Mientras crece progresivamente la presencia de mujeres en profesiones tradicionalmente copadas por hombres, trabajadoras invisibles de sectores precarios y en muchas ocasiones sin visibilidad unen fuerzas para reclamar derechos, de las aparadoras a las envasadoras y también las rederas.

Algunas de estas mujeres repasan una vida laboral que ha transcurrido de espaldas a derechos básicos, sin horarios, vacaciones y ni siquiera cotización a la seguridad social.

Neskatillas

La futura Ley de Pesca Sostenible, proyecto que regulará los caladeros y que encara el final de su tramitación parlamentaria, reconoce por primera vez a las rederas o neskatillas un coeficiente reductor de la edad de jubilación.

Era una demanda histórica del sector, mayoritariamente femenino, destaca la Asociación de Mujeres de la Pesca, que ha celebrado también que se aumente el coeficiente reductor para las mariscadoras de costa.

Ana Belén Regía es redera desde los 15. Describe este trabajo, como "duro, sobre todo en invierno", pero "satisfactorio" porque le aporta una libertad que, ella al menos, no encontraría en otra ocupación.

La presidenta de la Asociación de Redeiras O Fieital de Malpica (A Coruña), Ángeles Mille, expresa con orgullo que las mujeres del mar son "fuertes, de tirar para adelante". Por ello, van "donde llaman los barcos", detalla Regía, que de carrerilla enumera los puertos del Cantábrico que pueden llegar a visitar en una semana, ya que, como ella misma recuerda, "para que un barco pueda pescar, tenemos que estar nosotras para atarle las redes".

Otra de sus compañeras, Rosario Blanco, de 60 años, lleva trabajando como redera desde que le enseñó a serlo, primero, su abuelo, cuando ella tenía tan solo 14 años y, más tarde, personas jubiladas que se manejaban en las artes menores. "La mayoría de la gente ni siquiera se plantea que existe esta profesión" admite la presidenta de la Federación Galega de Redeiras Artesás O Peirao, Verónica Veres.

Galicia, donde se concentra el grueso de flota pesquera, aglutina casi un 80 % del sector, con presencia también en Euskadi, Cantabria y Asturias.

Según datos del Instituto Social de la Marina, en 2019 había 532 mujeres dadas de alta como rederas, frente a 82 hombres. Más de la mitad de esas rederas, destaca la Red Española de Mujeres en el Sector Pesquero, superaba los 60 años, y un gran número había comenzado a ejercer el oficio en la infancia o adolescencia, manteniendo una tradición heredada de sus antepasados. 

Aparadoras: sueldo mísero y sin jubilación

Una de ellas, que prefiere no dar su nombre por temor a dejar de recibir trabajo, se dedica a coser todas las piezas que tiene un zapato en Elche, tiene 60 años y pese a trabajar desde los 15 no quiere "ni pensar" en el momento de jubilarse, pues apenas tiene cotizados siete meses.

"No quiero ni planteármelo. Sé que llegará un momento en que no podré trabajar, pero no quiero ni pensarlo porque es de lo que vivo", relata una de las 7.332 mujeres que, según un estudio de la Universidad de Alicante, trabajan sin cotizar en el sector del calzado alicantino, invisible y feminizado, pues son apenas 1.542 los hombres aparadores.

Este trabajo "invisibilizado" nace después de que las grandes empresas del calzado externalizaran en pequeños talleres el 'aparado' de los materiales -el proceso por el que se cosen las piezas de un zapato-. Estos pequeños negocios contratan para ello a terceras personas con sueldos que no superan los 3 euros/hora y que no se actualizan desde hace 25 años.

Esta mujer, que no quiere dar su nombre por temor a que puedan dejar de darle trabajo, lamenta que trabaja los siete días de la semana con jornadas de hasta 14 horas, ya que el salario apenas llega a los 2,5 euros la hora y es una única forma de "llegar a un sueldo que no sea mísero".

Ella es una más de la Asociación de Aparadoras y Trabajadoras del Calzado, que acudió el pasado enero a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo en Bruselas para denunciar estas condiciones y pedir que se les reconociera una "jubilación digna".

"Hubo gente que se tiraba de los pelos. ¿Cómo es posible que esto ocurra en Europa?", asegura que se preguntaban los europarlamentarios. "Escuchas que en Asia o Sudamérica trabajan cobrando 5 euros al día y dices '¿cómo es posible?'. Pues aquí en España también estamos trabajando así".

Envasadoras

"El salario mínimo interprofesional (SMI) ha igualado las categorías de mozo y envasadora. Si no fuese por el SMI no ganaríamos ni mil euros y los mozos estarían cobrando más dinero que las envasadoras, que se matan a trabajar", apunta a Rocío Viciana, trabajadora de la Sociedad Agrícola de Transformación ACRENA de Almería.

En el caso concreto de su empresa, aclara, la situación ya era distinta, ya que los tribunales fallaron contra la discriminación salarial por razón sexo en el sector de manipulado y determinaron que "no existe razón objetiva que justifique la diferencia retributiva entre mozos y envasadoras, siendo funciones de igual valor".

Sin embargo, apunta Viciana, esto no se ha plasmado aún en el convenio colectivo, por lo que el elemento igualador ha sido el SMI. "En otras empresas, las mujeres y los hombres tienen que trabajar hasta 16 horas diarias para poder ganar un sueldo de 1.400 ó 1.500 euros. No tienes vida personal (…) El sueldo es muy precario", añade.

Aunque reivindica mejoras para ambos sexos, reconoce que es un sector "muy feminizado". De los 30.000 trabajadores en el sector del manipulado, aproximadamente el 85 %, unas 25.500, son mujeres.

CSIF Almería es el sindicato que hizo posible la sentencia de ACRENA y su responsable del Sector de Empresa Privada, Francisco Rueda, señala a EFE que la situación es aún "muy precaria" en el manipulado, ya que la "única subida salarial que realmente están notando tras la firma del último convenio es la del SMI".

Estas trabajadoras, recalca, están "sometidas al imperio del mercado" y muchas veces son avisadas con escaso tiempo. "¿Qué pasa si te llaman a las 13:00 horas de un sábado para ir a trabajar? Que si no entras por el aro, no te llaman en la siguiente campaña. Es verdad que con la nueva normativa están obligados a hacerlas fijas discontinuas y a llamarlas, pero como es un sector muy precario y la gente tiene muy poca antigüedad, no les cuesta apenas dinero indemnizar a esa trabajadora", afirma.

"La problemática sigue siendo el miedo, la precariedad y, lo peor de todo, la necesidad de trabajar en un sector precario", asegura Rueda. "Conforme la campaña aminora, el número de trabajadores decae, pero esas personas se van al paro porque no tienen otra forma de ganarse la vida", concluye.