Cualquier persona que haya pasado de visita por la Fábrica de Armas de Orbaizeta, en Navarra, seguramente habrá tenido la oportunidad de conversar con el vecino Beñardo Antxorena en la puerta de su casa decorada con unos bonitos eguzkilores.

Este hombre de montaña que acaba de cumplir 85 años siempre muestra una gran predisposición a contar sus historias de vida a aquellos que se acercan a este recóndito rincón de Aezkoa y es el mejor guía local que uno pueda encontrar; de ahí que haya decidido plasmar en papel sus memorias en un libro que titula Beñardo Antxorena. Recuerdos de un modo de vida ya desaparecido’.

Antes de la pandemia y alentado por su nieto Daniel, que disfruta de los raticos de viajar al pasado con su abuelo al arrimo del fogón, Beñardo comenzó a escribir sus memorias con los bolígrafos que le trajo su nieto. Uno de los motivos que le empujó fue que su difunto amigo y compañero de andanzas Alberto Lerindegi “El Mejicano” de Garralda ya había publicado en 2014 el libro ‘Memorias de un jabalí’, en el que relataba anécdotas de su vida en el pueblo y del contrabando. “Si él pudo, ¿por qué yo no? Yo tengo muchas y muchas cosas para contar y, si les cuentas ahora a los jóvenes, piensan que les estoy metiendo una trola. En este libro, que yo sepa, no hay ninguna mentira”, dice entre risas con su particular sentido del humor.

Así, tras rellenar a mano varias páginas de dos cuadernos, se topó por casualidad con el escritor vinculado a Oroz-Betelu Txema Arenzana, el cual se prestó, desinteresadamente, a digitalizar los cuadernos, ordenar las historias por capítulos y temáticas y a publicar el libro con ayuda de algún amigo. “Nos quejamos de que se va perdiendo una parte de la historia oral conforme la gente desaparece. Y éste es el gran mérito del libro, que al menos han quedado recogidas estas historias”, destaca Arenzana.

Ovejas

A lo largo de las 100 páginas de la publicación ilustradas con numerosas fotografías familiares y antiguas, Beñardo traza toda su trayectoria de vida, desde que en 1937 nació en la Casa Antxorena del Pantano de Irabia hasta que se jubiló tras 30 años como Policía Municipal en Burlada.

No tuvo una infancia fácil. Cuando tenía dos años, su madre murió a consecuencia de un parto en el que dio luz a su hermana Ángela y, a los 6 años, tuvieron que mudarse a la actual casa de la Fábrica de Orbaizeta con sus padrinos. Allí, observando, Beñardo aprendió de la vida, a manejarse con el ganado, de los trabajos de los barranqueadores, de historias de contrabando con su padre y de las relaciones con los franceses. “Yo me quería ir a América a los 17 años, pero no me dejaron y me dijeron que cuando volviera de la mili, me dejarían 90 ovejas. Me quedé, volví de la mili y, como no tenían ni para ellos, me dieron sólo 14 ovejas. No se me ha olvidado, no, después andaba yo por aquí muy rascado, muy justo de dinero”, recuerda.

Fronteras

Hasta los 25 años, cuando se fue a vivir a Burlada con su mujer y sus cuatro hijas, Beñardo se dedicó no sólo a ser pastor de yeguas y ovejas en Orbaizeta, sino que también experimentó muchas vivencias con el contrabando. Así, por ejemplo, recuerda en el libro cómo una vez recogieron un compañero y él en el valle de Aezkoa 92 gorrines para venderlos en Francia. “Metimos unos en pocilgas en Azpegi y otros en el refugio de Gaztandegi, cuando a las 12 de la noche vinieron los guardias y se quedaron en un refugio cercano. Los gorrines estaban todos callandicos, dormidos. Contentos nos vimos cuando a las 4 de la mañana vimos que se marcharon, menos mal que no se enteraron. ¡Ay si me llegan a coger los gorrines!”, suspira.

Obviamente, tampoco faltaban las relaciones con los habitantes del otro lado de la muga, ya que eran frecuentes los viajes que hacía allí para ayudar a su tío. Recuerda cómo, estando en Francia de pastor con 15 años, un jueves le invitaron a una fiesta en la que se juntaban 30 jóvenes con trompetas y tambores, comían pastas y bebían vino. “Yo conocía a las 4 chicas de aquella casa. 2 de ellas me invitaron a pasar a su habitación y, cuando entré por unos barrotes que había en la ventana, empezaron a gritar. Entonces vino un tío viejo sordomudo con un garrote, así que enseguida saqué el cuerpo de la ventana, pero la katiuska se me quedó allí. Para el domingo, todo el mundo sabía que me había dejado la katiuska”, relata riéndose.

Un sinfín de recuerdos y divertidas anécdotas como éstas de fiestas, trabajos en el monte, recogida de setas, batidas de caza o matatxerris completan esta publicación amena y muy sencilla de leer; historias que, al fin y al cabo, han vivido todos aquellos hombres y mujeres que viven al calor de la frontera. “Las mugas siempre las entendemos como puntos de separación entre países, cuando en realidad son nexos de unión. Beñardo es un hombre de mugas, que mira más al norte que al sur”, afirma Arenzana.

De momento, han editado 200 ejemplares que se venden por 12 euros en el Carrefour Express de Aribe y también en la propia casa de Beñardo, donde ha colocado unos carteles. Pero él se ha quedado con ganas de más. De hecho, su entorno ya le está animando para que publique una segunda edición. “Yo hubiera hecho otro libro, ¿eh? ¡Pero si me han quedado muchos recuerdos!”, concluye con humor.