A solo media hora de Vitoria, en pleno Valle Salado, se encuentra el pintoresco pueblo de Añana, un enclave lleno de historia y belleza natural. Este pequeño pueblo de Álava es conocido por albergar las salinas más antiguas en activo del mundo, con una producción que se remonta a más de 6.500 años.
La historia, la naturaleza y la tradición se combinan aquí, haciendo de Añana un destino excepcional para quienes buscan un lugar único y auténtico en Euskadi.
Así lo describe la revista ‘Viajar’, en un reciente artículo publicado por la periodista Alba Armida, en donde se revelan todos los secretos de este enclave único.
Una tradición milenaria en activo
El encanto de Añana se basa en su producción de sal y en las calles empedradas y casonas de piedra que dibujan el pueblo. No obstante, las salinas son el principal reclamo turístico, y no es para menos.
Este complejo de terrazas y canales, ubicado en el Valle Salado, está conformado de manantiales salinos subterráneos que permiten que el agua rica en sal ascienda, se desplace por una red de canales y se evapore bajo el sol, dejando cristales de sal.
Este proceso, que ha permanecido prácticamente inalterado durante milenios, pone de manifiesto el ingenio y la destreza de las antiguas civilizaciones.
Historia de las Salinas de Añana
Las Salinas de Añana alcanzaron su punto álgido en la Edad Media, cuando la sal era un bien preciado en Europa. En ese entonces, Añana fue un centro de producción de sal clave en el Reino de Castilla, y su comercio favoreció el desarrollo del pueblo.
Hoy día, aunque el comercio de la sal ya no es tan importante como antaño, la localidad ha sabido reinventarse y atraer a visitantes de todo el mundo gracias a su valor histórico y a la singularidad de su producción artesanal salina.
Producción artesanal y sostenible
Uno de los aspectos más destacados de las Salinas de Añana es su método de producción respetuoso con el medio ambiente. Los salineros locales siguen recolectando la sal de manera manual, manteniendo así viva un método que ha perdurado a lo largo de los siglos.
Este proceso artesanal ha dado a la sal de Añana un estatus de producto gourmet, premiado en certámenes internacionales por su pureza y sabor, y de ese modo consolidando su posición entre las sales de mejor calidad en el mercado.
Una experiencia para el recuerdo
Los viajeros que se acercan a Añana tienen la oportunidad de conocer de cerca este proceso de producción mediante visitas guiadas que explican la historia del lugar y acercan la experiencia de ser salinero por un día.
Estos recorridos ofrecen la oportunidad de participar en talleres de recolección de sal, una actividad que resulta muy práctica, para familias y visitantes interesados en la historia y la cultura vasca.
Además, en verano, los visitantes pueden disfrutar de las piscinas de agua salada, donde la alta concentración de sal permite flotar con facilidad, como si del mar Muerto se tratara.
Más allá de la sal
Aunque las salinas son el centro de atención, Añana cuenta con muchos otros encantos. Su casco antiguo es perfecto para pasear y descubrir joyas arquitectónicas como la iglesia de Santa María, que data del siglo XII y posee un interior gótico con una torre renacentista.
Este templo es solo una muestra del rico patrimonio histórico de la región, que incluye la torre palacio de los Varona a escasos kilómetros del municipio. Hablamos de una fortaleza medieval del siglo XIV que brinda una mirada a la vida de la nobleza vasca medieval.
Para los amantes de la naturaleza, el Valle Salado es también un entorno idílico para realizar caminatas y rutas al aire libre. Las zonas verdes y montañas que rodean las salinas brindan un contraste paisajístico único, mezclando el verde y el banco a aportes iguales.