Antes de la intervención del Rey Felipe VI, quien pondría el broche final en el Palacio Europa a la Conferencia Internacional de Víctimas del Terrorismo que ha convertido Vitoria este martes en el epicentro de la ONU, ha sido el lehendakari, Imanol Pradales el encargado de tomar el turno de palabra.

Un discurso en trilingüe —euskera, inglés y castellano— donde tras dar la buenas tardes y dar la bienvenida todos los asistentes, nacionales e internacionales, señalaba que “desgraciadamente, aquí sabemos perfectamente lo que es sufrir la injusticia del terrorismo, qué es que nuestra madre o padre, hijo, hija o amigo salga de raíz de nuestras vidas, recibir una llamada de teléfono a media noche. Sabemos qué es la extorsión, la amenaza o el insulto. Qué es, en definitiva, tratar de imponer ideas a través de la violencia”.

En este sentido, Pradales aseguraba que el terrorismo, venga de donde venga, tiene una cara “infame” en todos los casos, “una cara oscura”. Tras ello, puso de ejemplo dos experiencias que en su casa le tocó vivir de cerca. “Viernes. 9 de marzo de 2001. Hernani. Terroristas de ETA cruzan un coche lleno de explosivos en la rotonda de Zinkoenea. ¿Su objetivo? Matar. Agentes de Seguridad Ciudadana, ertzainas, se acercan al vehículo. Los ven. Accionan el detonador y estalla. Mi compañero de clase, la persona con la que había compartido estudios, patio y vivencias, Iñaki Totorika, muere. Tenía 25 años” narraba el lehendakari ante los más de 300 asistentes a la cumbre internacional, entre ellos, el Rey Felipe VI, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares o el ministro del Interior, Fernando Marlaska.

Una anécdota que acompañó con otra similar. “Domingo. 20 de enero de 1980. Alonsotegi. En el bar Aldana un grupo de amigos están de celebración. Terroristas de los Grupos Armados Españoles colocan una bomba en la puerta. Nadie se da cuenta. ¿Su objetivo? Matar. Accionan el detonador y estalla. Manuel Santacoloma, Liborio Arana, y el matrimonio de Mari Paz Ariño y Pacífico Fika, mueren”, contaba, mientras añadía que tales “tragedias” las recordaba cada 20 de enero.

Pradales remarcaba que se tratan de dos hechos, pero que podrían ser cientos más. “Por desgracia, cada vasca o vasco tiene su propia experiencia”, compartía. Y en todas ellas, resaltaba un “denominador común”: “el uso de la violencia para acabar con quien no piensa igual. Bombas para combatir ideas”.

Y sin perder el hilo del discurso, destacaba una “segunda coincidencia”, “personas que amparan, apoyan y, en algunos casos, financian esta estrategia de violencia y terror”

"Reconocer el daño"

Tras dar a conocer su historia con los asistentes, el lehendakari afirmaba que respecto al terrorismo y a la violencia, existe el deber de reconocer el daño causado, de pedir perdón, de condenar aquello que nunca debió ocurrir y de asumir responsabilidades.

Por ello, insistía en que la prioridad de Euskadi es avanzar a un modelo que tiene como base cuatro pilares: la deslegitimación de la violencia, el reconocimiento integral de todas las víctimas, la construcción de una memoria inclusiva, crítica y ética y la defensa de los principios y valores éticos y democráticos.

“El olvido es una forma de injusticia y, la falta de información y formación permitirá la asunción por las nuevas generaciones de ideologías totalitarias y su falta de compromiso con el sistema democrático”, criticaba Pradales. En este sentido, ponía de ejemplo lo que “está pasando” actualmente en países como Italia, Austria, Alemania, Países Bajos; incluso citaba el propio Estado.

Asimismo, no olvidó ensalzar el papel que juegan las víctimas y sus familias en este terreno, “tan injustamente silenciadas durante demasiados años, condenadas, en muchas ocasiones al ostracismo, cuando no a la discriminación”, por lo que agradeció “de corazón” su contribución a la paz.