Bilbao - Profesionalmente es directora y actriz; en estos momentos, disfruta de la opción de interpretar y siente placer al haber podido convivir durante ocho semanas con un personaje que está en las antípodas de su propia vida, Teresa Etxebarria. Su personaje es una mujer satisfecha de su vida acomodada, sin perspectiva personal y volcada en su papel de madre y esposa. Una historia que se desarrolla en un tiempo convulso, con una aparente tranquilidad impuesta por el régimen franquista, pero con muchas turbulencias en los sectores políticos más reprimidos y en la clase obrera.
¿Cómo va a ser su papel en ‘Aitaren etxea’?
-Doy vida a Teresa Etxebarria y se la puede definir como esposa de y madre de. Es la esposa de Luis Egaña, el alcalde franquista, y la madre de Irene Egaña, la protagonista de la serie. Su vida está enfocada a ejercer estos dos roles.
¿Sin vida propia?
-No se le conoce y parece que ella es bastante feliz ejerciendo esas dos funciones. Es una mujer que entiende su vida en estos dos papeles principales que desarrolla: esposa y madre. Para ella, su existencia está llena y completa.
Parece que es también una situación muy común en la época en la que se narra esta historia, 1956.
-Seguramente vive como la mayoría de las mujeres. Teresa tiene ventajas sociales, es una mujer que vive en una familia acomodada. Ella no tiene que buscarse la vida porque carece de problemas económicos, también es cierto que había pocas mujeres que trabajaban, pero algunas sí.
¿Una mujer satisfecha?
-Sí. Teresa no tiene necesidades, no le hace falta trabajar, tampoco tiene formación para hacer nada y ella está encantada con su vida.
¿Un papel que se aleja mucho de su realidad?
-Bueno, yo trabajo. Pero en mi casa, mi madre siempre ha trabajado, tenía seis hijos y vivía mi abuela en casa, llegábamos a comer y era ella la que empezaba a darnos la comida, luego llegaba la ama. Incluso en verano había que pensar en cómo organizarlo para que mi madre tuviera algunas vacaciones.
Una realidad muy diferente a la de la serie aunque también coincidentes en el tiempo, ¿no?
-Yo siempre he conocido mujeres trabajadoras a mi alrededor. Mi madre me contaba que ella trabajaba en la misma fábrica que mi padre y que cuando se casó le decían: Puedes continuar trabajando, pero como te vas a casar, vas a cobrar a través de tu marido, el dinero se lo vamos a dar él. Eran cosas que ocurrían en esa época franquista. Es verdad que la realidad de mi personaje y las cosas de la serie me sorprenden, pero eso también es fascinante para una actriz.
En la serie lleva unos vestidos muy elegantes pero también diferentes a su propio estilo.
-Ja, ja, ja? Muy bien, por lo menos no nos toca la época de los corsés y los cancanes, la mujer de mediados de los 50 estaba ya liberada de esos temas. Es un vestuario muy agradable. Mucho del personaje, además del guión, lo hace el estilismo, el vestuario, la peluquería. El 50% es la imagen. A mí me transforman y luego empiezo a actuar. Una gran parte lo llevo puesto, salgo disfrazada, y a partir de ahí es un placer actuar.
¿Tanto condiciona?
-Por supuesto, con esos vestidos andas de una forma distinta, con ese pelo tan repeinado, mueves también la cabeza diferente. Es divertido.
La moda retro vuelve, ¿le gusta ese estilo?
-Hay ropas que sí te recuerdan a otras épocas. Hay pantalones que llevan algunas de las chicas, aunque se utilizan pocos, pero que ves que es lo que ahora se vuelve a llevar; las modas van para adelante y para atrás y se nota. Quizá los tejidos son distintos, son muy suaves, se adaptan, los cortes tienen mucha forma, trabajan mucho las curvas de las mujeres. Quizá en alta costura se ve, pero no en los vestuarios normales.
¿Le gusta la ropa que marca las curvas?
-Yo tengo una madre que cose y a veces te lo arregla todo para que te quede más encajado, pero toda esa ropa sienta muy bien, se adapta a tu cuerpo.
¿Qué le atrae de la historia de ‘Aitaren etxea’?
-Vista desde fuera, me parece muy atractiva para el espectador. En un momento en el que la televisión entretiene y a veces ni piensas lo que estás viendo, esta serie me parece estupenda. Creo que ahora hay una apuesta en la ficción por parte de las cadenas. En este sentido, ETB ya había hecho alguna anterior, Mugaldekoak, y es muy de agradecer que haya hecho otro nuevo intento ahora. Para el euskaldun es muy atractivo.
¿Una historia cercana?
-Sí. Siempre he pensado que nuestra historia da mucho de sí para hacer series y películas. Esta serie es muy cercana en el tiempo, por muy lejos que nos parezca, no lo es tanto. En Euskadi hay historias fascinantes, lo que hace falta es que confiemos en nuestra cultura y narremos cosas atractivas. En este sentido, Aitaren etxea es una apuesta apetecible, está todo el tema del franquismo que todos sabemos lo que hizo sufrir a mucha gente. Se cuenta también que había dos bandos y la forma de vivir una una situación como esa.
¿Una historia en la que se ve reflejado el espectador?
-Creo que sí. Todos sabemos lo difícil que fue convivir en Euskadi con ideologías tan diferentes en aquellos años, sobre todo cuando una se impone, es la vencedora, bloquea a la otra y la reprime. Es una convivencia complicada. Esas reflexiones desde la ficción resultan interesantes: está claro quiénes son los buenos, quiénes son los malos, y está claro que hay una apuesta por una historia de amor?
¿Mucho más que entretener solo desde la televisión?
-Es mucho más humano que el mero entretenimiento; aquí tienes que empatizar con esos personajes, conocer lo que sienten, lo que piensan y quedarte atrapado a ver si consiguen sus sueños y sus ideales. Hay muchas historias dentro de ese entramado político marcado por una época. Cuando me llegaban los capítulos, los leía con avidez; cada uno de ellos tiene su propia historia, aunque todos ellos están englobados en esas las dos familias protagonistas: los Egaña y los Zelaia.