E n el municipio alavés de Izarra, los vecinos desconocen los efectos del gas de la risa, pero saben bien lo que provoca el gas nervioso. En su última factura del propano, la distribuidora Repsol les ha arrebatado la escasa tranquilidad que la crisis les había dejado de saldo y les ha sumido en una preocupación continua que les lleva a replantearse incluso el dejar de vivir en el pueblo para mudarse a la ciudad, donde los recibos no van acompañados de sorpresas desagradables. Si todo transcurre como durante los pasados diciembre y enero, cada mes deberán desembolsar una media de 500 euros para poder calentar medianamente sus hogares. No a alocadas temperaturas de 21 grados, sino a unos módicos 19, siempre con la escala Celsius en la mano. Incluso hay quien con 120 metros cuadrados de domicilio y el termostato fijado en 16 grados de forma permanente ha recibido de la gasificadora una desconcertante cuenta bimensual de 1.200 euros. Hasta en una treintena de municipios alaveses la factura del gas se ha vuelto mileurista.
El pasado 28 de febrero se vivió en casa de Iker Vilela, vecino de la localidad, como si de un 28 de diciembre se tratara. Ese día, al leer la factura del periodo que abarcaba desde el 20 de diciembre y el 21 de febrero, estuvo a punto de pensar que se trataba de una inocentada de no ser porque el asunto revestía demasiada gravedad. Más de 1.200 euros de cargo por dos meses de calefacción y agua caliente. "Llamé a Repsol y me dijeron que podía tratarse de un problema del contador o de la caldera, pero como ellos no podían revisar la caldera se comprometieron a verificar los contadores. Tres días después me cargaron otros 125 euros en la cuenta del banco y cuando llamé para preguntar qué estaba pasando, me dijeron que habían leído de nuevo el contador y que esa era la cantidad que tenía que pagar por el consumo entre el día 21 de febrero y el uno de marzo. ¡125 euros en nueve días!", explica absolutamente descompuesto. Él, afortunadamente, ha conseguido que le fraccionen los pagos y que en la empresa le faciliten un adelanto, pero asegura que "en el pueblo hay gente a la que le han llegado facturas similares y no tienen dinero para pagarlas, ni de golpe ni a plazos".
El problema no está ni en los contadores, sino en el consumo. "En el mismo periodo del año pasado, el consumo de gas entre diciembre y febrero no llegó a los 260 metros cúbicos y ahora se dispara por encima de los 330", dice Vilela. La primera explicación que les llegó hablaba de un invierno frío, pero quedó desarbolada. "Consultamos los listados de Euskalmet y comprobamos que este invierno ha hecho más calor que el anterior", sentencia. "Exigimos una explicación razonable", añade.
Este incremento, injustificado según los afectados, les llevó inicialmente a pensar en la posibilidad de que la calidad del gas fuera deficiente. Una idea que también rondó por las mentes de los responsables de la Diputación Foral de Álava pero que, según detalla el alcalde de Urkabustaiz, Jesús Ángel Herrero, puede estar equivocada. Del último de los depósitos que aún no se había rellenado en Izarra, y que por tanto contenía gas licuado idéntico al suministrado en diciembre y enero, se tomaron muestras que se remitieron a los laboratorios de la UPV para ser analizadas. El resultado indicó que el gas era "bueno". Ante esta evidencia, las sospechas del alcalde se centraron en la presión del fluido.
"Lo primero que hay que tener en cuenta es que los contadores miden volumen, no presión. Si el gas llega a una determinada presión, ocupa un determinado volumen. Si la presión varía, varía el volumen. Si el suministro llega a menor presión, hay menos cantidad de gas pero el contador contabiliza los mismos giros. Si la calidad del gas es buena, entonces el problema tiene que estar en la presión o en cualquier otro factor, pero exigimos que se nos explique lo que ha pasado", razona. En el caso del alcalde, la sorpresa llegó al repasar las facturas del gas de los edificios públicos. El ejemplo más sangrante corresponde a la biblioteca, que durante el invierno sólo ha tenido dos plantas abiertas a la misma temperatura que el año anterior y que se ha llevado nada menos que 3.000 euros de cargo.
