“Un proceso que no cuente con el conjunto de territorios donde hay vascos no es un proceso que vaya a ser avalado por la izquierda abertzale, ni ahora ni nunca”. Ese anuncio tan categórico y concluyente lo pronunció Arnaldo Otegi en 2002 y resumía a la perfección la estrategia política del todo o nada que había seguido la izquierda abertzale hasta ese momento: ese sector político rechazó el Estatuto de Gernika de 1979 porque no incluía a Nafarroa, y en lo sucesivo criticó las propuestas del PNV que no incluyeran a los cuatro territorios de Hegoalde ni el derecho de autodeterminación. La izquierda abertzale criticaba cualquier estación intermedia, y defendía que las propuestas autonomistas que no trajeran de inmediato la independencia solo iban a servir para perpetuar el conflicto, o eran directamente “el timo de la estampita”, también en palabras de Otegi. Ahora, 22 años después, como coordinador general de EH Bildu y en puertas de ser reelegido para el cargo, Otegi reconoce que la construcción de la república vasca “no va a ser de golpe” y apuesta por un “proceso gradual”, como defendió este lunes en Radio Euskadi. 

La ponencia de EH Bildu para su tercer Congreso, que culminará en febrero del año que viene, propone ahora un proceso que respete los tres ámbitos administrativos en los que se divide el pueblo vasco (la CAV, Nafarroa e Iparralde) y que tenga en cuenta sus diferentes ritmos y fases y la voluntad de su ciudadanía. Acepta también que el proceso sea gradual, lo que supone que no se plantee una independencia de la noche a la mañana, sino recuperar parcelas de soberanía de manera paulatina. ¿Quiere decir que la independencia está más lejos? Otegi aseguró este lunes que no tiene por qué.

El texto de la ponencia

La ponencia consolida un viraje que ya ha ensayado EH Bildu en los últimos años. “El proyecto de construcción de la república confederal de Euskal Herria deberá llevarse a cabo, desde su inicio, respetando la voluntad de la ciudadanía de los tres ámbitos administrativos actuales. La república confederal de Euskal Herria solo se podrá construir si así lo deciden los tres ámbitos delimitados por la comunidad autónoma vasca, la comunidad foral de Nafarroa y Euskal Hirigune Elkargoa, con lo que la unión de la república confederal contará con un carácter voluntario, democrático y popular sólido”, dice en la ponencia. 

De manera implícita, en el documento se admite que los puntos de partida son diferentes en cada ámbito administrativo y que hace falta ensanchar las mayorías: el proceso “debe contar con mayorías suficientes y con la implicación de amplios sectores para poder generar como pueblo y en cada uno de los tres ámbitos la correlación de fuerzas necesaria”. Además, el proceso “deberá ser también gradual, lo que exige perseverancia y capacidad de generar nuevas condiciones favorables”, así como la “recuperación progresiva de poder político y de niveles de competencia máximos”.

Añade que “hay que mostrar constantemente voluntad de actuar de forma bilateral y de llegar a acuerdos con el Estado”, y propone una metodología que no aporta mayores novedades al procedimiento que ya contempla el Estatuto de Gernika para su reforma: “desarrollar debates y alcanzar acuerdos entre las fuerzas y agentes de Euskal Herria y aprobarlos en las instituciones; abrir un proceso de negociación con el Estado con una interlocución como pueblo y, finalmente, llevar los acuerdos a refrendo por parte de la ciudadanía”. Este punto, eso sí, es una mera coincidencia procedimental, y ya es conocido que, en cuanto a los contenidos, la coalición plantea una república vasca que sea dueña de sí misma.

El giro de 2014... y el acelerón del 'procés'

Este planteamiento consolida el giro que ya comenzó a dar la izquierda abertzale en el año 2014. El entonces presidente de Sortu, Hasier Arraiz, confirmó ante el lehendakari Urkullu que aceptaba llevar a cabo un proceso constituyente que respetase los ritmos y puntos de partida diferentes en cada realidad administrativa. El PNV lo celebró entonces como una rectificación, una enmienda a la totalidad de la trayectoria de la izquierda abertzale y una aceptación de la posición histórica mantenida por los jeltzales, que tantas críticas habían recibido por parte de ese sector político.

El PNV se implicó en el Estatuto de Gernika aunque no fuera la propuesta ideal, porque suponía recuperar la autonomía tras la larga dictadura y, además, en él se reconocían los derechos históricos como percha para ampliar el autogobierno en el futuro sin renuncias. Pero Herri Batasuna pidió la abstención a la ciudadanía vasca en el referéndum, y descalificó este marco como el “Estatuto vascongado” porque no incluía a Nafarroa. En el caso del Nuevo Estatuto Político del lehendakari Ibarretxe en 2004, Sozialista Abertzaleak dio un apoyo a medio gas, con tres votos a favor y tres en contra. 

Finalmente, Bildu se incorporó al debate del nuevo estatus de autogobierno que lleva coleando desde antes del coronavirus en la comunidad autónoma vasca, pero tampoco ha habido aún fumata blanca. Y la falta de acuerdo puede explicarse en parte por el estallido del procés. Hasta que sus propios protagonistas reconocieron los errores de cálculo cometidos en el proceso soberanista catalán, Bildu no le hizo ascos a la vía unilateral de ruptura con el Estado y había augurado, incluso, la independencia vasca en 2026, dentro de poco más de un año. Ahora la apuesta es la bilateralidad, una opción que hasta hace poco le parecía idílica y poco viable con el argumento de que el Estado español no tiene tanta cultura democrática como Reino Unido y no iba a ser posible arrancar a Madrid una consulta de independencia como sucedió con Escocia. 

El PNV, por ahora, se mantiene a la expectativa de que pase de las palabras a los hechos y tiene aún fresco en la memoria que su experto Iñigo Urrutia planteó su propio texto por libre en la ponencia del estatus. Bildu lo justificó en que, a su juicio, el derecho a decidir había sido relegado.