Los trastornos mentales se han disparado entre la población más joven y siguen en aumento. De hecho, en el Estado cerca del 6% de los adolescentes presentan síntomas graves de depresión. El mayor estudio realizado en nuestro entorno subraya que hasta el 15% tiene síntomas severos de ansiedad.

Los expertos alzan la voz de alarma ante el ascenso de casos. “Lo más importante es trabajar en la prevención, porque no hay ningún problema de salud mental que no pueda prevenirse, incluido el suicidio; la detección precoz con un buen entrenamiento de los profesionales a través de la Atención Primaria”, sentencia Celso Arango, director de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón.

Arango, también catedrático de Psiquiatría de la Autónoma de Madrid, ha sido uno de expertos participantes del XXIII Seminario Lundbeck Alerta joven: ¿por qué están más deprimidos los jóvenes? donde se reflexionó sobre el imparable aumento de los trastornos mentales en este sector poblacional, “un fenómeno multifactorial que exige respuestas urgentes y coordinadas”, tal y como apuntaron.

El experto se ha referido a la contradicción que supone que una juventud y adolescencia hiperconectada sea la que reconozca sentirse más sola. “Es un problemón, porque la soledad no deseada mata y rebaja los años de vida más que fumar 15 cigarrillos al día”, señaló, al tiempo que reconoció, en plena coincidencia con el resto de los especialistas, que muchos de los jóvenes “llevan su cruz en silencio por miedo al estigma social que supone tener una enfermedad mental”.

La hiperconexión y la presión social

La hiperconexión, la presión social y la incertidumbre son algunos de los factores que están impactando gravemente en la salud mental de los adolescentes. “Pero las causas que explican el incremento de las crisis de depresión y ansiedad son multifactoriales, desde el continuo cambio emocional que acarrea la adolescencia a tener antecedentes familiares, haber sufrido episodios de malos tratos, acoso escolar, presión académica o déficit de sueño”, subraya Elisa Seijo, responsable de Hospitalización Psiquiátrica Infanto-Juvenil del Hospital Universitario Central de Asturias.

La experta también hace especial hincapié al señalar que los cambios en los estilos de vida de los jóvenes están reduciendo el apoyo social y el contacto interpersonal tan importante para una buena salud mental. Asimismo, pone en el tapete del debate el tema de las autolesiones no suicidas que también han repuntado. “El punto álgido se da entre los 14 y 15 años, y descienden en la adolescencia tardía”.

El doctor Lorenzo Armenteros, responsable del Grupo de Trabajo de Drogodependencias y Miembro del Grupo de trabajo de Salud Mental de la SEMG pone en valor el papel de la AP en el diagnóstico, porque “el médico de familia no solo se limita al diagnóstico, también hacemos el seguimiento y acompañamos al joven. Además, tenemos el deber profesional y ético de contribuir a normalizar la salud mental, romper el estigma que aún le rodea”.

Los ponentes en el seminario Lundbeck. R.O.

El estigma persiste

Armenteros también señala que a muchos jóvenes les cuesta expresar su malestar emocional debido al estigma que aún persiste en torno a estas patologías. Por ello, “un diagnóstico adecuado y precoz es determinante para prevenir desencadenantes graves, como el suicidio, el fracaso escolar, el aislamiento social o el consumo de sustancias”.

Pese al aumento de casos, los especialistas en psiquiatría ponen de manifiesto que la proporción de especialistas infanto-juveniles sigue siendo muy reducida. Esta escasez de recursos produce retrasos diagnósticos. Según distintos estudios, la depresión es el principal diagnóstico en los servicios de psiquiatría y más de la mitad presentan también síntomas de ansiedad y trastornos adaptativos. El 10% muestra consumo de sustancias (cannabis, alcohol…) asociado al episodio depresivo, según la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia.

La mayoría de los pacientes jóvenes tienen entre 15 y 24 años, con un pico alrededor de los 16-17 años y con mayor proporción entre las mujeres. Los síntomas más frecuentes en este grupo de edad son la anhedonia, el insomnio o hipersomnia, la fatiga, baja autoestima y la falta de concentración.

En esta línea, María Mayoral, psicóloga clínica en el área de salud mental del Hospital La Paz, explica que “los jóvenes deben de saber que si su estado de ánimo les genera sufrimiento deben consultar con un profesional para que determine la ayuda que necesita”.

También insiste en la necesidad de transmitir a los jóvenes que es algo que nos puede suceder a cualquiera y que, de hecho, “muchos de nosotros vamos a atravesar algún problema de salud mental a lo largo de nuestra vida”, concluye.