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Yacimiento de Resa: un viaje a los albores del Reino de Pamplona

Situado en el término municipal de Andosilla (Navarra), el yacimiento arqueológico de Resa ha sacado a la luz importantes hallazgos, como una villa agrícola del Alto Imperio romano, un lagar altomedieval, la planta de una iglesia prerrománica y una extensa necrópolis

Yacimiento de Resa: un viaje a los albores del Reino de PamplonaSociedad de Ciencias Aranzadi

El yacimiento arqueológico de Resa comenzó a ser excavado en 2018, gracias al apoyo del Ayuntamiento de Andosilla y de la Institución Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra. Desde sus inicios, los trabajos han estado dirigidos por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, con la participación de voluntarios locales y estudiantes universitarios. A lo largo de estos años, la excavación, liderada por los arqueólogos Josu Narbarte y Manex Arrastoa, ha documentado importantes hallazgos.

Vista aérea del yacimiento.

Para contextualizar la relevancia histórica del enclave, conviene señalar que la fecha exacta de la fundación de Resa es desconocida, aunque existen indicios de su ocupación durante la dominación musulmana. Posteriormente, entre los años 907 y 908, Sancho Garcés I de Pamplona incorporó estas tierras a su incipiente reino. Con el paso del tiempo, el pueblo adquirió una notable importancia estratégica como bastión defensivo del reino pamplonés, primero frente al Islam y más tarde frente a Castilla. Sin embargo, a partir de 1350, Resa comenzó un proceso de declive motivado por la pérdida de su valor estratégico, la sucesión de epidemias de peste y los desprendimientos de piedras sobre las viviendas.

Como consecuencia, quedó prácticamente deshabitado, y la mayoría de sus habitantes se trasladaron a localidades vecinas, especialmente a Andosilla. Muchos de ellos adoptaron como apellido el gentilicio Resano, en referencia a su lugar de origen.

Ese mismo año, los vecinos de Andosilla adquirieron parte del término municipal de Resa al rey Carlos II de Navarra, a excepción del soto y las salinas. Aunque hoy el pueblo ha desaparecido por completo, se sabe que llegó a contar con dos iglesias, Santa María y San Esteban, un castillo (cuya naturaleza real aún se debate, ya que podría tratarse de un conjunto de cuevas fortificadas) y un puente sobre el río Ebro.

Restos de la villa romana.

Primeros hallazgos

En cuanto a los trabajos arqueológicos, el primer gran hallazgo se produjo en 2018 con el descubrimiento de un lagar de época altomedieval. Esta estructura, construida con mortero de cal o yeso de gran calidad, presenta una planta rectangular con un orificio y un canal de desagüe en excelente estado, que conducen el mosto hasta una pila a través de una piedra vertedera.

Un año más tarde, en 2019, se localizaron a 1,70 metros de profundidad los restos de una edificación de época romana, probablemente un centro productivo agrícola del Alto Imperio, fechado entre los siglos I y II d. C. Entre los vestigios descubiertos destaca un gran muro construido con mampuestos y grandes sillares, al que se adosa perpendicularmente otro muro de menor calidad y dimensiones. Parte del trazado del muro principal fue destruido por remociones de tierra en los años setenta, cuando se reforzaron las defensas del Ebro. Aunque su longitud completa sigue siendo desconocida, se han hallado depósitos con fragmentos de tégulas, ímbrices, ladrillos, vasijas de sigillata hispánica y restos óseos de fauna doméstica.

Otro de los descubrimientos más significativos es la planta de una iglesia, posiblemente la dedicada a Santa María. Situada en el centro del promontorio donde se encuentra el yacimiento, es, hasta el momento, el elemento más importante excavado. La estructura corresponde a una iglesia prerrománica de planta basilical, con cabecera semicircular separada del cuerpo principal mediante un coro o presbiterio. Está construida con mampuestos irregulares de materiales locales unidos con mortero de yeso. En el muro sur se ha identificado un hueco central con una gran losa de yeso que actúa como umbral, frente al cual se extiende un pavimento de lajas que podría haber formado parte de un pórtico.

Entre los restos del derrumbe se han encontrado dos grandes pilares monolíticos de yeso, probablemente las jambas de una portada monumental. La cabecera se compone de dos espacios: un presbiterio rectangular y un ábside semicircular ligeramente en herradura. En este último se conserva un nivel de uso en buen estado, donde destaca un altar compuesto por bloques de yeso unidos con argamasa. A diferencia de lo habitual, este altar no se apoya directamente sobre el muro perimetral del ábside.

