a menudo los héroes son desconocidos. Pedro, de 15 años y alumno del colegio Liceo Monjardín, lo sabe. Quizá por eso prefiere proteger su imagen y otros datos de su identidad que ayuden a relacionarlo con la historia que protagonizó el pasado domingo en Iruñea, cuando fue capaz de salvar la vida de su padre practicándole maniobras de reanimación cardiopulmonar después de que sufriera un infarto. “Mis compañeros me dicen que soy un héroe, pero simplemente me considero un hijo que quiere a su padre”, afirma el chico con la naturalidad de alguien que no se da ninguna importancia al recordar lo vivido, una experiencia que admite que incluso puede hacer que se replantee su futuro profesional. “Quería estudiar algo relacionado con la informática o las ciencias, pero después de esto quizá estudie ciencias de la salud”, asegura.
Pedro, que cursa 4º de la ESO, recuerda que fueron minutos difíciles, muy tensos, que desde entonces le “cuesta dormir”, pero al mismo tiempo se muestra aliviado por haber sido capaz de auxiliar a su progenitor tras sufrir una parada cardiorrespiratoria que le mantiene ingresado en la UCI del Complejo Hospitalario de Navarra con evolución favorable y “sin lesiones cerebrales”. Por eso, es consciente de la importancia de las lecciones que aprendió en su centro escolar “dos semanas” antes del infarto, vitales para el desenlace final y por eso anima a “todos los colegios a que enseñen a sus alumnos reanimación cardiopulmonar” y a “los alumnos a que atiendan en esas clases, porque algo así te sucede literalmente de improviso”.
Con la única compañía de unos folios en blanco entre las manos, casi un símbolo de alguien que tiene toda la vida por escribir, Pedro explica que todo ocurrió el domingo entre las 15.00 y las 16.00 horas, cuando se encontraba ordenando su habitación y escuchó a su madre “gritar”. “Fui corriendo y encontré a mi padre sentado inmóvil en su cuarto. Me puse muy nervioso y lo primero que hice fue coger el teléfono y llamar al 112. Mi padre no reaccionaba y decidí ponerlo en posición lateral de seguridad. Le hablaba y no reaccionaba, pero movía los ojos, así que empecé a hacerle la RCP (reanimación cardiopulmonar)”, señala.
El chico relata lo ocurrido con un aplomo impropio de su edad. “Empecé a hacerle compresiones a mi padre en el pecho y como se empezó a poner morado, comencé a hacerle insuflaciones. Iba variando de 32 compresiones a dos insuflaciones”, hasta que llegó la ambulancia. Fueron de “10 a 15 minutos” de maniobras cardiopulmonares hasta que le relevaron los sanitarios que acudieron al domicilio, que tuvieron que emplear “un desfibrilador dos veces”.
Mientras un agente de la Policía Municipal de Pamplona le “consolaba”, el personal médico colocaba a su padre un respirador automático y una máquina Lucas (sistema de compresión torácica). “Comprobaron que tenía pulso y respiración, y eso me tranquilizó un poco”. A continuación, lo evacuaron al Complejo Hospitalario de Navarra. “Gracias a Dios estaba consciente, no tenía lesiones en el cerebro y hablaba”, cuenta el joven, que añade tuvieron que practicarle un catéter porque “al parecer tenía tres arterias coronarias obstruidas. Le colocaron un balón de contrapulso para que no tuviera que hacer tanto esfuerzo con el corazón y todo salió bien. Nos dijeron que ahora tendrá que estar unas dos semanas en la UCI”, afirma Pedro, que recuerda que cuando pudo hablar con su padre por primera vez le dio las gracias, “me dijo que estaba en buenas manos y que estaba deseando que le dieran el alta y volver a casa”.
Desde la experiencia vivida, el chico reivindica la formación para atender urgencias vitales en los centros escolares. “Quiero pedir a los colegios que enseñen desde pequeño las maniobras de reanimación cardiopulmonar. Incluso desde Educación Primaria deberían enseñar a llamar a la ambulancia. Es algo muy importante, porque cuando te pilla algo así, ocurre de improviso. Yo sigo afectado y me cuesta dormir bastante por las noches, pero estoy tranquilo porque mi padre está bien, pero creo que todo el mundo debería estar preparado para ello”.
Al respecto, Pedro recalca que “casualmente hace dos semanas”, dentro de la asignatura de Educación Física, en el colegio Liceo Monjardín “nos impartieron dos clases sobre reanimación, consistentes en una charla teórica y una clase práctica. Gracias a eso supe lo que hacer”, aunque hace hincapié en la presión que soportó. “Es muy duro pensar que mi propio padre podría haber muerto delante de mí. Había momentos en los que le hacía la compresión y empezaba a quejarse, a reaccionar, pero en otros se quedaba literalmente inmóvil y lo único que podía hacer era llorar”, comenta el joven, cuyo comportamiento fue asombroso para los sanitarios que acudieron a su domicilio. “Preguntaron quién le había hecho el masaje cardiopulmonar a mi padre y se quedaron un poco sorprendidos cuando supieron que había sido yo. Me lo agradecieron”.
Pedro, que pensaba estudiar “algo relacionado con la informática o las ciencias” -“el año que viene ha escogido ciencias e ingeniería”-, asegura que después del domingo se “plantea estudiar ciencias de la salud” y enfocar su futuro profesional hacia la atención y cuidado de las personas. Toda una experiencia vital.