Vitoria. Lloraba el cielo en Araia. Y Araia temblaba. Nadie en el pueblo hubiera imaginado un final tan trágico para el matrimonio formado por Tere Egurrola y Jesús Pereda. Eran una pareja jubilada "con una vida normal". Ella, de 65 años, pura simpatía. Él, de 68, un amante de su huerta y el campo. La alarma saltó a las 9.30 horas, cuando una vecina que volvía de uno de sus paseos matutinos por el monte vio el cadáver del hombre colgando de un cable por delante de la fachada de su casa. Rápidamente llamó a la Ertzaintza. Y pronto se conocieron las primeras hipótesis policiales. El marido presuntamente había matado a su mujer de un golpe en la cabeza y luego se había ahorcado. Un suceso tan espeluznante como inesperado.

Cuando los agentes de la Ertzaintza llegaron a la vivienda, ubicada en el número 9 de la calle Etxebarri, vieron el cadáver de Jesús y llamaron a la puerta. Nadie abrió. Entraron al domicilio y encontraron el cuerpo de Tere en un dormitorio. Presentaba "un fuerte golpe en la sien" y estaba tendido sobre la cama, donde también había un hacha. Al parecer, el arma homicida. Él colgaba por fuera de la casa, con el rostro contra la pared, ahorcado por una cuerda atada a una escalera portátil que había cruzado en el balcón del segundo piso del chalé. Una visión terrible.

Los agentes intentaron tapar al fallecido con una sábana. No lo lograron. La policía científica llegó a las 12.00 horas y procedió al examen del cuerpo. El hombre había quedado colgado con los pies a tan sólo un metro del suelo, lo cual facilitó su labor. Los hechos se precipitaban casi en silencio. De pronto, se oyó la voz desgarrada de uno de los hijos. "Dejad que me despida de mis padres", exigió a los ertzainas. Y el mundo, por unos segundos, se paró.

A las 13.00 horas, con el juez ya presente, se procedió a la retirada del cuerpo. Para entonces, dos hermanas de Tere, que viven en dos chalés situados junto a la casa del matrimonio, recibían asistencia psicológica. "Era una familia unida, muy unida", apuntaban las pocas personas que se habían acercado hasta el lugar, tras correrse la voz.

Hubo más medios de comunicación que vecinos en las inmediaciones de la unifamiliar. En un pueblo, las reacciones no son las mismas que cuando el crimen es urbano. Araia optó por la discreción, y quienes accedieron a describir al matrimonio lo hicieron con absoluto respeto . Todos los entrevistados coincidieron en que eran personas "tranquilas, nada discutidoras, de las que no te puedes esperar algo así". Tenían dos hijos que viven en Vitoria y una hija residente en Madrid, así como al menos tres nietos. Tere, natural de Araia como sus "cinco hermanos", se marchó "muy joven" a la capital, donde trabajó en una tienda de alimentación en la calle Esperanza, aunque los fines de semana era habitual verla junto a su esposo en esta pequeña localidad de Asparrena. Jesús, procedente "de algún pueblo cerca de Gasteiz", ejerció de cartero. Cuando él se jubiló, se asentaron en Araia y construyeron una unifamiliar. La misma donde ayer se consumó la tragedia, separada sólo por un terreno de la casa de la familia Egurrola.

El matrimonio "no salía demasiado de casa, pero hacía una vida muy normal". Ella era conocida en el pueblo por su buen carácter. "Justo ayer -por el domingo- la vi subir de hacer los recados con una prima, tan simpática como siempre", recordaba una anciana, con el corazón encogido. A Jesús le gustaba cuidar la huerta y pasear, solo o en compañía de su esposa, por el monte. "Él era más reservado. Hace unos días le vi algo alicaído... Pero como cualquiera", señalaba Javier, otro vecino veterano del pueblo. Su amigo Francisco tenía claro que nada en el carácter de Jesús podría haber permitido presagiar lo sucedido. "Hay gente aquí que tiene sus broncas o sabes de alguno que está depresivo... Pero éste no era el caso", sostuvo. "Y problemas económicos seguro que no tenían".

El cielo de Araia siguió llorando el resto del día. Y Araia continuó sobrecogido. De confirmarse el asesinato, Tere será la víctima número 44 de violencia machista en lo que va de año en España. Para sus familiares y vecinos, mucho más que una cifra.