GASTEIZ

– Sin prisa pero sin pausa. Es posiblemente el lema que mejor define la estrategia del PSC desde que Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) se hizo con sus riendas tras abatir el azote más furibundo de la crisis sanitaria como ministro del ramo. Forjado ya el acuerdo con ERC para las Cuentas de 2023, que plasma una instantánea olvidada hace ya una larga –y convulsa– década; el líder de la oposición en Catalunya se prepara para el combate municipal con ánimo de dar el primer golpe sobre la mesa, previo a que toque renovar el Parlament cuando así lo decida Pere Aragonès. Con el tono mesurado que le caracteriza y desprende, Illa recibió a este periódico en su reciente visita a Gasteiz para un acto del partido.

¿El pacto presupuestario adentra a Catalunya en un nuevo escenario?

–Supone un punto de inflexión para Catalunya, un ejercicio de política útil. Es un acuerdo entre el president de la Generalitat y el jefe de la oposición, lo que no es muy habitual. Algo inédito, sobre todo en esta última década en que se ha enfatizado mucho la política de confrontación. Lo hemos hecho porque la construcción de una alternativa política liderada por el PSC no es incompatible con estrechar la mano y porque queremos evitar que la debilidad de este Govern se traslade directamente a la población.

¿Su paso adelante no supone rescatar al Govern de Aragonès de su fragilidad parlamentaria?

–Hemos rescatado a Catalunya, no al president Aragonès. Es un acuerdo puntual sin ninguna otra lectura porque no coincidimos con él ni en el horizonte ni en las formas de hacer. El pacto se articula en tres ejes: generación de prosperidad; proteger políticas públicas (sanidad, educación y estado del bienestar); y la modernización de la administración catalana. Esto refleja un clima social distinto ya que la mayoría de la ciudadanía quiere pasar página de una época que fue como fue pero que ya pasó. Es un momento distinto, el de unir a los catalanes, e incluso a los españoles y europeos, haciendo frente común a retos tan importantes como los que estamos sufriendo. Hay que hacer frente también a aspectos en áreas como la industria de la automoción, la transformación energética... etc. La sociedad catalana ha dejado ya atrás los últimos diez años para centrarse en todo esto.

¿Este acuerdo facilita la construcción del PSC como alternativa?

–El PSC es un partido de gobierno, gobernamos en muchas instituciones y tenemos una fortaleza en el ámbito municipal, y formamos con orgullo parte del Gobierno de España. Ahora nuestra tarea en el Parlament es construir esa alternativa sin tener que decir que no a todo, sin quedarnos en la mera fiscalización del Govern de Aragonès, sino ser constructivos y propositivos. Somos muy partidarios de la política del diálogo, del respeto y del acuerdo.

La B-40, el Hard Rock, la ampliación de El Prat... Fueron los elementos de discordia en la negociación.

–Somos una formación socialdemócrata que cree en la reducción de las desigualdades pero no olvidamos que la base de toda sociedad es generar prosperidad y, para ello, hay que tener un marco de certeza y estabilidad para poder tener inversión privada, y hay que tener las infraestructuras necesarias. Esos grandes proyectos son para hacer grande Catalunya. La ampliación de El Prat es esencial para que la economía catalana y la española sigan conectadas al mundo, con vuelos directos a la costa oeste de Estados Unidos y a Asia. Es importante una estructura de comunicación como la B-40, que sería el cuarto cinturón de toda la zona metropolitana, y asimismo la dinámica de colaboración de la distintas administraciones, que ha sido muy inconveniente en los últimos tiempos.

¿Y con esa debilidad puede Esquerra agotar la legislatura?

–Siempre es bueno tener un gobierno con una mayoría parlamentaria estable, y más en los tiempos que corren. No es lo mejor esa debilidad, que además proviene de una ruptura que, para colmo, no ha sido pacífica. Los socios rompieron sin llegar siquiera a veinte meses. Esto indica, como poco, una desorientación en la legislatura. Es prioritario un horizonte, acordarlo, pero el calendario depende del señor Aragonès. Si llega el momento en que cree que esto es un inconveniente para Catalunya, tal como creemos que lo es, deberá tomar las decisiones correspondientes. Pero nosotros no tenemos prisa. Cuando sea ese momento, le plantearemos nuestro proyecto a la sociedad diciéndole que esto que había no ha funcionado y que hay una alternativa para que escojan ustedes. El PSC es un ejemplo de política tranquila, sin prisas y sin ansiedad, pensando siempre primero en los ciudadanos.

Tanto ERC como ustedes se esmeran en negar que exista el tripartito que estigmatiza Junts. ¿Acaso sería tan pernicioso que lo hubiera?

–Junts dice que estamos en un tripartito y Esquerra señala que estamos en una sociovergencia. Es el combate político táctico del día a día que a mí no me interesa para nada. Nosotros estamos en otro punto, en la mano tendida. Ahora bien, si miramos a aquellos tripartitos de Maragall y Montilla, la perspectiva del tiempo lo que dice es que les deja en un lugar bastante honroso; basta mirar el dato de las inversiones que se hicieron en aquel momento y la estabilidad de la que gozaron ambos Ejecutivos. Algunos, caso de Junts, que siguen en esto de estigmatizar, harían bien en comparar.

