“Puede que esta ausencia de reemplazo juvenil sea uno de los factores que nos debilite en el futuro próximo, tanto hablando de la estructura productiva como social. Es todavía más grave, en mi opinión, el hecho de que ni las instituciones, ni la sociedad en general nos estemos tomando en serio el problema y, en lugar de hacer una apuesta por esas generaciones, les lanzamos mensajes del tipo no hay futuro, hay que marcharse fuera?”. Con estas ideas, el sociólogo de la UPV Unai Martin pone el dedo en una llaga que pocos quieren ver: Euskadi sufre la falta de juventud. En concreto, cuenta con 158.000 jóvenes menos que hace quince años, según ha denunciado recientemente la presidenta del Consejo de la Juventud de Euskadi, Itsaso Andueza, tomando como referencia los datos del Instituto Vasco de Estadística (Eustat). En 2001 había 448.787 personas con edades comprendidas entre los 15 y los 29 años, mientras que en 2013 -último dato facilitado- la cifra se redujo a 290.715, lo que supone una caída del 35%, más de un tercio. Es decir, se ha perdido uno de cada tres jóvenes respecto a 2001.
La caída de la natalidad explica estos números, pero detrás de las estadísticas siempre hay razones y posibles consecuencias. Comencemos por las bases para analizar la llamativa caída demográfica. A juicio de Martin, el argumento principal hay que buscarlo en décadas anteriores. “Las personas que ahora están en edad joven nacieron a finales de los 80 y los 90. En esos años, la natalidad en Euskadi era extremadamente baja comparada con décadas anteriores y con otras poblaciones. Llegó a ser de 0,89 hijos por mujer. Es por ello que las generaciones nacidas en esos momentos son muy poco numerosas, sobre todo comparadas con las anteriores, que eran anormalmente numerosas, ya que nacieron durante el baby-boom vasco”, expone este sociólogo, integrado en el Grupo de Investigación en Determinantes Sociales de la Salud y Cambio Demográfico.
Martin añade que este proceso viene acompañado con una reducción continuada de la mortalidad, que ha conllevado un aumento de la esperanza de vida y, por tanto, que las generaciones alcancen edades avanzadas. “El número de personas mayores ha aumentado y, por tanto, el de jóvenes ha descendido en términos relativos. Es una mezcla entre un envejecimiento poblacional y una reducción de la juventud por una baja natalidad”, sostiene este sociólogo.
El también sociólogo Benjamín Tejerina comparte algunas de estas argumentaciones, como el hecho de que la caída demográfica se había iniciado antes de 2001, aunque en los últimos tres lustros es más evidente. “Es una caída bastante rápida porque en 15 años hemos perdido un tercio de la población sin contar a los que se han ido al extranjero con la crisis. La caída arranca hacia mediados de los 80, cuando el número de hijos por mujer en edad fértil va cayendo y, al mismo tiempo, la edad de tener el primer hijo se retrasa. Ahora estamos en poco más de 31 años y todo eso hace que nazcan menos niños”, recalca Tejerina.
Por su parte, Martin agrega que “si una población entra en unas tasas tan bajas de natalidad cae en lo que a veces se ha denominado “trampa demográfica”: nacen menos niños y, por eso, en el futuro hay menos personas en edad de tener hijos y, por tanto, baja todavía más el número de hijos (no porque el número de hijos por mujer baje, sino porque hay menos mujeres). “De hecho, la natalidad en Euskadi ha descendido levemente estos años, a pesar de que se tengan más hijos, pero las generaciones tienen menos individuos”, concluye Martin.
¿Por qué los vascos tienen una tasa de natalidad tan baja? Tejerina estima que “quizás ha habido un cambio de valores y tener hijos ya no es una prioridad”. “La vida no es fácil para las familias jóvenes. Antiguamente, las mujeres no trabajaban fuera del hogar, lo hacían en casa. Eso hacía que tuvieran disponibilidad para cuidar hijos. Ahora, la mayor parte de las mujeres se incorpora al mercado de trabajo de forma parecida a los hombres y eso hace que sea muy difícil conciliar la vida familiar y la actividad laboral”, señala Tejerina.
horarios Para paliar esta situación, “las leyes no ayudan gran cosa y no se establecen horarios que faciliten la conciliación”. “Ya no son solo los horarios laborales los que la dificultan, es que las horas del colegio tampoco se adecuan. En el horario de entrada a las escuelas se supone que la gente ya tiene que estar en su trabajo. Si no tienes a alguien que lleve a los hijos y te los saque es muy complicado”, apostilla Tejerina.
Este profesor de la UPV añade que “el coste de la vivienda se ha disparado y los salarios no se han incrementado, incluso han descendido un 20% entre la gente joven”. No obstante, Tejerina matiza que el descenso de la natalidad también puede estar influido por “las prioridades vitales”. “Así como para la generación de mis padres tener hijos era uno de los elementos centrales de su vida, no veo que entre los jóvenes exista ese mismo interés. Quizá se prioriza más el fenómeno singles, gente que vive sola porque prefiere tener una cierta calidad de vida antes que una familia. No hay una explicación sencilla”, pormenoriza.
Las consecuencias de este desplome en el número de jóvenes vascos son una bomba de relojería, cuya espita ya arde. “Durante estos años, Euskadi se va a enfrentar a un difícil proceso de relevo generacional. El número de jóvenes respecto a los que están en edad de jubilar es cada vez menor. Si en la década de los 80 había dos por cada jubilado y en 2001 eran 1,5, en la actualidad son 0,7 y en el año 2025 serán 0,6. Esto supone que, aun consiguiendo unas tasas de actividad alta, tipo Suecia, no conseguiríamos mantener nuestra población activa. Estamos hablando de que el reemplazo de colectivos como médicos, profesores u otras profesiones va a ser complicado”, avanza Martin.
Los efectos del envejecimiento poblacional ya están en situación de estallar en pleno rostro de la sociedad vasca, cuya preocupación por vadear la crisis le ha impedido atender un factor fundamental para sostener el sistema. “En Euskadi hay 158.000 jóvenes menos en una población activa de 900.000 personas. Como no existen, no ocupan puestos de trabajo, no pagan impuestos y tampoco pagan pensiones. Cada vez hay más gente jubilada, 1 de cada 4, y los que tienen entre 15 y 29 años son 1 de cada 5. Es decir, la proporción de gente que sostiene la sociedad está en manos de menos personas”, manifiesta Tejerina.
Ante esta coyuntura, este profesor universitario señala tres opciones: aceptar que vengan gentes de fuera, que la gente tenga más hijos o que la sociedad descienda su calidad de vida por tener menos recursos a la hora de repartir. “Es evidente que el Estado no puede sacar dinero de donde no lo hay. El sistema de pensiones está desequilibrado pero es que también lo está el sistema de impuestos. El gran reto es cómo incorporamos más gente al sistema productivo para que contribuya al mantenimiento de la sociedad. Y los salarios se están manteniendo o bajando, lo que significa una menor recaudación tributaria. Es un dilema enorme el que tenemos en este momento”, alerta Tejerina.