olvidar las medidas anticovid. El bicho sigue ahí fuera y vamos a alternar con mucha gente. Mascarillas, geles hidroalcóholicos deben seguir al orden del día. En caso de duda y como prevención, los tests de antígenos están en la farmacias. A pesar de los deseos de reunirnos, nadie merece un susto.