¿Da por finiquitado el ‘procés’?

–Estamos en un momento distinto. Había tres pilares fundamentales del llamado procés y los tres han caído: primero, la unidad de los independentistas; después, la estrategia de la unilateralidad que Esquerra ha olvidado para centrarse en el diálogo y el marco de convivencia; y en tercer lugar, el de la confrontación. Sigue habiendo, es verdad, una parte de la ciudadanía que no se siente satisfecha con el marco de relación con España. Está ahí y habrá que afrontarlo, y la primera clave está en abrir el proceso de diálogo entre los catalanes, que es lo que se niega a hacer de forma incomprensible Esquerra, que predica el diálogo pero no lo practica en Catalunya. Todos los procesos son lentos pero fue un acuerdo con ERC y no lo ha cumplido. Nosotros seguiremos en ello con paciencia y tenacidad porque la solución vendrá por abrir este proceso y alcanzar un consenso en Catalunya.

Al menos abrazan la estrategia de ERC hacia el pragmatismo.

–Eso es la política. Una vez los ciudadanos se pronuncian, hacer operativas las fórmulas de gobierno. Eso no quiere decir que yo renuncie a mis convicciones y planteamientos. El bloqueo se ha demostrado que no lleva a ningún sitio y ojalá el resto de formaciones independentistas hagan este ejercicio de pragmatismo y de aterrizaje en la realidad.

Ya ha negado por activa y por pasiva que no habrá referéndum de autodeterminación... El acuerdo de claridad no tiene visos de cuajar en el espectro independentista...

–(Asiente).

¿Cuál es entonces la otra vía para seducir a esa parte descontenta y zanjar el conflicto?

–Nosotros creemos que lo que nos pide la sociedad catalana es cómo volver a poner Catalunya en marcha después de doce años de un país atenazado que ha gastado muchas energías en cuestiones que no han funcionado. No detecto una demanda inminente de tocar el marco institucional, pero sí de abordar a fondo un debate que en el País Vasco está resuelto, que es el de la financiación autonómica. Hay que profundizar en una reforma sin privilegios para nadie pero con justicia. Esto sí que es un asunto que piden afrontar. Es verdad que hasta ahora los independentistas han seguido la política de la silla vacía: el yo no voy y no me siento. Hay que tener una posición política al respecto. Insisto, la prioridad es centrarse en poner al país en marcha y en un buen acuerdo de financiación.

¿Cree que la reforma del Código Penal ha contribuido a sedimentar esas soluciones?

–Ha sido un acuerdo amplio para actualizar el Código Penal tomando en consideración lo que ocurrió en Catalunya en 2017 y tomando como referencia el derecho penal comparado de nuestros socios europeos. Por descontado que la reforma ha tenido efectos positivos en Catalunya.

Pero la propia ERC ha desdeñado su aplicación, por ejemplo, con la sentencia de inhabilitación a Oriol Junqueras que, además, desprendía en su redacción un tufo político.

–Yo me limito a respetar las resoluciones judiciales porque en el Estado español hay una separación de poderes. Es bueno que cada poder actúe en el ámbito que le corresponde.

También el Poder Judicial cuando se dedica a corregir al Gobierno.

–Insisto, todo el mundo. Porque la separación de poderes es algo nuclear en una democracia.

El ‘caso Borràs’ está pendiente de fallo y el PSC acaba de proponer derogar las pensiones vitalicias de la presidencia del Parlament. ¿La iniciativa va dirigida contra ella?

–Como primer grupo del Parlament teníamos que hacer esta propuesta. No está hecha contra nadie sino a favor de la Cámara. Proponemos derogar una ley del año 1988, que pertenece a otro contexto, donde muchas personas con responsabilidad política, por su trayectoria previa, el exilio y la clandestinidad, no habían tenido una vida profesional que les permitiera encarar con decoro su etapa final de la vida. Se hacía necesaria entonces, mientras que ahora las circunstancias son otras.

Si Borràs sale declarada culpable, ¿propondrá el PSC un candidato propio para presidir la Cámara?

–Esperemos primero a la sentencia porque hay que ser estrictos con la presunción de inocencia. Al PSC le importa más el qué que el quién. Ocuparnos de lo que hay que hacer desde la presidencia del Parlament, y no tanto del hecho de tener un cargo. Pondremos nuestro esfuerzo en pactar y no en quién recaería el puesto. Queremos poner el foco en lo que hay que hacer en el Parlament, donde también tiene que abrirse otro periodo.

La situación de Carles Puigdemont sigue siendo una ‘patata caliente’. A su juicio, ¿qué es lo que debería hacer el expresident?

–Desde el respeto a todas las personas y posiciones políticas, todos debemos rendir cuentas por nuestras acciones, y más quienes nos dedicamos a la política. Lo que debería de hacer es personarse ante las instancias judiciales que le reclaman. – NTM