Entre harina, nata, azúcar y cacao trabaja Fernando Diez en su obrador de Hernani. Con las manos siempre en la masa y los hornos a toda brasa, poco a poco va cobrando forma el postre que está elaborando. La tarta base de chocolate ya está lista. Las dos bolas y el cilindro de mazapán rellenos de leche condensada, también. Unos pequeños bracitos descansan en la repisa, junto a un hacha en miniatura y una boina a medida con sabor a frambuesa. Solo falta unir todas las piezas? et voilà! La tarta de pene aizkolari está lista.
A sus 49 años, Fernando lleva toda la vida dedicándose a la repostería erótica. “He nacido prácticamente en un obrador de pastelería”, asegura. La tradición la empezó allá por los 60 su padre, también llamado Fernando. “De cuando en cuando, algún amigo o conocido le pedía un postre erótico”. Por entonces, y con mucha discreción, él les dibujaba en la propia tarta de chocolate o bien la silueta de una mujer o los genitales externos masculinos. Todo muy básico hasta que, en 1979, viajaron a Estados Unidos.
“Allí visitamos una pastelería erótica que nos llamó mucho la atención”, recuerda Fernando hijo. En vez de simplemente dibujar las formas, tal y como hacía su padre, en aquella repostería elaboraban los dulces con relieve. “Descubrimos el 3D, como diríamos ahora”. Inspirado por aquella nueva forma de hacer pasteles eróticos, decidieron probar si tendrían futuro en Euskal Herria y, ante su buena acogida, la Pastelería Fernando de Hernani pasó a convertirse en la Pastelería erótica Fernando. Desde entonces, antes el padre y ahora el hijo, han ido creando diferentes modelos de dulces eróticos hasta que a día de hoy gozan de un amplio catálogo de posibilidades, además de admitir nuevas ideas y retos a encargo de los clientes. Aunque sobre todo, Fernando asegura que han ido adquiriendo destreza con los años. “Las tartas de hace tres décadas eran más rudas, pero poco a poco hemos ido refinando, dándoles detalles más bonitos y más reales”.
Los ingredientes de un postre erótico son los de una tarta tradicional: bizcocho y nata, habitualmente con un baño de trufa negra o blanca. Y en cuanto a sabores, puede ser indistintamente de bombón, de frambuesa, etc. La diferencia, pues, reside en el añadido. Por ejemplo, incorporando un pene de chocolate blanco o negro -a gusto del consumidor- relleno de leche condensada. La clave para que tenga el mayor parecido con la realidad: el mazapán. “Nos ayuda a darle la forma y a que tenga una mayor similitud al producto real”.
Otra opción sería los “chochetes”. En este caso, aparece dibujada en la tarta la silueta de una mujer tumbada boca abajo y con la vulva y el ano al descubierto. Para darle color, va con un baño de trufa blanca o negra y, para mayor detalle, finalmente con un aerógrafo se dota a los genitales externos femeninos de diferentes tonalidades y sombreados.
Penes disfrazados No obstante, las opciones no acaban ahí. Figuras, pechos, siluetas de hombres y de mujeres, genitales individuales, combinados. “Con el tiempo le hemos ido dando más a la imaginación”, indica Fernando. Tal es así que a día de hoy también ofrecen la posibilidad de disfrazar estas tartas y así personalizarlas, sobre todo en el caso de los penes. Los visten de gallo, de zorro, de aizkolari, de casero, de gasolinero, de sanfermines, de ciclista, de surfista... Y hasta está la posibilidad de elegir el escenario: un campo de fútbol, el despacho de trabajo, etc. “Me han pedido tantas cosas que ya he perdido la cuenta”.
En cuanto al coste, el precio medio son 44 euros una tarta de 8 raciones, bien de los genitales externos masculinos bien de los femeninos. En lo que al tamaño de las figuras se refiere, hay dos medidas: estándar y extra grande. “Pero tampoco dimensionamos los genitales para que parezcan más grandes de lo habitual”. Las tartas individuales, por otro lado, rondan aproximadamente los 10 euros y las más caras, entre los 80 y 100 euros. “Al final, todo depende de lo que nos pida el cliente: cuanta más elaboración y raciones tenga el precio va en aumento”.
Fernando explica que sus principales clientes son los amigos de las parejas que se casan, sobre todo cara a las despedidas. Pero también venden a los restaurantes, hoteles, cuadrillas, a parejas y a personas individuales que quieren darle un toque erótico o diferente al postre. “Aunque no es lo más habitual, algunas madres incluso nos piden tartas de pechos para regalarles a sus hijos cuando cumplen 18 años, porque el hijo siempre andaba con las tetas para arriba y las tetas para abajo”.
Quizá, el encargo más “llamativo” que le viene a Fernando a la cabeza fueron las figuras de una pareja de novios en la que le pidieron que ella apareciera apoyada sobre la mesa, con el vestido levantado, y él detrás, con una erección. “Pero al final te habitúas a realizar estas piezas y ya no te llaman tanto la atención”. En el primer puesto del ranking a los más graciosos, por otro lado, para él están los penes disfrazados. “Y además me suponen un reto constante”, confiesa.
Por ejemplo, conseguir que se vea un zorro y a la vez un pene. “Hay que lograr que, aunque camuflado, el pene no pierda su esencia y, al mismo tiempo, que adquiera la forma del zorro”. Además, el resultado tiene que ser una figura curiosa y simpática. “Como cada disfraz es nuevo, no partimos de un molde”. Es por ello que, para Fernando, los pasteles eróticos requieren una mayor dedicación y destreza que la repostería tradicional. “Al final, tenemos que hacer una tarta al uso a la que después le añadimos diferentes elaboraciones y, cuantos más detalles, más tiempo”.
Un poco de vacileo Y al hilo de los tiempos, Fernando asegura que en la actualidad la repostería erótica ya no está tan sometida al tabú en el que se movía décadas atrás. “Todavía recuerdo que cuando mis padres empezaron con el tema erótico los clientes a la hora de pedir lo hacían con bastante reparo y, para sacar la tarta de la tienda también tenía que ser a escondidas”. En cambio, ahora las cuadrillas de chicos y de chicas que entran en su obrador bromean sobre el tema y, en ocasiones, incluso le “vacilan” con “el tamaño de esto” o “la pinta de aquello”. “Sobre todo hay mucho vacileo si vienen dos o tres chicas, porque los chicos suelen ser más recatados”. Aunque a la hora de las ventas, el porcentaje de compra de ambos sexos es similar. “Es curioso, porque una semana igual tienes muchos encargos del sexo masculino y luego más del femenino”.
Por diversión. Para Fernando, ese es el motivo del éxito de los pasteles eróticos. “Por poner la guinda picante a esa despedida o a esa cena con algo gracioso y que escape de lo habitual”. Como no podía ser de otro modo, él mismo lleva de cuando en cuando alguna sorpresa a las comidas con amigos. Aun así, advierte que, como con todo dulce, hay que consumirlos con moderación. “Aunque inciten por su forma y por su sabor a comerlos ansiosamente, es importante no saturarnos”. Mientras tanto, Fernando continuará horneando postres en su obrador a la espera del siguiente reto. “Piensas que ya has hecho de todo, pero la gente siempre te sorprende y eso es lo bonito de esta especialidad”.