poca gente podrá sospechar que en el interior del aparcamiento de La Barbacana, en Laguardia, existe un tesoro arqueológico que puede ser visitado sin ningún problema. Se trata de un enorme estanque construido hace 2.100 ó 2.200 años para abastecer de agua potable a la población celta o celtíbera del collado. Lo sorprendente es que ese estanque es la mayor construcción de ese tipo en el conjunto de Europa.

Armando Llanos, responsable de ese patrimonio en la Diputación Foral de Álava hasta hace poco tiempo, ya que se ha jubilado, relata que el estanque se descubrió en el transcurso de unas obras de urbanización al eliminar el viejo instituto de enseñanzas medias y el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Allí comenzaron a aparecer una serie de restos medievales. De ellos se dejó como testimonio un horno de campana para que se viera cómo se ha superpuesto la población a lo largo del tiempo. Cuando se llegó a este nivel se vio que aparecían una serie de construcciones que eran realmente importantes y que se correspondía a un estanque celtibérico, con una antigüedad de 2.100/2.200 años. Era el tiempo más caliente de la política del ladrillo y las operaciones para tratar de minimizar el descubrimiento se dispararon.

El Ayuntamiento de Laguardia, a cuyo frente estaba entonces Javier Sampedro, del PP, empujaba para acelerar la construcción porque "no había otra zona para construir el aparcamiento y la residencia de ancianos. Es un solar muy importante porque se trata de la obra estrella de nuestra legislatura y ha estado parada más de medio año", declaraba en aquellas fechas. Después, desde otros medios, se extendió el rumor de que al arqueólogo se le había "sometido a un tercer grado para que pasara de puntillas" sobre la conservación del estanque. La polémica llegó al Pleno de Juntas Generales e, incluso, a una posterior Comisión de Cultura de la misma institución, donde Mikel Mintegi, entonces diputado de Cultura, tuvo que intervenir para rechazar las acusaciones vertidas sobre el arqueólogo Pereda, aclarando que en sus informes había sido muy minucioso y que incluso, en el primero de ellos, fechado el 19 de junio de 1998 pedía seguir dos meses más de excavaciones para poder completar el estudio del yacimiento. En la transcripción de la sesión se narra que el "siguiente paso fue que los jefes de servicio, el jefe del Servicio de Museos, y la directora de Arqueología, leen este informe y dicen, sí señor, hay que seguir y además lo apoyamos, porque siempre se basan en el estudio que plantean. Y este primer informe dice "adelante". En este caso es Arabarri, y estamos hablando ya del 31 de julio del 98. Arabarri también acepta que hay que seguir excavando, y ahora, si la primera actuación la contrató el Ayuntamiento, en ésta lo contrata Arabarri, y como esta excavación es más cara, esto cuesta 19 millones de pesetas. Y estamos hablando ya de 4 millones de antes más 19, 23 millones de pesetas", según aclaraba Mikel Mintegi en la mencionada Comisión de Cultura.

El impacto mediático que tuvieron estas polémicas y la intervención del Gobierno Vasco obligaron a paralizar una parte de los proyectos constructivos, como es el caso de las viviendas, y poco más tarde se declaró Bien de Interés Cultural, lo que permitió que se construyera el parking, pero dejando a salvo una gigantesca sala donde se conserva el estanque, los moldes de las campanas y un pozo.

Esto volvía a ser confirmado por Imanol Agote, director de Patrimonio cultural del Gobierno Vasco, cuando en la apertura de la sala museística dijo que "cuando se descubrió hubo muchos problemas, porque era un obstáculo para el desarrollo de proyectos. Afortunadamente se tomó la decisión de protegerlo y se pudo hacer gracias a la inversión del 1% de la obra pública". Algo que también recuerda Armando Llanos al rememorar que "la excavación se hizo con mucha presión, con las máquinas trabajando. Es decir, lo peor, aunque al final se lograron buenos resultados", aunque "la parte de aljibes que estaba al exterior, al hacer el edificio, se tuvo que sacrificar, aunque una parte permanece enterrada".

El origen del estanque hay que buscarlo buceando en la historia y hasta visitando el poblado de La Hoya, población que en un momento determinado, por una serie de circunstancias, como el incendio, ataques al poblado, u otras parecidas, es abandonado por un sitio que se pudiera defender mejor. La Hoya está en una zona plana, aunque tiene una muralla, pero sus habitantes eligen el cerro, la parte alta, y se establecen allí. Lo que esta gente necesita, como cualquier otra población es tener agua, tanto para su uso como agua de boca como para el ganado. Así construyen este estanque que viene a recoger unos 303.000 metros cúbicos. Tal circunstancia indica que si el consumo medio por persona es de 20 litros al día, la infraestructura era para una población realmente grande. Esto se ha confirmado porque a lo largo de todas las obras que se han hecho en la zona están apareciendo casas celtibéricas, que prácticamente siguen la misma alineación de la calle Mayor. Es decir, van desde el estanque hasta Santa María, explica Armando Llanos.

Fases diferenciadas El estanque tiene varias fases. Hay una primera que es la parte baja, luego hay modificaciones, el recrecimiento de paredes con el fin de acumular más agua. Las que entraban en el estanque venían de un manantial desde Sierra Cantabria, que todavía sigue manando, aunque hoy está desviado precisamente para evitar todas las humedades en el interior. Todo el consumo se recuperaba durante la noche sin ningún problema.

Para Llanos se puede considerar un estanque, un embalse de época celtibérica, de finales de la Edad del Hierro, como el mayor estanque de Europa en capacidad. Hay otros, sobre todo en poblados del valle del Ebro, pero son de menores dimensiones o que ocupan espacios subterráneos naturales. Pero como estanque construido, es el mayor del conocido como viejo continente. Tiene un entrante, en la parte sur porque el agua siempre usa la roca hacia el sur, y allí hay unos peldaños que se hicieron para acceder al estanque. Incluso en esas piedras hay marcas de haber afilado herramientas en los propios peldaños.

Servía para el suministro normal a la población, porque el ganado abrevaría en el prado. El uso personal para la población parece que tenía también otras connotaciones, ya que en algún momento ha podido tener una función ritual por una serie de materiales que aparecieron entre las piedras. La excavación parece demostrarlo así. Incluso en las proximidades, cerca, hay un ara romana dedicadas a las matres, que son unas protectoras en las zonas de manantiales. Es decir, que en época romana se continuó con el ritual.

El agua se ha mantenido desde siempre en esta zona de la comarca de la actual Rioja Alavesa, como lo demuestra que en la época medieval se construyó el pozo que se conserva. Había dos o tres, igual que unos aljibes en la parte sur que por las obras hubo que eliminar. Pero realmente siempre se ha utilizado incluso en la zona al pie del abrevadero.

Para que los visitantes que se acerquen hasta la zona puedan entender la importancia de ese lugar se han creado tres elementos de información que por un lado acogen la parte humana, de la gente que llegó inicialmente, los pastores de los dólmenes megalíticos; la parte de la población de la edad de Hierro, y la parte medieval. Luego hay otros tres módulos, uno de ellos está dedicado a Laguardia: poblado celtibérico, el otro al estanque y el tercero a temas generales.

Panorámica del estanque celta de La Barbacana. Debajo, una recreación de la infraestructura. reportaje gráfico: p.j.p.