Quito - Un nuevo terremoto de 6,3 grados en la escala abierta de Richter sacudió ayer la costa norte de Ecuador, la misma zona afectada por el fuerte seísmo del sábado pasado, que mató a unas 525 personas. Según informó el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el movimiento telúrico se localizó a 25 kilómetros al oeste de Muisme, localidad ubicada a unos cien kilómetros de Pedernales, considerada la zona cero del seísmo de 7,8 grados registrado el sábado.
El terremoto se registró a 15,7 kilómetros de profundidad y, al parecer, no se emitió una alerta de tsunami. El temblor, que se produjo a las 03.33 hora local (10.33 hora peninsular española), tuvo su epicentro a unos 73 km al suroeste de Propicia y a unos 214 al noroeste de Quito.
Por su parte, los supervivientes del terremoto de 7,8 grados del pasado sábado luchan por rehacer sus vidas desde carpas e improvisados refugios que, en la ciudad de Portoviejo, se construyen en espacios abiertos donde familias enteras han reunido las pertenencias que les quedan.
camas, armarios y estufas Camas, armarios e incluso estufas son algunos de los enseres que los ciudadanos de Portoviejo han podido recuperar tras la tragedia y que ahora conservan en el parque del Cayanbe, donde se reúnen quienes han perdido su casa a apenas unos trescientos metros.
Es el caso de Olga Quiroz, que convive con sus seis hijos en una precaria construcción cubierta con una chapa en la que apenas hay espacio para que ella caliente agua para el café, mientras uno de sus vástagos lava la ropa junto a la entrada. “Vinimos cuando la tierra tembló y después poco a poco fuimos trayendo los muebles”, contó Quiroz sin perder la sonrisa.
Decidida a salir adelante, se prepara para cocinar lo que cada día consigue del paquete de alimentos que las autoridades le entregan, y que incluye arroz, pasta, café y pan, además de los enseres básicos de aseo. Al otro lado del camino que atraviesa el parque, sobre el césped, los García se preparan para almorzar arroz con carne y zanahoria, mientras la ropa lavada esta mañana se seca al sol.
“Hay que seguir adelante, no dejarnos vencer. Que nos ayuden, que hace falta ayuda, pero del resto ya seguimos nosotros”, contó uno de los vecinos que aquí viven, que prefiere no ser identificado.
En otras carpas cercanas grupos de personas hablan sobre sus necesidades, mientras que otros venden agua y algunos alimentos y especulan sobre el tiempo que puede tardar la reconstrucción de Portoviejo, cuyo centro quedó devastado por el seísmo. - Efe