parque kruger. A Ed Hern se le escapa una sonrisa amarga al hablarle del Parque Kruger. Claro que sabe que la mitad de las muertes de rinocerontes por caza furtiva ocurren en el parque más grande de Sudáfrica. Conoce las cifras, las estadísticas y los peligros. Sobre todo los peligros. Es el propietario y fundador de la reserva Rhino & Lion, un parque privado de 1600 hectáreas al nordeste de Johannesburgo que es también centro de acogida de crías de rinocerontes víctimas de la caza furtiva. Y se siente desprotegido. "El Gobierno protege los parques nacionales, los privados estamos abandonados a nuestra suerte. Ni una ayuda y nos enfrentamos a la misma mafia", lamenta. El año pasado, asesinaron a dos de los rinocerontes de su parque. Podría haber sido peor: "En la reserva de Krugersdorp, a 20 kilómetros de aquí, mataron a todos. Llegaron con helicópteros, dispararon y caput. Los guardas ni siquiera tuvieron tiempo de arrancar los coches? Al menos mis vecinos ya no tienen de qué preocuparse", dice con una ironía cruda.

Pero Hern no se da por vencido. Hasta seis hombres siguen y protegen exclusivamente a los rinocerontes cada noche. También ha inyectado un tratamiento en los cuernos de sus animales que los hacen no aptos para el consumo humano y contiene un colorante que da un color rojizo al polvo para que el consumidor detecte el cuerno en mal estado. No sabe si funcionará, pero prefiere la duda al lamento. Cree que la situación no augura nada bueno. No sólo por las muertes, también por el desanimo de quienes los quieren conservar. "Tener rinocerontes se está convirtiendo en algo peligroso, las mafias mueven mucho dinero y ya no es un buen negocio. Hace tres años, un rinoceronte costaba hasta 70.000 euros, ahora no llega a los 30.000", dice. A los gastos de seguridad, hay que sumar el seguro. "Ahora piden un 8% anual del precio del animal, así cada vez menos reservas privadas querrán tener rinocerontes".

Hern no se cansa de pedir gestos del Gobierno sudafricano. "Hace meses Zuma fue a China a hablar de negocios y no dijo una palabra de los rinocerontes", denuncia. También le inquieta la crueldad de la mafia. En su reserva, los dos últimos huérfanos pesan casi una tonelada. Juguetean y beben de biberón, pero su tamaño alerta de una vuelta de tuerca más al problema. "Ya casi no llegan huérfanos al centro. Ahora disparan a la cría primero para que la madre no huya y sea más fácil matarla. Esta gente es mala", denuncia.