La historia de la Joyería Imbar es la historia de la Joyería Remón. Una historia que empieza con Mari Carmen y con Pablo, los dueños de este segundo establecimiento que, durante años y más como casi familia que como compañeros de viaje laboral, trabajaron codo con codo con el taller de reparación propiedad del padre de Imanol, Jose Manuel Barcena, el protagonista de este entrañable relato de emprendimiento.

Tal era la relación entre ambas familias que, una vez que la dueña de Joyería Remón empezó a pensar en su jubilación, a su cabeza no venían sus hijos para sucederla (ellos ya habían elegido otros caminos más alejados del oro o la plata), sino que más bien pensaba en Imanol.

Imanol Barcena en su taller de joyería Jorge Muñoz

Un traspaso que (casi) quedaba en casa

Un testigo que, fielmente y con todo el cariño y la responsabilidad, este recogió en el año 2021. Para Imanol fue todo un orgullo mantener intacto ese legado ya que desde siempre le había gustado más esa parte de estar de cara al público y ahora podía hacer realidad su sueño y no quedarse solo en la trastienda de un taller de reparación de un negocio de joyas.

Los comienzos fueron muy duros, reconoce nuestro protagonista. “No tanto por el hecho de que fuésemos novatos en esto, ya que llevábamos años en el sector trabajando de la mano de Mari Carmen y nos conocían muchos de sus clientes, sino por la cantidad de un trabajo que ahora se multiplicaba”.

Recordemos que hablamos del año 2021, un año que quizá para muchos no habría sido fácil para iniciar un proyecto profesional pero que, para Imanol, se tradujo en un incremento de clientes que llegaban a su joyería a por una pieza especial gracias a todo el dinero ahorrado en los meses en lo que apenas pudimos salir de casa.

A esa carga de trabajo se le unió una complicación más. Y es que había temas en los que Imanol estaba totalmente perdido y no podía abarcar como era el caso de los trámites burocráticos y administrativos, para los cuales siempre conto con la inestimable ayuda de la Fundación Gaztenpresa.

Así, de la mano de esta entidad de LABORAL Kutxa, los primeros años del negocio los gestionó Imanol cono autónomo y más tarde, con el paso del tiempo y con las tablas que le iba dando la experiencia como emprendedor, fue ya cuando dio forma a una Sociedad Limitada para que entrara su mujer Zuriñe a formar parte del proyecto de Imbar.

Imanol y su mujer Zuriñe en el interior de su joyería Imbar Jorge Muñoz

Más que un valor económico

Desde entonces ambos levantan cada día la persiana de su joyería en un barrio, se encuentran en la calle C/ Madre Vedruna, 1 (esq. Koldo Mitxelena), al que tienen mucho que agradecer como ellos cuentan.

“Es cierto que ya muchos nos conocían de trabajar como el taller de reparación de Mari Carmen y Pablo, pero el hecho de que siguieran a nuestro lado y se convirtieran en clientes nuestros cuando nosotros cogimos el negocio, dice mucho de ellos”, recuerda un emocionado Imanol.

Algunas de las piezas de la Joyería Imbar Jorge Muñoz

Un camino de varios años donde más importante que el valor económico de una joya en concreto o de un reloj son las historias emotivas que guardan muchas de estas piezas (algunas con muchos años detrás).

Y de historias pasadas con sentimiento saben mucho en esta joyería donde recuerdan con especial cariño una de ellas. La de una de sus clientas que, al quedarse viuda, quiso tener una joya especial en recuerdo a su marido con tres brillantes que simbolizaran a las tres hijas del matrimonio.

Lo que ella no sabía es que Imanol tenía guardada una sorpresa: en la parte de atrás de esa pieza había un rubí rojo… del mismo color que la rosa que ella siempre deposita en la tumba de su marido cuando va a verle. En ocasiones, las verdaderas joyas no son de oro.

Iniciativa apoyada por Gaztenpresa, Gobierno Vasco y Lanbide

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