Excavando una de las sepulturas

Enterramientos

En paralelo, la excavación de la necrópolis ha permitido identificar más de cuarenta tumbas. Algunas son simples fosas, otras tienen forma antropomorfa, y el resto están recubiertas con lajas planas de piedra. En dos sepulturas se han encontrado fragmentos de madera que podrían corresponder a ataúdes o parihuelas. La mayoría contenían un único cuerpo, aunque se han documentado tumbas con dos y hasta cuatro individuos.

Un caso especialmente llamativo es el enterramiento doble de una mujer joven junto a un feto de entre 35 y 38 semanas de gestación. Los análisis bioantropológicos han permitido determinar el sexo de ocho adultos (cuatro hombres y cuatro mujeres) y estimar la estatura de cuatro de ellos: en torno a 1,50 metros en mujeres y 1,68 en hombres.

Entre las patologías más comunes destacan el desgaste dental, las caries y problemas articulares, especialmente en la columna vertebral. Gracias a estos estudios se ha establecido que el asentamiento estuvo ocupado entre los siglos VI y XIII, siendo la mayor parte de los enterramientos del siglo XI a la primera mitad del XIII, en consonancia con el momento de mayor actividad documentada de la iglesia.

Cuevas en la ladera, junto al yacimiento de Resa.

Por otro lado, se han inspeccionado trece cuevas situadas en el cortado del yacimiento, utilizadas como refugio durante los asedios. Aunque no se han hallado inscripciones ni restos de gran valor, sí se ha documentado la presencia de yeso y restos de mampostería en una de las entradas. También, se conservan restos de una posible torre semicircular muy deteriorada.

Actualmente, el yacimiento no está acondicionado para las visitas. Los accesos son complicados y no se garantizan las condiciones mínimas de seguridad. Además, los sectores excavados permanecen cubiertos para protegerlos del viento y la lluvia. No obstante, está previsto que en un futuro no muy lejano el enclave sea acondicionado para que el público pueda conocer y disfrutar este valioso patrimonio histórico.

Torre de Velasco, en el término municipal de Lodosa.

Qué ver en las inmediaciones

La torre de Velasco

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Enclavada dentro del término municipal de Lodosa, y a cuatro kilómetros del yacimiento de Resa, se alza la imponente torre militar de Velasco. Situada en un punto estratégico, sobre una elevación que domina un amplio tramo del río Ebro, esta sobria construcción defensiva destaca por su solidez y el valor histórico que encierra. La torre, de planta cuadrada y tres alturas, está rematada por matacanes de peto liso con aspilleras, apoyados sobre modillones triples, y cuenta con un paseo de ronda perimetral en la cubierta. Construida en mampostería, originalmente estuvo rodeada por un foso y una muralla exterior, hoy desaparecidos. Fue levantada en 1487 por Sancho Fernández de Velasco, noble castellano y VI señor de Arnedo, cuyas posesiones incluían también la dehesa de Sartaguda. No obstante, se cree que en el mismo emplazamiento ya existía previamente alguna estructura de carácter defensivo. A lo largo de su historia, la torre cambió de manos en varias ocasiones. En 1570 pasó a ser propiedad de los condes de Nieva de La Rioja, quienes obtuvieron del obispado de Pamplona permiso para construir un oratorio anexo, de planta rectangular y reforzado con tres contrafuertes. Más tarde, en 1630, fue adquirida por los marqueses de Auñón y, ya en el siglo XVIII, por los condes de Altamira. Durante esta última etapa, la fortaleza dejó de estar habitada por sus propietarios y pasó a ser ocupada por alcaides y guardas. En 1768, la torre y sus terrenos fueron cedidos a los vecinos de Lodosa. Posteriormente, en 1856, el Sindicato Agrario la adquirió y le dio un uso agrícola que se ha mantenido durante gran parte de su historia reciente. El edificio permaneció habitado hasta la década de 1970. Finalmente, en 2019, la torre pasó a manos del Ayuntamiento de Lodosa, que emprendió su restauración.

Visitas: Para acceder al interior de la torre es necesario rellenar una solicitud en el Ayuntamiento de Lodosa (de lunes a viernes de 10 a 14 horas). Una vez completado el trámite, se entrega una fianza de 20 euros y se facilitan las llaves de acceso.