Bilbao. Apaga las luces tres veces antes de dormir, siempre se levanta de la cama con el pie derecho y al quitar la radio procura que la palabra de quien habla no quede entrecortada. Pero si algo se toma realmente a pecho este treintañero vizcaíno es su ritual para ver el fútbol en la televisión. "Mis zapatillas deben estar perfectamente alineadas. Si alguien las pisa en medio del partido y las mueve, pongo el grito en el cielo, pero en casa me dejan por imposible", confiesa. Cuando su equipo marca un gol, no se permite cambiar de postura, "no vaya a ser que la suerte cambie", y siempre ve los encuentros en el mismo sitio que la última vez si su favorito gana.
Pese a esta colección de pequeñas manías, que aparentemente no le impiden hacer una vida normal, asegura no ser "un caso patológico". "Simplemente es cuestión de creer que vas a tener buena o mala suerte. Es como cuando lees el horóscopo y el día se ajusta a lo que has leído. Cuando no pasa, no le das importancia. Pero cuando sí acierta, te lo crees aún más", explica y data el inicio de sus curiosos rituales en la adolescencia.
Precisamente en la pubertad, apunta el psiquiatra José Luis López Atienza, es cuando "empiezan a asomarse rasgos que si se perpetúan en el tiempo, pueden acabar atrapando a la persona en esas obsesiones". Un ejemplo es la excesiva preocupación por la limpieza y el cuidado de la imagen, que hace que algunos chavales pasen horas frente al espejo. "La necesidad de caer bien a los demás y ser queridos hace que los adolescentes redoblen los esfuerzos para que su su peinado, su vestir y su higiene sean diez sobre diez", explica este experto en trastornos obsesivos compulsivos. Aunque este comportamiento es "normal" en plena edad del pavo, no hay que bajar la guardia. "En esa época de la vida lo lógico es que pretendan ser más especiales que otros y, en esa rivalidad, siempre se van a exagerar excesivamente ciertos rituales. Ahora bien, si se les ayuda a que puedan bajar su grado de exigencia para consigo mismos y se les enseña que así también son queridos, se les está ayudando a que no vayan perpetuando esas ritualizaciones", aconseja López Atienza, para quien "la adolescencia es un momento muy crítico en la aparición de esta perturbación, porque se sienten muy avergonzados y temen ser tratados como locos".
Lo mismo que algunos "tienen que contar o dejar las cosas en un cierto orden para que no pase nada", también los deportistas ponen en práctica ciertos rituales. "Los movimientos que hacen los atletas antes de un salto de altura o de pértiga son iguales y repetitivos. Uno puede sacar una foto y decir: Este gesto lo ha repetido cinco o diez veces antes de saltar", pone como ejemplo este psiquiatra.
caprichos de artista Las excentricidades de los famosos, que llegan a llevarse su propia vajilla a los restaurantes o a solicitar una habitación de hotel con velas y completamente blanca, también tienen su explicación. "Todas estas manías y costumbres les acompañan en sus muchos momentos de soledad y vacío. En la medida en que están enganchados en si hay cuarenta coca-colas o cincuenta botellas de champán o las alfombras son persas, eso parece como que les acompañase", reitera este especialista en trastornos obsesivos.
Consciente de que "los artistas lo pasan muy mal porque siempre están de cara al público y tienen que ser número diez", López Atienza explica que "esa exigencia les lleva a hacer rituales y, en muchos momentos, a tener complicaciones en ese mundo de lo obsesivo y de lo compulsivo. Son personas muy caracteriales. Si eso no está o no está bien, se vuelven muy desagradables", advierte.
La película Mejor... imposible, protagonizada por Jack Nicholson, "refleja a la perfección las manías, el carácter agrio y la intolerancia" de una persona con un trastorno obsesivo compulsivo. "A veces se acercan mucho a lo dictatorial. No soportan nada que esté mal o sea diferente a lo de ellos. No lo digo en sentido descalificativo -aclara el experto- porque sufren mucho por ser así. Nadie estaríamos orgullosos de que nuestra vida estuviese atrapada en algo que no queremos".
Hay quien al apagar la radio procura que la palabra del locutor no quede entrecortada
Las exigencias de las 'celebrities' les acompañan en sus momentos de soledad
Trastorno obsesivo
l David Beckham, afectado. El futbolista reconoció hace años que sufría este trastorno, lo que le llevaba a ordenar su ropa por colores y los botes en la nevera por pares.
l Obsesiones. Las más frecuentes se relacionan con la contaminación (contraer una enfermedad al estrechar la mano de alguien), dudas (sobre haber cerrado la puerta del coche o la llave del gas), orden (necesidad de que los objetos se coloquen simétricamente), agresivas (insultar, golpear a alguien) y sexuales (imaginar a personas desnudas de forma recurrente).
l Compulsiones. Son actos repetitivos, como lavarse las manos con mucha frecuencia, comprobar si se ha cerrado la puerta muchas veces, pasar por determinadas baldosas de la acera, contar, rezar o repetir palabras, que se realizan como respuesta ante la obsesión para tratar de reducir el malestar.