Pese al análisis de los expertos de la UPV, los resultados tampoco son del todo esclarecedores. En todo Álava sólo quedaban cinco tanques sin rellenar, por lo que resultaba crucial realizar los análisis con estas muestras. Mientras se solicitaban las actualizaciones y se llevaba a cabo el muestreo, Repsol recargó cuatro de ellos, de manera que sólo se pudo examinar el contenido del quinto, "un depósito de los de granel que, en principio, no había dado problemas". El gas que contenía era, según precisó el laboratorio, de buena calidad. Además, los expertos indicaron que manipular este tipo de fluidos resulta complicado y no compensa, sobre todo por el riesgo que entraña para la integridad de las instalaciones. Llegados a este punto, las sospechas sobre una presunta presión insuficiente del gas aumentan.
Nadie en Izarra, ni en niguno de los otros 29 municipios alaveses afectados por el caso del propano, discute el incremento de los precios. "Tenemos claro que el gas ha subido para todos, pero es que lo que nos ha pasado a nosotros es que se han descontrolado los consumos sin razón que lo justifique", señalan.
incredulidad La historia de Olatz Amilibia discurre por los mismos derroteros que la de Iker. En diciembre le llegaron 90,88 euros de factura y en Repsol le aseguran que el contador lee el consumo real. "Lo malo llegó en febrero -rememora- cuando, después de haber utilizado la caldera muchísimo menos, me han llegado 537, 76 euros. Que me lo expliquen porque no lo entiendo". Al acercarse a uno de los depósitos que la empresa tiene en el municipio, tuerce el gesto. "Es que me pongo enferma sólo de verlo", reconoce.
El caso de Mari Carmen Vergara también resulta curioso. Ha recibido una doble factura incomprensible. En primer lugar la de su casa, que sigue exactamente el mismo guión que la de sus vecinos, y en segundo la del piso que tiene alquilado a unos trabajadores de la carretera de Kuartango y que se ha disparado igualmente a 1.000 euros. Una locura, si tenemos en cuenta que el alquiler les sale por 600 euros mensuales. "Apenas están en casa, así que casi no consumen ni calefacción ni agua, pero les he tenido que girar el recibo. Me han dicho que lo van a asumir, pero lógicamente se han quedado alucinados", explica. 600 euros de renta y 500 de gas.
La comisión de alcaldes de los municipios alaveses afectados mantiene sus reuniones periódicas con la Diputación, institución que desde el primer momento se ha posicionado de parte de los vecinos, para explorar posibles soluciones. Sin embargo, la pelota sigue estando en el tejado del Departamento de Industria del Gobierno Vasco, el único organismo competente para pedir cuentas a Repsol. No obstante, tras completar un expediente en el que se incluyeron análisis de depósitos recargados y controles de contadores que miden volumen y no presión, han dado el asunto por zanjado. A los vecinos les preocupa esta postura y aseguran que el Ejecutivo autonómico "se ha lavado las manos".
La plataforma ha abierto una página en facebook a la que ya han comenzado a llegar casos similares a los alaveses desde diferentes puntos del Estado. "Desde Ezcaray, Burgos, Madrid, Guadalajara, Murcia, Alicante... y todos con el mismo problema: el consumo. Y todos con la misma compañía: Repsol".
Algunos ejemplos desafían a la lógica. "Ayer nos llegó un email de una chica que tiene una casa en Murgia pero que sólo la utiliza en agosto, ya que vive en Bilbao. Le ha llegado una factura de Repsol de 400 euros teniendo la casa vacía y las llaves del gas, de la luz y del agua cerradas a cal y canto". A otra vivienda de la misma localidad a la que sus dueños sólo han acudido dos fines de semana durante el invierno le ha llegado una factura de gas de 600 euros. "Les ha salido a 300 euros el fin de semana. Por ese dinero te vas a un hotel de lujo". En un asador de Labastida han recibido un cargo de 5.233 euros de gas en un periodo en el que el establecimiento ha estado cerrado por obras. Lo que resulta aún más sorprendente es que el local en cuestión no emplea propano en la calefacción, sino únicamente en los fuegos que han permanecido clausurados durante todo el periodo de reforma.