El exobispo de Donostia, José Ignacio Munilla, no ha querido perderse otra buena ocasión para introducirse en el terreno político, esta vez, cómo no, a cuenta de la ejecución de la transferencia de Tráfico a la Comunidad Foral que Bildu ha cerrado con el Gobierno de Pedro Sánchez, aunque se trata de un traspaso comprometido ya desde la pasada legislatura. En una publicación en las redes sociales, y siguiendo el discurso empleado por la derecha española, el ahora obispo de Orihuela-Alicante reprochó que “otorgar a los herederos políticos de una banda terrorista la capacidad de humillar a las que fueron sus víctimas, a cambio de su apoyo para mantenerse doce meses más en el poder, es simplemente inmoral”. Para más inri, en la publicación en su cuenta de Twitter incluyó una foto de un atentado cometido por ETA.

No es la primera vez que a Munilla le da por adentrarse en terrenos políticos y pantanosos. De hecho, desde su llegada a tierras mediterráneas, ya ha realizado varios comentarios críticos contra el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos. Por ejemplo, el pasado febrero señaló que se acercaban “tiempos de persecución” hacia la Iglesia, mientras que a primeros de noviembre fue más allá y posó junto a una clínica abortiva afirmando que “la ideología de género caerá como cayó el muro de Berlín”. Una aseveración que, en plena campaña de la derecha y la ultraderecha contra normas que tratan de reforzar derechos, adquieren un repudiable tinte a naftalina. “Hoy parece una ideología inexpugnable, pero tiene los pies de barro y la veremos caer como vimos caer el muro de Berlín”, se despachó el obispo en un acto de conmemoración de los 40 años de la primera visita del Papa Juan Pablo II al Estado español.

Tampoco, a estas alturas, sus manifestaciones llaman la atención. Desde 2010, cuando asumió su cargo en Donostia, fue protagonista de numerosas polémicas en torno al feminismo, la homosexualidad o la masturbación, sobre todo con determinadas reflexiones que hizo en 2015 en su libro Sexo con alma y cuerpo, siendo también criticado y seriamente cuestionado por un amplio número de sacerdotes y fieles de Gipuzkoa. Incluso un grupo de religiosos y laicos guipuzcoanos le acusaron de haber creado un agujero económico de más de un millón de euros en las cuentas de la Iglesia de Gipuzkoa.

En su citada obra repudiaba la masturbación como “una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”; y añadía que el sexo homosexual “no puede recibir aprobación en ningún caso”. Asimismo, fue sonado su posicionamiento en torno a la huelga general del 8-M, arremetiendo contra el feminismo “radical o de género” diciendo que “el demonio ha metido un gol desde sus propias filas” a la causa feminista.