Vivimos en un mundo en el que la amenaza de una escalada bélica que acabe en una confrontación directa entre las potencias que poseen armas nucleares está en la cabeza de cualquiera.
Desde la crisis de los misiles en Cuba en el año 1962 no ha transcendido tan abiertamente el peligro a una contienda a nivel global como la que se está contemplando ahora; o al menos no hemos sido conscientes de ello. El fin de la Guerra Fría no ha disipado ese temor y cada vez son más y más los estados que poseen en sus terroríficos arsenales ojivas nucleares.
El éxito de la oscarizada película Oppenheimer ha actualizado aquella alarma ahora que comprobamos lo que está sucediendo entre Rusia y la OTAN con Ucrania como tablero de juego para los intereses de unos y otros.
Lo que el filme narra acerca del proyecto Manhattan (1942) en la construcción de las bombas atómicas que luego se lanzarían sobre Japón en 1945 revive en nuestras mentes el impacto brutal de Little Boy en Hiroshima y Fat Boy en Nagasaki.
Aquellas dos explosiones supusieron el final de la II Guerra Mundial y el inicio de una nueva etapa en la historia: la fuerza del átomo frente al futuro de la humanidad.
La meta que alcanzó el equipo de físicos e ingenieros estadounidenses liderado por Robert Oppenheimer (1904-1967) se adelantó a la investigación que la Alemania nazi no logró finalizar con su proyecto Uranverien (1939-1945).
Pero en aquel entonces los soviéticos no iban a quedarse de brazos cruzados hasta conseguir el arma definitiva que poseían los norteamericanos. A partir de ahí, el espionaje trataría de desvelar las incógnitas que los investigadores no lograban desvelar.
En 1949 la URSS detonó su primera bomba mientras los estadounidenses se adentraban en una etapa llamada macartismo en la que cualquier persona podía ser sospechoso de ser espía y/o de colaborar con los rusos por el simple hecho de tener una ideología izquierdista.
Durante los años 50 corrían las listas negras y la persecución política bajo el yugo que distaba un patriotismo que alertaba a la ciudadanía de que el enemigo tenía un nombre propio: los soviéticos. Incluso el propio Oppenheimer fue investigado por sus inclinaciones políticas.
PINCELADAS Y FOTOGRAMAS
Mikel Razkin Fraile imparte desde hace varios años clases en varias localidades de Navarra y en 2022 recopiló 50 historias breves en un libro titulado Pinceladas y Fotogramas (Ed. Cántico).
Ahí es donde entra en escena el matrimonio formado por Ethel y Julius Rosenberg, una pareja neoyorquina que había militado en el Partido Comunista de los Estados Unidos. Los dos fueron acusados de espionaje. Fueron juzgados en un plazo récord y el proceso vivió un amplio recorrido mediático.
Pese a que se desarrollaron innumerables movilizaciones populares denunciando las irregularidades habidas en el juicio, que se detectara la endeblez de las acusaciones en su contra y que la fiscalía solicitara una desorbitada condena al no encontrarse el país en guerra, el objetivo con este proceso parecía estar claro desde su inicio: tratar de amedrentar a la disidencia política socialista en los Estados Unidos.
Los Rosenberg fueron condenados a morir en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953. El mundo se volcó con ellos y su caso dio la vuelta al orbe, pero la administración estadounidense no cedió y no hubo apenas pulso. Pablo Ruiz Picasso se involucró personalmente en el caso, al igual que lo hicieron otros muchos artistas y personalidades de la época.
Realizó varias litografías para que con su venta la pareja pudiera costear su defensa, pero las apelaciones no fueron estimadas y la silla eléctrica terminó por ser la última etapa en las vidas de Ethel y Julius. Picaso añadió en la litografía, tras el fallecimiento de la pareja, el epígrafe A la Mémoire.
Julius murió en la primera toma eléctrica, pero para segar la vida de Ethel tuvieron que administrarle tres descargas. En uno de los muchos libros que se han escrito sobre este asunto se indicaba que se les dio la oportunidad de salvar sus vidas si delataban a sus contactos. Cierto o no, lo que sí que es verdad es que ambos fueron ejecutados en tiempos que decían ser de paz.
PARA SABER MÁS...
Qué leer: Una ejecución en la familia, de Robert Meeropol (2022).
Qué ver: Oppenheimer de Christopher Nolan (2023).