Su increíble diversidad le ha valido al lugar más meridional de África el sobrenombre de 'Rainbow nation' (nación arcoíris). Sudáfrica es un mosaico de culturas, idiomas, creencias y costumbres en el que se hablan un total de once lenguas distintas, de los cuales dos de ellas (el inglés y el afrikáans, de descendencia holandesa) son europeas. En este crisol lingüístico de unos 60 millones de habitantes conviven etnias diferentes con una mayoría muy holgada para la población negra (el 79%), además de grandes comunidades europeas y de países asiáticos como India. 

Es el indiscutible motor económico del África austral. Una peculiaridad política y administrativa: aunque la ciudad más poblada sería de largo Johannesburgo, con alrededor de siete millones de habitantes, no es la capital. En realidad, en Sudáfrica hay tres capitales: Pretoria (sede del poder ejecutivo), Bloemfontein (sede del poder judicial) y la turística Ciudad del Cabo, donde se ubica el Parlamento Nacional y otras muchas sedes gubernamentales. 

Conozcamos las maravillas y joyas por descubrir de un país que, superada la oscura y vergonzosa etapa del apartheid, se ha convertido en una democracia estable y difunde con orgullo su lema nacional: unidad en la diversidad

Parque Nacional Kruger

 La primera parada es casi obligatoria. Casi todo aquel que viaja a Sudáfrica hace un hueco en su agenda para disfrutar de una de las reservas de animales más importantes del continente africano y el mayor parque natural del país de Nelson Mandela. Sus impresionantes dimensiones (350 kilómetros de ancho por 70 kilómetros de largo) solo son equiparables a la riquísima diversidad de ejemplares del reino animal que se pueden ver y fotografiar para el recuerdo: los conocidos como 'Big 5' (león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte), pero también otros codiciados animales salvajes como antílopes, jirafas o hipopótamos. 

Situado en el extremo nororiental de Sudáfrica, más de un millón de personas visitan el parque todos los años. Tras el bienio pandémico, este enorme rincón de África vuelve a estar copada de turistas. Las pistas y caminos del Kruger aún se pueden disfrutar en silencio debido a su gran tamaño, similar al de la provincia de Cáceres, por lo que se recomienda evitar la zona sur, más frecuentada por los visitantes.

Elefantes en el Parque Nacional Kruger. Pixabay

Avistamiento de ballenas

Otro must para los amantes de los encuentros con animales y las emociones fuertes. Toda la zona de Walker Bay y en concreto su ciudad principal Hermanus es conocida por sus tiburones blancos. El gran depredador del mar, el mítico y temido cetáceo, se puede ver desde tierra firme, lo que es un espectáculo en sí mismo. Por supuesto, cabe la posibilidad de desplazarse hasta el puerto de Gansbaai y que un barco recoja a los turistas y los lleve a observar las ballenas en su salsa, jugueteando con las olas y desplazándose libremente por la bahía. 

Existe una opción aún más trepidante. El plan implica ajustarse un traje de buceo y que una empresa local con experiencia en excursiones marinas nos consiga una cita cara a cara con uno de estos tiburones. El íntimo encuentro es en medio del mar, lejos de la costa. Para tranquilizar a los animados excursionistas, el avistamiento se hace dentro de una jaula con varias inmersiones a pulmón. Quien lo ha hecho vence al miedo. Y al parecer, engancha: asegura que volvería a contemplar de cerca a estas bestias del mar. 

Ciudad del Cabo, día y noche 

Comparada con Río de Janeiro por su belleza natural y su inigualable emplazamiento, Cape Town o Ciudad del Cabo es la joya de la corona de Sudáfrica. Subirse al teleférico que lleva a la cima de Table Mountain es una buena forma de empezar el día. Toda la zona está protegida con la figura del parque nacional. Las vistas son impresionantes. La ciudad más visitada del país no tiene desperdicio a ninguna hora del día. 

En las playas de las casitas de colores de Muizenberg beach, los surfistas aprovechan para lucir palmito y subirse a las olas. Otras zonas playeras que triunfan entre locales y foráneos son Hout Bay, Noordhoek Beach y Camps Bay. El paseo marítimo de Albert Waterfront, a los pies de Table Bay, es famoso por su cosmopolitismo y una vibrante oferta de ocio: restaurantes, bares, tiendas, pubs y centros comerciales. Para música en vivo y locales de ocio nocturno hay que pasarse por Long Street, atestada de bares. La noche es bastante segura, sobre todo al lado de la megaurbe de Johannesburgo.

Vista aérea de Ciudad del Cabo. Pixabay

La prisión de Robben Island

Puede sonar extraño visitar una celda de un país extranjero. Sudáfrica tiene un gigantesco icono como Nelson Mandela que sufrió la cárcel más de un cuarto de siglo, así que es de entender la expedición. Convertido en patrimonio de la humanidad, Robben Island es uno de esos sitios concebidos para reflexionar sobre nuestra historia y que el régimen racista del apartheid no se vuelva a repetir. 

