Aterrizar en la Irlanda y perderse lejos de la ciudad. Huir de la muchedumbre para descubrir paisajes imponentes que sobreviven al paso del tiempo en silencio. Conectar con el entorno y reconocer algo familiar en las costumbres locales. Dejarse llevar. Ese es el objetivo, disfrutar haciendo un turismo que nada se parece al habitual

Pero para vivir la experiencia y no sentir que se está profanando un lugar sagrado, es necesario que el viajero esté dispuesto a pasar desapercibido; a ceder el protagonismo al entorno y que sea Irlanda quien deje huella en él y no al revés. A pie, en bici o en coche eléctrico, son tres opciones igual de válidas para esos viajeros que pueden encontrar el momento perfecto para conocer bonitos rincones de esta isla, llamada coloquialmente la Isla Esmeralda, en referencia al intenso color verde de sus campos.

Puente Viejo en Newport, en el condado de Mayo. T.I.

A continuación van tres propuestas para recorrer parte de la isla y que el único rastro que quede del viaje sean las fotos y los recuerdos.

Por las vías del tren

En la Ruta Costera del Atlántico se encuentra el condado de Mayo, territorio Gaeltacht, o lo que es lo mismo, identidad gaélica en estado puro. Aquí, en medio de paisajes increíbles como Doo Lough y el Parque Nacional de Ballycroy, y a un paso del encanto georgiano de Westport, se encuentra Kiltimagh, hogar de poco más de un millar de personas en el que las tradiciones y las costumbres lejos de esconderse, se manifiestan solas.

Este rinconcito de Irlanda despierta ahora a un turismo responsable y sostenible con la inauguración del primer Velo Rail de Irlanda, una ruta que discurre por una vía ferroviaria que lleva más de 60 años sin escuchar el trasiego de pasajeros y mercancías. 

Señal de la ruta Great Western Greenway.

Este trayecto se realiza sobre las denominadas bicicletas de riel. Son siete kilómetros pedaleando sobre bicicletas estilo kart, que se han montado sobre las mismas vías del tren, con una cubierta superior y capacidad para acomodar de 2 a 5 personas. Una manera original de adentrarse en el auténtico rural irlandés: el de ovejas, campos de infinitas tonalidades verdes, casas de pueblo y muros de piedra.

Y para ciclistas más apasionados, también puede resultar interesante la Great Western Greenway, una de las rutas en bicicleta más largas de Irlanda, que une Westport y la isla de Achill. Un viaje a pedales a través de tierras reinadas en el siglo XVI por la Pirata Grace O’Malley, por los acantilados marinos más altos del país y por paisajes inmensos que parecen descubrirse por primera vez a los ojos del viajero.

Ruta ciclista Glengesh, en el condado de Donegal. Martin Fleming

En coche eléctrico

La posibilidad de entrar en coche en la naturaleza más virgen y poder admirarla de cerca como si lo hicieras de puntillas, solo es posible si lo haces en un eléctrico. ¿El problema? La autonomía. Irlanda lo sabe y por eso trabaja para instalar puntos de recarga de batería en lugares remotos. La idea es abrir las puertas de la Irlanda más inhóspita y desconocida; invitar a explorarla y que el tiempo de recarga de la batería no se pierda en una estación de servicio en mitad de una autopista, sino ante montañas imponentes y paisajes interminables.

Para los que no quieren preocuparse por la autonomía de su vehículo eléctrico, pero apuestan por adentrarse en la Irlanda más salvaje y tradicional, hay tres rutas en las que nada puede salir mal. La primera propone un recorrido por Wicklow que comienza por los hermosos lagos de Glendalough, pasando por Lough Tay (más conocido como Lago Guinness) y reconociendo en el camino algunos de los escenarios más espectaculares de rodaje de series y películas como Braveheart o Vikingos.

El lago Lough Tay es conocido como Guinness Lake.

La segunda invita a conocer Cork y la magia de Kerry, donde disfrutar de los paisajes costeros más espectaculares y dejarse impresionar por las montañas más altas del país. La tercera ruta lleva hasta el norte, para conducir a través del espectacular paso del glaciar Glengesh hacia el Parque Nacional Glenveagh. 

La Ruta Costera de la Calzada es un desvío inevitable al llegar a Derry, en el que lugares como el puente colgante Carrick-a-Rede o Fair Head y Murlough Bay, le recordarán que la Isla Esmeralda esconde lugares como de ciencia ficción.

Naturaleza única

Entre Dublín y Belfast se extiende otro mundo. Uno diseñado por océanos, glaciares y volcanes durante más de 400 millones de años de historia geológica. Es el Mourne Gullion Strangford y el pasado año adquirió la categoría de Geoparque Global gracias al reconocimiento de la UNESCO, que ha visto en este lugar de picos oscuros, lagos glaciares sumergidos y exuberantes tierras de cultivo, un lugar digno de proteger en el que desarrollar un modelo sostenible de turismo.

Un grupo de turistas recorre Mourne Mountains. Rob Durston

El geoparque incluye tres áreas de una belleza natural indiscutible: el Anillo de Gullion, las montañas de Mourne y Strangford Lough, el lago costero más grande de Irlanda y Reino Unido. Un lugar único, pues cuenta la historia de dos océanos: en este punto, según los expertos, se traza el cierre del antiguo Océano Iapetus, que unió las dos partes de la isla de Irlanda y nace el moderno Océano Atlántico Norte. La última glaciación, dicen, le dio los últimos retoques.

Entre sus opciones, se puede caminar por las montañas de Mourne y escalarlas junto a algún guía experto, navegar por las aguas de Strangford Lough en una canoa y también observar aves en una de las regiones de mayor biodiversidad de Europa. También aquí se puede conocer Castle Ward (Invernalia en Juego de tronos) o descubrir los antiguos cementerios neolíticos en Slieve Gullion. Mires adonde mires las inmensas colinas verdes (conocidas como drumlins) sorprenderán precipitándose al mar entre caminos que serpentean sorteando rocas inmensas. Un lugar especial para quien disfruta de la naturaleza más salvaje.