vitoria. Marina Subirats (Barcelona, 1943) era la directora del Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales (1993-1996) en la época en la que se decidió incentivar a las empresas que incorporaran los planes de igualdad.

¿Qué ha cambiado desde los 90?

Había cosas que estaban más retrasadas. Es más, la legislación de la violencia de género no estaba. En los institutos de la mujer lo vivíamos con mucha tensión, sabíamos que existía y empezamos a construir los primeros pisos para la acogida. Los medios de comunicación empezaron a saltar cuando una mujer de Canarias dijo que su marido la iba a matar porque se estaba separando. Días después, su marido la quemó tras rociarla con gasolina. Así que en poner de relieve este tema sí que se ha avanzado. Pero no teníamos medios, como juzgados de familia, ni intervención policial en este ámbito. La Ley de Igualdad (2007) reguló todo esto, pero todavía se le puede sacar más rendimiento porque sólo dibuja un panorama para el futuro.

Define el género como un corsé o con el lecho de Procusto...

Es una metáfora de un ladrón con una cama con ciertas medidas. Al que no llegaba, le estiraba, y al que no, le cortaba las piernas. Las sociedades tradicionales dicen oye, tu no puedes ser ingeniera. Y al chico, tu no puedes emocionarte porque eres hombre. El corsé es el que te limita, pero no es natural.

¿Qué lugar ocupa la mujer en la esfera pública?

Han empezado a llegar a niveles de decisión de las empresas importantes, pero todavía no en la proporción destacable. Tiene un valor simbólico importante que lleguen a la vicepresidencia del Gobierno estatal. En las universidades, en cambio, ha habido como un parón. Se ha parado un 13-14% la cifra de profesoras y catedráticas femeninas y ésta no progresa. Queda mucho trabajo por hacer. El mecanismo que funciona es seguir olvidando a las mujeres.

¿Qué sector está más atrasado?

Los medios de comunicación, porque consideran que tendrán más éxito si repiten ideas que confirman sus opiniones. Reflejan un mundo de ayer, aunque pongan una escenografía de mañana. Son conservadores. Por ejemplo, las telenovelas de TVE-1, con unas mujeres que sólo están para su amor, no trabajan... No son unas relaciones reales, lo que refuerza que el papel de ellas es traicionarse entre ellas para ver quién conquista al hombre que la mantenga. Vienen de la cultura misógina.

¿Qué otros hábitos del androcentrismo quedan en la sociedad?

Muchos. Los hombres no reconocen a las mujeres como interlocutoras válidas, sólo lo hacen en el mundo personal: cuando tienen un problema van donde ellas. En el mundo de la política, las mujeres somos invisibles en gran parte. Los temas de verdad se tratan entre ellos.

¿Qué medidas propone para erradicar la desigualdad?

Incentivar la representación pública de forma paritaria y los méritos personales porque aunque hay más tituladas, no se corresponden al número de puestos de trabajo ni del salario por el mismo trabajo. Y, sobre todo, reconocer el cuidado que hicieron de toda la familia. Hoy día, los hijos están cinco minutos cuando su madre ingresa en el hospital.

Ayer,

El grupo dominante siempre es el que peor se adapta, como así le pasó a la aristocracia cuando pierde poder con la burguesía. Es una violencia de género masculina. Cogen un coche y van a lo bestia. Lo hacen porque desde niños les decimos que tienen que ser valientes para ser hombres. Es un mecanismo de autodestrucción imaginado para defender a la sociedad en épocas de guerras. Algo que también se traduce en las peleas de las discotecas.

¿Dónde se ve esa herencia del pasado en las mujeres?

En la búsqueda del príncipe azul, de un tipo chuleta, que se impone. Luego resulta que esto en la vida cotidiana no funciona, no te resuelve las cosas porque se trata de un tipo que te deja tirada. Tanto le da si tú vas estresada o no. No necesito al tipo que si viene un pirata me defiende del robo. Necesito al que vaya a recoger al niño a las 17.00 horas, si yo no puedo.

¿Aún persiste el espíritu femenino del sacrificio?

En parte sí. Esto se ve mucho en los temas de violencia de género. Es frecuente que las golpeadas digan: Sí, pero esto no es así, él no quería. Como las mujeres empatizamos, decimos: pobre, cuando hace esto es que está muy mal.

¿Los jóvenes de hoy son machistas?

No te dirán de forma rotunda que son superiores, pero inconscientemente todavía queda mucho de eso. Por eso se llega a veces al uso de la violencia, cuando la mujer se opone a él o se quiere separar. Pegan para demostrar que dominan.