Mandela estuvo preso en esta isla-prisión 18 años. Situado a unos 10 kilómetros de la costa de Ciudad del Cabo, lo que en su día fue una vergüenza nacional y una infame cárcel para disidentes políticos es hoy un orgulloso símbolo de la victoria frente a la sinrazón. Su lema lo dice todo: "El triunfo del espíritu humano sobre la adversidad y la injusticia". Varios ferris salen al día desde la estación marítima del Waterfront de Cape Town. 

Sowetto, corazón negro

Si hubiera que elegir un solo town ship, los barrios-guetos donde estaba recluida la población negra por imposición racial, ese es Sowetto. En la actualidad viven dos millones y medio de personas en este lugar a las afueras de Johannesburgo, lo que equivale a casi toda la población total de Euskal Herria. En Sowetto sus vecinos estuvieron confinados a la fuerza desde 1947 a 1994 y solo salían del barrio para trabajar

En sus calles se vivieron escenas terribles, en especial la matanza perpetrada por la policía del gobierno a una manifestación de estudiantes el 30 de abril de 1976. Los agentes redujeron a tiros a la multitud y cayeron muertos decenas de escolares. Los tiempos duros del apartheid contrastan con este pujante barrio-ciudad en el que caben todo tipo de viviendas y de realidades; hay pobreza y miseria, pero también mucha alegría callejera y riqueza a todos los niveles.

Vista de un puente en Johannesburgo. Pexels

A todo tren

El tren no es un medio de transporte más: es disfrute, sosiego… y exclusividad. Se ha convertido en una manera de conocer lugares de ensueño a bordo de vagones de lujo. Eso es lo que pensó un empresario llamado Rohan Vos cuando puso en marcha uno de sus proyectos más emblemáticos, el Rovos Train que parte de Ciudad del Cabo (sede de la compañía Rovos Trail) y atraviesa miles de kilómetros por exóticos paisajes. 

La ruta se escapa de los límites de Sudáfrica y transcurre por Zimbabue, Zambia, Tanzania, Namibia y Botsuana. El recorrido no tiene desperdicio; sigue las huellas del imperio británico de los tiempos coloniales. El viaje incluye las montañas Paarl, el Kilimanjaro y el Serengeti, el accidentado paisaje del Karoo y las minas de diamantes y oro, entre otros hitos. Es un tren de lujo, solo apto para bolsillos pudientes. El coste por persona ronda los 10.000 euros durante una estancia de nueve noches.

Nelson Mandela, el padre de todos

Sudáfrica despidió entre cánticos y oraciones al gran artífice de la transición del país y su hombre más querido en diciembre de 2013. Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia celebrada en el estadio de Soweto de Johannesburgo fue la interpretación de la canción 'Tata Madiba', apodo con el que era conocido Nelson Mandela. Tras la alegría callejera de Johannesburgo, el cortejo fúnebre se trasladó a Pretoria y en la sede del gobierno se instaló la capilla ardiente, por el que pasaron miles y miles de personas a dar un doloroso último adiós a 'Tata', el padre de la nación multicolor fallecido a los 95 años de edad.

La vida de Mandela es la del líder de una generación de militantes antiapartheid que luchó, se sacrificó y se comprometió por la libertad hasta las últimas consecuencias. En 1964 Nelson Mandela y otros ocho hombres, a menudo olvidados por la historia oficial, miembros todos ellos del partido político Congreso Nacional Africano (CNA), fue condenado a cadena perpetua por haber participado en decenas de actos de sabotaje destinados a derrocar el sistema racista. El conjunto de leyes que discriminó a negros, indios y homosexuales y otorgó privilegios a la minoría blanca se mantuvo en vigor cincuenta años, hasta 1992.

Estatuas de Nelson Mandela.

Estatuas de Nelson Mandela. Pexels

Mandela estuvo en la cárcel entre 1962 y 1990. La presión internacional y las negociaciones entre el CNA y el gobierno facilitaron su salida. Su liberación revolucionó Sudáfrica y cambió el país de arriba abajo. En 1992, en colaboración con el presidente blanco Frederik Willem de Klerk, se puso fin al régimen del apartheid. Un año después ambos lograron el Premio Nobel de la Paz. Con todos los partidos legalizados, se inició una nueva etapa y Mandela arrasó en las elecciones generales de 1994 al frente del CNA. 

Su mandato solo duró cinco años. Durante la legislatura se promulgó una nueva Constitución, combatió la pobreza y, sobre todo, dedicó todo su empeño en coser a un país fracturado en pos de la reconciliación nacional y puso en marcha la Comisión para la verdad y la reconciliación. En su empeñó en formar un gobierno lo más heterogéneo posible, de Klerk, su rival político, se convirtió en vicepresidente. El famoso campeonato mundial de rugby de 1995, reflejado en la película 'Invictus', fue el instrumento con el que unió de una vez por todas a una nación partida en dos. Lo dijo el propio de Klerk: "Mandela se ganó los corazones de los millones de aficionados de raza blanca al rugby".