El mundo ha entrado al segundo trimestre del año inmerso en una pesadilla que hace menos de tres meses nadie veía posible por una epidemia circunscrita en ese momento a China, pero que ya ha dejado 102.193 muertos en el mundo, de los cuales el 97% han ocurrido fuera del país donde apareció el coronavirus.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado hoy esa cifra y que el número global de infectados se eleva a 1.654.247, sólo nueve días después de superarse el primer millón de casos.
Las cifras que circulan en medios de comunicación y redes sociales pueden diferir y confundir al público, pero la OMS es la única entidad multilateral que recibe información y datos oficiales directamente de sus 194 Estados miembros, así como del resto de países y territorios del planeta, sobre los casos de COVID-19, y utiliza criterios propios de inclusión y análisis.
En menos de tres semanas el foco de la pandemia se ha trasladado de Europa a Estados Unidos, que representa casi una tercera parte de todos los casos a nivel mundial (más de 520.000) y el mayor número de fallecidos (20.000).
España es el segundo con más casos e Italia el tercero por número de infectados, pero el segundo si se cuentan los fallecidos.
Los últimos días han sido de cautelosa esperanza en ambos países al verse que la curva de nuevos infectados y muertes se estabilizaba y empezaba a bajar, pero los últimos reportes indican un repunte de casos en España, mientras que en Italia ambos datos han ido a peor.
La situación en ambos países revela una vez más lo difícil que es salir de la dinámica de transmisión del coronavirus, cuya capacidad de contagiarse ha sorprendido a los especialistas, y ofrece una sombría perspectiva de lo que pueden ser las próximas semanas en Estados Unidos.
Asimismo, corrobora que ninguna medida de prevención sobra y que cuanto más rápido se tomen, mejor es.
Seis largas semanas pasaron desde el primer caso confirmado en Estados Unidos hasta que el Gobierno federal tomó medidas drásticas para afrontar el peligro, una demora cuyas consecuencias está pagando ahora, a pesar de lo cual el presidente Donald Trump no ha descartado ordenar que se reanude la actividad económica a principios de mayo y para lo cual ha creado un grupo de trabajo que le sugiera cómo hacerlo.
En este período crítico, con más de las dos terceras partes de la fuerza de trabajo mundial bajo medidas de confinamiento total o parcial, la OMS está haciendo lo posible para que los responsables políticos atiendan razones sanitarias antes que económicas a la hora de decidir si levantan las medidas para contener la pandemia, ya que las consecuencias podrían ser aún más catastróficas.
El primer elemento que cualquier gobierno debe garantizar es que la transmisión esté controlada, que cuentan con suficientes servicios médicos a disposición y que el riesgo de nuevos brotes es mínimo, en particular en lugares como residencias de ancianos.
La reanudación de la vida escolar -a lo cual ya algunos países han renunciado para el resto del año- y laboral debe estar supeditada a que estén en pie medida de prevención eficaces en esos entornos.
El riesgo del exterior también debe ser bien medido cuando los países decidan reabrir sus fronteras al tráfico terrestre y aéreo internacional, para lo cual deben estar seguros de que tienen la capacidad de manejar la llegada de viajeros contaminados (casos importados).
Actualmente ningún país del mundo cumple estos requisitos, a los cuales la OMS agrega uno que probablemente es la clave para derrotar el coronavirus a mediano y largo plazo: el compromiso que asuman las comunidades de seguir respetando las medida de prevención, que pasan por hábitos de higiene reforzados y por mantener una distancia con el entorno para reducir la probabilidad de contagio.
Sólo así se podrá contener la pandemia, que ha llegado a todas las regiones del mundo en desarrollo, donde los gobiernos han tomado rápidamente medidas de confinamiento generalizado conscientes de que no podrían soportar los cientos de miles de casos que padecen Europa y Estados Unidos.