Le llaman sexting y no tiene nada que ver con la cadena de Emilio Aragón y compañía. Es una relación por sms en la que alguien inunda de mensajes a otro al que supuestamente quiere conquistar. El tema ha cobrado notoriedad porque es lo que ha supuesto la separación de Eva Longoria de Terry Parker, el jugador de baloncesto de la NBA con el que estaba casada. La mujer desesperada le pilló el teléfono a su marido y vio una catarata de mensajes destinados a una tal Erin Barry. Lo curioso del tema es que esta moda del sexting es sólo un prolegómenos. Vamos que no necesariamente hay que conocer a la otra persona. Es una especie de marketing directo donde lo único que hace falta es conocer el número de teléfono de quien se quiera conquistar. Ya ven que lejos y anticuados quedan aquellos presagios de que llevar el teléfono móvil en el bolsillo del pantalón podría causar impotencia. Aunque algo así dicen ahora desde Holanda, donde una investigación asegura que la radiación producida por las redes wi-fi, los móviles y las redes LAN inalámbricas dañan los árboles. Vivimos en hogares envueltos en campos electromagnéticos, nuestros puestos de trabajo están inundados de ondas ante las que lo único que uno puede hacer es plantarles un pequeño tiesto con un cactus que absorba la radiación. Claro que también es posible que entre las excepciones que Benedicto XVI hace ahora con los condones se refiera precisamente a usarlos como fundas de móvil, un protector que nos libre del infierno de las ondas electromagnéticas para que no nos contagien el alma con los contenidos que genera la televisión. Ya ven: los males del presente tienen que ver con la curiosidad y la radiación. Si Eva Longoria no hubiera mirado el teléfono de su marido todo hubiera quedado en un juego de intenciones. Y su ex marido Terry hará bien en ponerle funda al móvil.
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