Lo más probable es que la palabra alipori no te diga nada, sin embargo responde a un sentimiento muy común que seguro que has experimentado más de una vez. Es lo que conocemos como vergüenza ajena, ese pudor que sentimos por cosas que hacen o dicen otras personas

La primera referencia del término alipori se remonta al año 1994, sin embargo no fue hasta 2014 cuando entró a formar parte del Diccionario de la Real Academia Española (RAE).

Aspectos como nuestro propio sentido de la moral y nuestras creencias, la seguridad que tengamos en nosotros mismos y nuestra personalidad, más o menos introvertida, pueden ser muy importantes a la hora sentir o no vergüenza ajena. 

Pero si hay un aspecto clave en estas situaciones, además de nuestro propio sentido del ridículo, ese es la empatía. Si somos muy empáticos, viviremos la situación del otro como propia y a más empatía, más vergüenza ajena sentiremos.

La vergüenza ajena es una emoción social y está muy ligada a nuestras experiencias previas, a la socialización y al aprendizaje. Además, está estrechamente relacionada con una sensación de rechazo o de incomodidad ante una persona que dice o hace algo que le pone en evidencia y que nosotros consideramos ridículo, patético, embarazoso o bochornoso. 

Una mujer con cara de estupefacción junto a un hombre. Freepik

La paradoja de la vergüenza ajena

Cuando presenciamos en nuestro entorno a una persona que hace o dice algo inconveniente, nuestro cerebro activa su capacidad de empatía por medio de dos regiones: la corteza insular y el córtex de cíngulo anterior. Ambos se relacionan con emociones viscerales y nos ponen en alerta para reaccionar ante cualquier imprevisto. De esta forma, vamos a sentir lo mismo que si estuviéramos en el lugar de esa persona cuyo comportamiento nos provoca el alipori.

En este momento se produce la paradoja de la vergüenza ajena ya que, gracias a la empatía comprendemos al otro y nos ponemos en su lugar, pero a la vez emocionalmente nos alejamos de él por el rechazo que nos produce lo que vemos u oímos. Si se trata de una persona con la que tenemos un vínculo emocional, el malestar que sentimos va a ser mayor, ya que a él se va a sumar la preocupación por el otro y por el daño que puede sufrir su imagen.

Si no puedes superar el miedo al ridículo, tanto el tuyo como el de otros, es importante que trabajes tu autoestima y la seguridad en ti mismo, de forma que no podrás controlar lo que otros hacen o dicen, pero sí lo que tú sientes. 

Si no te ves capaz de superarlo por ti mismo y crees que puede afectar a tus relaciones sociales, ponte en manos de especialistas que te darán las claves para aprender a gestionarlo y recuerda, sobre todo, que ¡nadie es perfecto!

Un hombre con gesto de avergonzado. Freepik

Consejos frente al alipori


  • Cambia tu punto de vista y entiende el de la otra persona.
  • Deshazte de los prejuicios negativos, la ironía crítica, los juicios de valor y el rechazo.
  • Olvídate de las apariencias, del qué dirán y sé auténtico.
  • Acepta a las personas como son y entiende que todos no somos iguales.
  • Tómate la vida con humor y aprende a ver su parte divertida.
  • Relativiza las cosas y dales la importancia que merecen.
  • Abre tu mente a nuevas situaciones.