Hoy en día hay quienes se sorprenden, e incluso se preocupan, debido a la circunstancia de que en nuestra tierra convivan, junto a nosotros, gentes diferentes por su procedencia, su cultura o su religión. Cierto es que, a lo largo de esta era industrial que ahora parece que da señales de caducidad, hemos sido capaces de acoger y de integrar a una importante cantidad de población alógena, proceso cuya importancia, para ser comprendida en su auténtica dimensión, es posible que tenga que ser analizada con una distancia no tanto espacial como temporal.

Sin embargo, en tiempos pasados nuestra sociedad no fue tan homogénea como algunos parecen creer. Como es sabido, el avance a lo largo de la Edad Media de los reinos cristianos peninsulares sobre los musulmanes provocó que amplios contingentes de población islámica quedaran englobados en territorios que, prácticamente de un día para otro, pasaban a ser cristianos. Importantes fueron también en todo el entorno las poblaciones de judíos, también en Álava, donde se asentaron en distintas poblaciones.

En Vitoria vivían en la calle llamada de la Judería, hoy Nueva Dentro, por quedar dentro de las murallas, al contrario que su paralela Nueva Fuera, que quedaba extramuros. Esta comunidad tenía su cementerio al este de la ciudad, junto al barranco del río Errekatxiki, en el lugar que hoy todavía se conoce como Judimendi, que no significa monte, sino cementerio de los judíos. Nuestros antepasados, sin duda más observadores que nosotros, se dieron cuenta de que los antiguos enterraban a sus muertos bajo grandes montículos de piedras y tierra, que conocemos como túmulos, a los que ellos por semejanza llamaron mendi.

Debajo de algunos de esos túmulos o mendi existían dólmenes, por eso el de Egilatz se llama Aitzkomendi, o cementerio de la peña o de la piedra, ya que la losa plana superior del dolmen sería visible al exterior. Tiene el mismo significado el topónimo de Arrizala, donde se encuentra el dolmen de Sorginetxe, que no es sino Arrizabalaga, el lugar de la piedra plana. Otros dólmenes existentes en la Llanada, de los que tenemos noticia pero hemos perdido su localización, son los de Kapelamendi, en Betoño, cerca de donde estuvo la ermita de Santa Eufemia, y Eskalmendi, entre Gamarra y Durana.

urdai gutxi Pero volvamos a nuestros judíos. Existieron, al margen de la de Vitoria, dos importantes comunidades judías en la Llanada, la de Salvatierra y la de Gebara. De esta última tenemos noticia gracias a un escrito de un tal Rafael de Floranes, realizado en 1775, copia de un manuscrito del siglo XVI, que a su vez recoge unas eresiak u oraciones fúnebres, cantadas a mediados del siglo XV en Gebara, con ocasión de las exequias de un tal Don Jacob, judío supuestamente convertido al cristianismo en su lecho de muerte. "Bicibayce hetoc yl Don Iacob", "que si ha vivido (judío) no ha muerto (judío) Don Iacob", comienza el canto.

Los judíos de Agurain vivían intramuros en el extremo sureste del recinto amurallado de la villa, entre la iglesia de San Juan y la muralla, en un pequeño barrio que aún hoy recibe el nombre de Arramel, que no es sino la palabra árabe al-rabat, que significa el barrio, de donde viene la castellana arrabal. Los aguraindarras llamaban a este barrio urdai gutxi, poco-tocino, debido a las costumbres alimenticias de los hebreos. Y siguen llamándolo así. De hecho, en la actualidad existe en el lugar una sociedad gastronómica que lleva ese nombre. La antigua judería de Buxanda recibe el mismo nombre.

En el documento de donación de la villa de Salvatierra a Don Pedro López de Ayala, en el año 1382, por parte de Juan I de Castilla, se ordena que acojan a su nuevo señor "clérigos, legos, judíos y moros".

Este pequeño barrio, donde no vivirían más allá de veinte familias, tenía una pequeña puerta en la muralla hacia el exterior, llamada portal txikito, como en otras juderías, al objeto de que sus habitantes entraran y salieran sin mezclarse con el resto de los habitantes de la villa, pero no pudieran hacerlo con carros, cargados de mercancías, que debían hacer pasar por las puertas mayores, pagando así el impuesto llamado portazgo.

expulsión Los judíos son expulsados de Agurain en el año 1492, al igual que del resto de los territorios gobernados por los Reyes Católicos. Se dice que no todos partieron a lejanas tierras, sino que algunos se refugiaron en la cercana localidad de Heredia, bajo la protección de su señor. Los nobles, como hemos visto en Gebara, villa perteneciente al conde de Oinati, solían proteger a judíos y moriscos, ya que ello les proporcionaba mano de obra barata y algunas ventajas tributarias. No sabemos si será por ello, pero en la actualidad a los naturales de Heredia se les apoda judíos…

En el lugar donde estuvo la judería se construyó una gran casa, que al parecer sobrevivió al gran incendio de 1564, y que, aunque en estado ruinoso, subsistió hasta mediados del siglo XX. Era llamada la Casa del Alto, por su posición elevada sobre la plaza de San Juan. Probablemente fue propiedad de la ilustre familia Lazarraga, al menos en sus inicios, según se desprende del escudo esquinero que ostentaba en su fachada.

Dentro del programa iniciado hace años por el ayuntamiento, con el patrocinio de la sociedad pública Arabarri, de restauración del recinto amurallado, tocará ahora su turno a esta zona de la judería.

Las obras ya han sido adjudicadas a la empresa Teusa (Trabajos de restauración). Previamente, la arqueóloga Idoia Domínguez Beltrán de Heredia y su equipo, de la empresa de investigaciones arqueológicas Enclave, realizará unos sondeos arqueológicos que, sin duda, darán luz sobre este importante capítulo de la historia de Agurain.