Vitoria - Que el ciudadano tenga mejor o peor salud depende mucho de las condiciones urbanísticas, sociales y del barrio. Por eso, los expertos en salud pública ya advierten de que “el código postal es más importante que el código genético”. Una variable que hoy abordarán las jornadas de la Sociedad Vasca de Medicina Familiar y Comunitaria (Osatzen) que se celebran en Gasteiz y que tratarán las desigualdades geográficas en materia sanitaria. “Siempre hemos pensado que lo más importante era la genética y luego el sistema sanitario. Pero cuando se ven las estadísticas y la prevalencia de las enfermedades, te das cuenta de que el código postal pesa muchísimo”, explica Mónica García Asensio, vicepresidenta de Osatzen.

“La genética te predispone, pero luego están nuestros hábitos de vida y nuestro entorno. El sistema sanitario te saca de apuros pero puntualmente. Dependiendo de dónde vivas, de cómo comas, del urbanismo, de si hay parques, de qué actividades al aire libre desarrolles, de si la gente de tu entorno fuma o no, de si bebe o no, de ahí van a venir o no las patologías porque las personas viven en la comunidad y en el barrio y allí es donde se enferman, se desenferman y allí también donde pasan sus últimos días”, señala categórica García Asensio.

Esa afirmación se ve corroborada, por ejemplo, por el mayor mapa de la mortalidad por cáncer realizado hasta la fecha en el Estado español. Un atlas en el que se aprecia la probabilidad de padecer un tumor dependiendo de en qué región hayas nacido. En él se encuentran áreas de Castilla y León, como Burgos y Palencia donde es más alta la probabilidad de morir de cáncer de estómago debido a las costumbres alimentarias en estas zonas, donde suelen consumirse más alimentos curados o ahumados y menos frutas y vegetales que en las áreas costeras.

Pero además vivir en un barrio u otro marca una diferencia notable ya que puede reducir la esperanza de vida hasta en diez años, según epidemiólogos y sanitarios. Bizkaia no es ajena a este fenómeno. “Entre Algorta y el Casco Viejo, en apenas quince paradas de metro, hay diez años de diferencia en la esperanza de vida de las mujeres. En Algorta está casi en 88 años y en el Casco Viejo está en 78”. “¿Por qué? Porque no es lo mismo que la gente tenga ascensor a que no pueda salir a pasear porque vive en un 5º piso y no puede subir y bajar. Tenemos domicilios en los que los abuelos están bien pero no pueden con tantas escaleras. Vivir en una casa bien acondicionada, con calefacción, con ascensor, cerca de un parque, que tiene un club municipal con actividades para mayores... posibilita una vida más saludable. Por eso es muy importante la coordinación de los profesionales con los servicios sociosanitarios, con Urbanismo, con los servicios sociales”, especifica esta médico de familia.

Mejorar el bienestar El especialista en Salud Comunitaria, Rafa Cofiño, fue uno de los primeros expertos en defender que en la calidad de vida de las personas “es más importante el código postal que el genético”. Cofiño expone un ejemplo muy gráfico de cómo mejorar el bienestar no es solo responsabilidad del sistema sanitario. “Si eres una mujer con tres hijos, ingresos mínimos, trabajo precario y cuidadora de tu madre, exigirte que comas de forma equilibrada y que hagas actividad física todos los días es francamente complicado porque, mientras no mejores tus condiciones es muy difícil que mejores tu estilo de vida”.

“En Atención Primaria entramos todos, también los servicios sociales, las administraciones locales o los centros educativos”, apunta, por su lado, Belén Benebé, médica de familia en Aragón y participante de las jornadas de Osatzen.