Vitoria. El juicio por el brutal asesinato de María Estíbaliz Angulo, la vecina de Baños de Ebro acuchillada a manos de su marido el 15 de agosto de 2008, arrancó ayer en la Audiencia Provincial de Álava con el testimonio del único acusado, Cristóbal Martínez, que se enfrenta a una pena máxima de 23 años de prisión -a instancias de la acusación particular y popular- por los delitos de asesinato y maltrato continuado contra su esposa.

Martínez reconoció que aquella trágica mañana de verano dio muerte a María Estíbaliz, con la que compartió vida durante casi 50 años -ambos tenían 72 cuando sobrevino este trágico suceso-, pero alegó ante el tribunal que se encontraba fuera de sí y que carecía de control sobre sus actos. "He sido yo, pero no era yo en ese momento", resumió ayer el acusado. La Fiscalía, que imputa a Martínez sendos delitos de homicidio y maltrato continuado, pide para él una pena inferior respecto a la de la acusación popular: 17 años y cuatro meses de cárcel.

El acusado recreó ayer ante el tribunal las horas previas al fatal desenlace, motivado por los celos enfermizos que sentía hacia su esposa. Tal y como especifica el escrito de acusación de la Fiscalía, aquel día de la Virgen de agosto el acusado se levantó temprano, sobre las 8.15 horas, y preparó el desayuno para ambos.

Estaba molesto con su mujer, a la que sometió durante años a un continuado maltrato psíquico, y ella no le había dado los buenos días aquella mañana. María Estíbaliz había visitado a su hermana la noche anterior y Cristóbal, malhumorado, le preguntó qué tal lo había pasado. Ella le contestó "mejor que contigo" y, entonces, se desató el infierno.

El hombre corrió a la cocina y cogió un cuchillo de mango de madera con un filo de 14 centímetros con el que propinó inmediatamente varios cortes a su mujer. Uno de ellos alcanzó la región anterior y media del cuello. Una herida "de degüello", de amplia superficie y escasa profundidad que llegó a seccionarle ambas yugulares. Le siguieron varias incisiones en el tórax, pecho y cortes diversos en las manos cuando trató de defenderse.

Cuando acabó con la vida de su esposa, Martínez procedió a autolesionarse. Se clavó el mismo cuchillo varias veces en el tronco, el brazo izquierdo y la mano. A las 9.29 horas, descolgó el teléfono, llamó a su yerno y le dijo "Estíbaliz está muerta y yo me estoy muriendo".

El ministerio fiscal ha concluido durante la instrucción de este caso que "el acusado presenta un trastorno de ideas delirantes, celopatía, delirio de celos o infidelidad que afectaba a sus capacidades intelectivas". Los gritos y reproches que Cristóbal dispensaba continuamente a María Estíbaliz y que le habían convertido en una persona temerosa y apagada desembocaron aquel fatídico día en una avalancha de cuchilladas que le segaron la vida

Martínez se vino abajo ayer al volver a ver el arma homicida, el cuchillo que acabó con su mujer, y lloró en varias ocasiones. El acusado, quien insistió en que quería a su mujer y que sus celos eran "sanos", también reconoció que se autolesionó tras atacarla pero no logró encontrar su corazón, lo que asoció a una intervención de Dios, que "no quiso" su muerte.

El médico de cabecera que atendía a ambos también declaró ayer y afirmó que la víctima padeció grandes dosis de miedo y sufrimiento durante años. Por la tarde declararon los tres hijos de la pareja detrás de un biombo y hoy concluirá la vista oral con el resto de testigos.