La toxicidad está instaurada en Internet, en las redes sociales, en los juegos online, en los comentarios de blogs, incluso en las reseñas de productos en tiendas online. Cada vez es más habitual encontrarnos comentarios ofensivos, cargados de malas intenciones y peor rollo, insultos, amenazas, deseos de muerte€ que lejos de aportar, comentar o ayudar, buscan la destrucción, hacer daño, o simplemente deshacerse por un momento de emociones que muchas personas no saben cómo gestionar.

Seamos conscientes o no, estos comentarios nos afectan e impactan de diferentes formas. Hace poco un estudiante de tercero de la ESO me comentaba que cada vez que lee cosas de este tipo siente como si alguien le pegase un bofetón por dentro, que siente tristeza. Cada vez que leemos una frase de estas absorbemos pequeñas dosis de toxicidad. Después de leer cientos o miles de comentarios tóxicos cada día, si no somos fuertes, esa toxicidad pasa a formar parte de nosotros, la integramos y comenzamos a difundirla.

Podemos actuar de diferentes formas ante la toxicidad pero a veces las respuestas que damos pueden contribuir a aumentar el sufrimiento ajeno.

Estos días se ha viralizado un vídeo donde se veía cómo varios menores de edad robaban el móvil, golpeaban y quitaban la camiseta a otro menor dentro del espectro autista, que conseguía escapar llorando. Muchas personas compartieron el vídeo en redes sociales para difundirlo con la intención de apoyar al agredido y denunciar la agresión en los comentarios. Este acto lleno de buenas intenciones, porque lo que buscaba era ayudar a la persona agredida, realmente consigue un efecto contrario. Gracias a esa difusión masiva, la agresión va a perdurar en el tiempo y la audiencia de la agresión es mucho mayor que la que fue al principio, lo que hace que la victimización y la humillación del afectado sean mayores. Además, difundir imágenes donde aparecen terceras personas sin su permiso es delito, y el delito es mayor cuando en ellas alguien resulta humillado.

Si somos testigos de una agresión así, nos llega de primera mano o alguien publica un vídeo parecido, lo adecuado sería no difundirlo más, pedir a la persona que nos lo ha enviado que deje de difundirlo, que lo borre de sus redes sociales y poner una denuncia en la comisaría más cercana. Eso es denunciar la agresión, eso es ayudar. Si bien es cierto que debido a la difusión la Policía actuó más rápido, lo hubiera hecho igualmente si alguien hubiese ido a la comisaría enseñando el vídeo, y ese vídeo no estaría para siempre en Internet, porque va a ser muy difícil que desaparezca completamente, con lo que esa persona, su familia y amigos lo seguirán viendo durante mucho tiempo.

Los comentarios que hacemos y las respuestas que damos crean un impacto en los demás, y está en nuestra mano decidir si queremos que ese impacto sea positivo o negativo. Si nos dejamos llevar, si no pensamos antes de escribir, si no gestionamos correctamente nuestras emociones, el impacto que eso provoca en otras personas será negativo. Y no gestionar correctamente la indignación por presenciar una injusticia y actuar sin pensar también puede tener consecuencias negativas, en nosotros y en otras personas.

Por el contrario, si somos amables con los demás, si hacemos comentarios constructivos, si mostramos nuestros desacuerdos de forma educada, si animamos a los demás, si nos ayudamos unos a otros, si pensamos antes de escribir o publicar algo€ el impacto o la ola que eso va a generar resultará positiva. Y no solamente en aquellas personas a las que van dirigidos esos mensajes, sino en las miles y miles de que van a leerlos. Antes de escribir o publicar algo tenemos que valorar si el impacto que va a generar es positivo o negativo, independientemente de lo que nos motive.

La toxicidad está completamente instaurada en nuestras vidas, seamos niños, adolescentes o adultos. En los juegos online, donde participan niños pequeños, el lenguaje que se utiliza es completamente inapropiado y la toxicidad, los insultos, y las amenazas están a la orden del día. En las redes sociales, donde adolescentes y adultos interactúan cada día, también es muy habitual ver no solamente comentarios tóxicos, sino vídeos de este tipo que muestran una crueldad, una desesperación y un sufrimiento difíciles de presenciar.

No puedo dejar de pensar que una persona equilibrada que sabe gestionar sus emociones de tristeza, ira, frustración, miedo€ de una forma correcta, sería incapaz de hacer, grabar y difundir cosas parecidas.

La educación emocional es fundamental para que niños, adolescentes y personas adultas puedan aprender a gestionar sus emociones de una forma más positiva y enfrentarse a sus problemas sin necesidad de ir a lo más fácil y menos efectivo: volcarlas contra los demás en Internet para sentirse un poco mejor durante unos segundos, y en el camino dejar un rastro de toxicidad y que ensuciará a todas aquellas personas que lo presencien.